Con la ilusión de que “NO hay quinto malo” se llegará a la final más repetida del fútbol mexicano. Una versión de “La Cenicienta”, futbolísticamente hablando. Este Cruz Azul llega a la final como el invitado inesperado, como un auténtico “caballo negro” porque en los planes de la directiva estaba contemplada la reconstrucción de todo para en el corto plazo llegar a una final, pero no de forma inmediata.
Tan era así, que el contrato firmado con Anselmi establecía con claridad que, con tan solo calificar a la liguilla de forma directa entre los seis primeros de la tabla, le garantizaría al técnico la renovación automática de su contrato.
Calificar así podría ser más una obligación que una gran hazaña para un equipo grande, pero por las circunstancias tampoco era muy fácil. En la teoría había planteles más caros, con mejor plantilla al inicio de este torneo: Rayados, con un valor en el mercado de 94 millones de euros, encabezaba la lista, seguido por América con 88, Tigres con 63, Chivas con 61 y Toluca con 61. Estos eran los cinco primeros.
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Cruz Azul, contrario a lo que sucedió muchos otros años, NO estaba dentro de ese grupo de los millonarios. Esta lista lo ubicaba en la posición seis, con un costo de 47 millones de euros, seguido muy de cerca por Santos, Pachuca, San Luis, León y Pumas. Es decir, en la teoría, de acuerdo con las chequeras o inversión, disputaría un lugar contra seis equipos.
¿La suerte del campeón?
No fue coincidencia que la relación inversión-rendimiento se reflejara en la etapa final. A semifinales llegaron cuatro de los seis que más invirtieron. Pocos hubieran imaginado al inicio de temporada que Cruz Azul terminaría como sublíder general, un mérito que conquistó justo en el último partido de la liga, donde de visitante le ganó a un Toluca que hasta entonces marchaba invicto como local, ganando siete de siete juegos.
Ese triunfo, muy sufrido por las fallas de dos penales de Volpi, que había sido infalible en el torneo, le dio no solo el subliderato, sino que semanas después, aquel triunfo en el infierno le dio su pase a la final porque gracias a esos tres puntos sumó 33, uno arriba de Rayados que llegó a 32.
Los regios tenían una diferencia de goles de +13 por +9 de los cementeros, que, en caso de empate en puntos, les hubiera valido la mejor posición en la tabla, lo que le dio a Cruz Azul su pase a esta final ante Rayados. Todos los astros se alinearon a favor de los celestes en ese último juego del torneo regular.
Pero el inicio de este Cruz Azul fue toda una tormenta. La contratación de Iván Alonso como director deportivo desató una tempestad de críticas. El exgoleador uruguayo había durado muy pocos meses en ese puesto cuando fue contratado por el Pachuca, donde, atención, fue despedido NO por malo, no por incapaz, no porque tuviera un mal proyecto, ya que llegó con Almada, sino por malos manejos en la contratación del jugador uruguayo Jesús Trindade en contubernio con el promotor Gerardo Rabadja.
Apuestas certeras
A pesar de todo y de que habló directamente con Jesús Martínez Patiño, quien le explicó todo de viva voz al ingeniero Velázquez, este le dio a Iván Alonso un voto de confianza condicionado a resultados, y en estos seis meses el tiempo le ha dado la razón.
Con Alonso llegó Anselmi y muy pronto tuvieron su primer conflicto, el pleito con Juan Escobar, que era referente y capitán. Pocos pensábamos que no lo iban a extrañar. Con el técnico argentino llegaron el arquero colombiano Kevin Mier del Atlético Nacional, el central zurdo Gonzalo Piovi que venía de Racing, el lateral uruguayo Camilo Cándido del modesto Bahía, así como el volante mixto Lorenzo Faravelli, de origen argentino, pero naturalizado ecuatoriano, al que tuvo en Independiente del Valle. Los jugadores no llegaron de equipos “top” de Sudamérica, nadie los consideró fichajes “bomba”, pero el nuevo grupo confiaba plenamente en ellos; fueron decisiones quirúrgicas, tiros de precisión.
El desembolso más grande, y para muchos descabellado por el exorbitante precio, fue la contratación en 11 millones de dólares del delantero Gabriel “El Toro” Fernández de Pumas, quien ante el Atlético San Luis sufrió la ruptura de ligamentos cuando apenas se llegaba a la fecha seis del torneo.
En aquel momento parecía que “la carroza” que había planeado Anselmi se convertía en “calabaza”, pues se quedaba sin el nueve “matón” que había contratado. No tenían otro nueve natural para reemplazarlo, había que improvisar con lo que había a la mano: a veces Sepúlveda, otras Antuna.
Ajustando La Máquina
El silencio fue su mejor cómplice. Todos los medios atentos a los grandes candidatos que eran los regios, el América, el sorpresivo “kínder” del Pachuca o el imbatible infierno del Toluca, nos olvidamos del Cruz Azul. Estaba claro que el equipo de Anselmi estaba en una etapa prioritaria de reconstrucción y que, si bien llamaba la atención por su intensidad, su estilo, su presión alta y funcionamiento, no calificaba para estar entre los candidatos o favoritos al título.
