Cobertura Especial | Los estragos de Otis en la periferia de Acapulco, allí donde los grandes medios no ven ni escuchan

En la localidad El Coyuco no ha llegado la ayuda.

La gente camina de noche por la oscuridad, buscando víveres o ayuda. Curiosamente, la planta de electricidad de la CFE luce prácticamente apagada.

Siguen llegando camiones con transformadores para solucionar la falta de energía eléctrica, ya pasó una semana desde el día en el que el caos, el terror y el miedo se apoderaron de la costa de Guerrero.

El centro comercial Bodega Aurrera Coloso se convirtió en la sede de una cocina comunitaria. Ahí la gente hace largas filas para esperar a que les toque un poco de comida. Hay casas sin techo, láminas caídas, árboles que aplastaron autos o viviendas.

La gente espera sentada, bajo los fuertes rayos del sol y un clima que ronda por los 33 grados. La sed es intensa, y la escasez de agua y alimentos aún más.

En la localidad El Coyuco no ha llegado la ayuda. Quienes tienen velas se alumbran con ellas, otros las usan la poca batería que les queda en sus teléfonos celulares.

Hay encharcamiento en algunas calles, principalmente de drenaje de tuberías que se averiaron con el paso de Otis. No hay tiendas comerciales, ni farmacias. En algunas de ellas se observa escrito con aerosol «Ya se regaló todo».

La gente está preocupada. Piden ayuda, necesitan medicinas, comida, apoyo para sobrevivir. El turismo, que es de lo que subsistían, está deshecho. Los hoteles de la costa se quedaron sin techo, sin ventanas y muchos de ellos sin paredes que cubrían las habitaciones donde se resguardaban decenas de huéspedes.

Enciendes la radio y lo primero que escuchas es Acapulco nos necesita, seguido de un discurso llamando a no politizar la situación, con intenciones claramente enfocadas en hacerlo. Hay quienes aprovechan la desgracia por enviar un mensaje electorero, más allá, incluso, de hacer un llamado a apoyar a todos los que lo necesitan.

¿Y tú, ya apoyaste?