Algo trascendente se está cocinando en las universidades de los Estados Unidos. Son ya casi medio centenar de campus los que se han sumado a la movilización en contra del genocidio que sufre el pueblo palestino. Pero ha sido la reacción violenta de las autoridades la que podría generar las condiciones para que aquello derive en una corriente política que incida en las elecciones de noviembre próximo en aquel país y, consecuentemente, termine influyendo en México y otras partes del mundo.
El asunto se puede resumir en términos muy generales así: distintos grupos estudiantiles, a lo largo de todo el territorio norteamericano, iniciaron hace algunos meses un activismo encaminado a exigir a sus universidades que se deslinden de aquellas compañías que se están beneficiando de la ocupación de Palestina y que, de una u otra manera, avalan el genocidio que ha emprendido el gobierno de Benjamín Netanyahu. Este activismo poco a poco pasó del ciberespacio a las instalaciones universitarias, donde se montaron campamentos de protesta. Primero fueron dos o tres, pero hasta este fin de semana ya eran 38, incluyendo a las más prestigiadas y grandes de aquel país. Están ahí Harvard, Yale, el MIT, Princeton, la Estatal de Florida, la del Sur de California, la Estatal de Ohio, por citar solo algunas.
El problema comenzó a convertirse en un escándalo mayor debido a que, de unos días a la fecha, las fuerzas policiales entraron a las instalaciones de al menos 11 de esas universidades y arrestaron violentamente a cientos de estudiantes y algunos profesores. Esto último ha despertado la solidaridad de otras universidades y podría hacerse eco en muchas más, incluso en otros países (dos universidades de Australia iniciaron ya movilizaciones). De hecho, ha sido la represión a los primeros campamentos lo que ha hecho crecer a nivel nacional la protesta, ya que las imágenes de los uniformados actuando contra los jóvenes han saltado a las primeras planas de todos los diarios, circulado profusamente en redes sociales y en las pantallas de televisión de gran parte del mundo.
Dado que en el vecino país del norte están en la ruta electoral que culminará con la elección presidencial de noviembre próximo, esta efervescencia entre las juventudes estudiantiles es muy relevante. Hasta ahora han sido básicamente los miembros del Partido Republicano (que postulará a Trump) los que se han pronunciado más claramente. Condenaron, de inicio, los campamentos, los buscaron minimizar, descalificar y, posteriormente, aplaudieron la intervención policial.
Los discursos de este sector político han ido subiendo de tono; han estado apelando a la descalificación y mezclando temas. Y es que la protesta ha sido básicamente contra la ocupación militar de Israel en la Franja de Gaza, el asedio al pueblo palestino y no la condena del gobierno estadounidense a este proceder. Sin embargo, los republicanos han estado señalando que esto es culpa del «wokismo» (de woke, en el sentido de ideológicamente despierto y consciente) que “avanza en las universidades”. Eso significa –según argumentan- que los universitarios se perfilan hacia un «marxismo cultural», que los convierte en gente «perversa» que acoge ideas sobre “la fluidez de género”, “la crítica decolonial” y otros valores “antiamericanos”.
Desde esta perspectiva es que se pidió la intervención de la autoridad y que se aplaudió después el actuar de la policía. Las imágenes que han circulado por distintos medios, de estudiantes siendo golpeados, arrestados, llevados a rastras y de agresiones a profesores e incluso periodistas en varias partes del país, hablan de que aquello está subiendo de tono.
Por el otro lado, el gobierno de Biden y de su partido, han estado resistiendo la presión para retirar su apoyo a Israel. Esto está resultándoles cada vez más costoso en términos de opinión pública, sobre todo entre sectores liberales de aquel país. Lo que las revueltas estudiantiles han ocasionado es que los demócratas pongan en la mesa si vale la pena mantener su respaldo a Netanyahu y a la industrial que se beneficia con la guerra (y que también financia campañas políticas) a costa de votos entre sectores poblacionales muy importantes, como son los jóvenes.
Si la revuelta sigue creciendo, terminará inclinando definitivamente la balanza en las elecciones presidenciales de noviembre, pero más importante aún, va a permear en la política exterior de los Estados Unidos. Tiene mucho potencial para mantener esa tendencia a extenderse a otras universidades. Incluso no sería extraño que comenzáramos a ver acciones en varios planteles de nuestro país.