Estar alejado de los reflectores le permitió trabajar sin tanta presión y eso sumó al proyecto para poder encarrilarlo otra vez cuando perdió ante Santos y Necaxa de forma consecutiva.
Fue perfilando su once ideal, con un Kevin Mier que ataja bien y que además juega muy bien con los pies, lo que le permite a veces aparecer como si fuera el líbero y adelantar las líneas. Otro acierto es que Anselmi fue capaz de recuperar a Carlos Salcedo, a quien muchos aficionados odiaban, y reacomodó a Lira como un central con salida por demás sobresaliente. Con Piovi, que no es un crack, pero tiene una gran zurda, complementó una gran línea de tres, con sus dos carrileros, Huesca y Rotondi, que fueron entendiéndose a la perfección y se suman al ataque como demonios.
Faravelli tampoco es un crack, pero es una máquina que con su dinámica y lectura de juego es un pistón en la media cancha, lo mismo como interior, de doble cinco o de volante. Charly Rodríguez encontró en él a un gran socio junto con el “mil usos” que es el capitán Rivero.
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Tampoco dejaron ir a Alexis Gutiérrez, a quien Beto Valdés de Bravos de Juárez prácticamente había ya arreglado junto con Sebastián Jurado. No solo NO lo dejó ir, lo cambió de posición, le dio más libertad y salida. El canterano de Chivas se convirtió en un demonio en algunos juegos, mostrando que tiene un gran futuro.
Su dolor de cabeza fue el ataque. Antuna por derecha o como falso nueve y Sepúlveda se las arreglaron para marcar lo suficiente, pero ese rubro es sin duda su talón de Aquiles.
Anselmi y Almada
Uno de los temas más agradables por los que me daría gusto que ganara este equipo es por la creencia de Anselmi en los jóvenes que están teniendo su oportunidad, que antes fue ocupada por troncos extranjeros. Así, ante Rayados, tuvo que echar mano del joven de 17 años Mateo Levy cuando se fundió Sepúlveda, pero ahí había otros: el delantero Bryan Gamboa de 22, el contención Louis Estrada Derbez Benavente de 21, los volantes Jorge García de 22, Amaury Morales de 18, y el defensa Raymundo Rubio de 23, todos ellos trabajados en el proceso anterior por “El Potro” Gutiérrez.
Cierto, muchos dirán que, a diferencia del América, no tiene revulsivos probados en la banca y eso cuenta en un partido clave. Y pudieran tener mucha razón, pero también es muy cierto que no puede haber experiencia si no hay oportunidades. ¿Por qué, si todos aplaudimos al “Kínder” de Almada por atreverse, no podemos hacer lo mismo con Anselmi? ¡Ese es el camino del futbol mexicano! Quizá no sean tan jóvenes como los de Tuzos, pero está confiando en su cantera, en los mexicanos, y eso lo voy a aplaudir siempre. Ganando o perdiendo, tendrán una experiencia importantísima en sus carreras.
La maldición del Tano
Esta “máquina cenicienta”, para llegar a ese final feliz con el que sueñan muchos cementeros, tiene que romper algunas maldiciones futbolísticas, entre ellas la del “Tano” Ortiz, el “señor de las semifinales”. Coincidencia o casualidad, los cuatro equipos que han eliminado a las escuadras que dirige el argentino no se han podido coronar hasta ahora.
Pachuca y Toluca en el 2022, perdieron la final ante Atlas y Tuzos, Chivas ante Tigres en el 2023 y el Nashville ante Miami. Todos ellos echaron al “Tano” y su equipo. En las próximas semanas, dos equipos más buscarán acabar con esa “maldición”: Columbus, que se enfrenta a Pachuca en la final de la Concachampions, y esta semana los propios cementeros. ¿Acabarán con la maldición del Tano?
No sé si esta historia de la “máquina cenicienta” tendrá el final feliz que esperan sus aficionados, pero ya tienen muchas razones para estar orgullosos. Su equipo recobró una mística, la afición se volvió a identificar plenamente con ellos, volvieron a “casa” al Azul, que sienten como suyo, y el dinero de una suculenta taquilla no los hizo mudar la final al Azteca. Respetaron su territorio y eso se aplaude y agradece.
El obligado
El favorito es sin duda el América por su plantilla, no es casualidad que su plantilla casi duplique el costo de los cementeros. Tienen mayor oficio, banca, experiencia, incluso variantes y revulsivos en caso necesario. Los cementeros tienen un plantel corto en ese aspecto y si de algo sirve, hasta los de Coapa tienen a su favor la jettatura de que suelen ganarle a los celestes en los partidos importantes.
El obligado es el América, hoy en día por diversos escenarios los hombres de Alonso y Anselmi nada tiene que perder y tienen todo para ganar. Porque, aunque en el papel pudieran lucir como víctimas como bien decía el político y escritor británico Benjamín Disraeli.
«Un secreto del éxito en la vida es que un hombre esté preparado para su oportunidad cuando esta llegue» y la oportunidad para los cementeros ha llegado.