Una de las expresiones más coloquiales que he escuchado en la gente cuando se refiere a una noticia es “ahora salió que”. Dicha frase alude a la publicación de algo, a la información que la persona que habla ha encontrado por alguna vía y, para dar cuenta de que la tenido por cierta, la traslada a la expresión “ahora salió que”, remitiendo a una especie de actualización del estado de cosas que parecía tenerse por verdad, pero que una nueva revelación modifica.
Pongamos un ejemplo: en algún lugar se tiene a un gobernante, que llegó a su cargo mediante una elección, postulado por X partido político, que ejerce su mandato en el marco de la normatividad vigente y que ha implementado N cantidad de planes y programas; todo esto se tiene por sentado entre la gente de tal sitio. Pero, de pronto, alguien “actualiza” ese estatus porque leyó, vio o escuchó en alguna parte que dicho político tiene una empresa que no tenía antes de haber llegado al cargo que ocupa. Es entonces que, en el marco de una conversación con algún amigo a familiar, alguien dice: “ahora salió que” el alcalde se ha hecho rico de la noche a la mañana.
A veces, el “salió” da la impresión de una generación espontánea de los datos, a un curso inevitable de la verdad que se abre camino por sí misma
La expresión “ahora salió que”, con la que la persona acompaña la información que adquirió y que está compartiendo, encierra la intencionalidad de relativizar lo que ya se tenía por entendido. “Salió que” alude también a una revelación que alguien ha hecho, que no es ninguno de los que ahora esparcen la información y que, además, es posible que cualquiere pueda consultar o tener acceso a la misma. A veces, el “salió” da la impresión de una generación espontánea de los datos, a un curso inevitable de la verdad que se abre camino por sí misma.
La condición para que la mencionada expresión funcione en el sentido de “revelación” es que aluda a algo público, a un estado de cosas que las personas conocen o poseen en común. Desde luego ello puede ser algo a escala vecinal, municipal, estatal, nacional o mundial. Puede tratarse de algo que es conocido únicamente entre los vecinos de una colonia o pueblo, alguna cosa que tienen por pública, como la condición de X persona del lugar; pero también puede tratarse de una situación que aluda al estado que guarda el mundo. Cuando alguien comparte lo que “ahora salió”, tiene como telón de fondo la información inmediata anterior que tenían en común él y su interlocutor y que, tras la conversación en la que se está compartiendo la información “que salió”, quedará renovada, actualizada, relativizada.
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Un ejemplo muy claro e inmediato puede ser el que tiene que ver con la situación en la que hoy todo mundo está inmerso por tratarse de la condición global: el coronavirus, la enfermadad que causa, la cura, las medidas para mitigar su contagio, etc. Todo ello nos es común, es público, porque nuestra vida se ha trastocado por las campañas, medidas o políticas puestas en marcha en la mayor parte del planeta en torno a dicho virus. Entonces, las cosas que sabemos, que tenemos por entendidas al respecto, se actualizarían cuando alguien nos dice “ahora salió” que y le podemos añadir cualquier cosa: que en China hicieron esto, que en Italia se descubrió esto otro, que en Estados Unidos aplicaron tal, que en Brasil encontraron X.
En síntesis, cuando en una conversación coloquial alguien nos dice “ahora salió que” uno se prepara para que nos sea revelado algo que estaba oculto, para ver cómo se derrumba un secreto, aquello que se mantenía intocado o no abordado. Desde luego, inmediatamente después de ese acto, de que alguien nos comparta aquello a lo que ha tenido acceso, debe venir el examen de la verosimilitud. ¿Será verdad?, es la pregunta que uno debe hacerse. Dado que la persona que nos habla se deslinda de la prueba al remitir a algo “que salió”, que no es de su autoría, sino que sólo tuvo acceso por algúna vía, es el receptor quien debería examinar el tema y preguntarse por su veracidad.
Sabemos que ahora “salir” puede referirse a cualquier publicación en Facebook, en WhatsApp en Youtube, o cualquier medio que cumple la condición de ser público. Por este motivo es casi innevitable que la gente pueda tomar lo escrito o publicado en esos sitios en calidad de “revelación”. Como lo hemos comentado innumerables veces en este mismo espacio, la característica de la comunicación en los tiempos de la Web 2.0 es que cualquiera puede producir contenido y publicarlo. Entonces, cada publicación, puede ser tomada y traducida a la acción de “sacar” a la luz una cosa. Cada vez que alguien genera información en torno a algo que tenga el carácter público (a la escala que sea), puede ser tomado como “revelación” que actualiza el estado de cosas. Desde luego lo vertiginoso que es el fluir de información en estos tiempos hace que casi a cada instante se tenga que estar actualizando el estatus de las cosas, porque “sale” algo nuevo.
Las muy famosas y, en muchas ocasiones, tristemente célebres cadenas de WhatsApp, de Facebook o de correo electrónico, explotan mucho esta fórmula de “revelación”, de descubrimiento de secretos, de divulgación de verdades. En tanto que el veredicto sobre la verosimilitud casi siempre se resuelve con un “me gusta” o “compartir”. En forma directamente proporcional a los likes o a la viralización de contenidos, algo terminará por consolidarse como “revelación”. Es de este modo como alguien puede construir una teoría conspiratoria respecto al coronavirus y a los planes malévolos de personajes siniestros que se esconden detrás de él y difundirlo. Pero será en la medida que la gente lo esparce que termine convirtiéndose en “revelación”, en demolición de secretos, pero no por su veracidad, sino por el grado en el que trastoca lo que teníamos por entendido antes de.
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Es esta la razón por la que incluso las teorías más descabelladas (que si el virus lo esparcen por la noche en helicópteros, que si lo vierten a los ríos, que si la vacuna contendrá un microchip para controlar a las personas, etc.) llegan a tomarse por verdades: entre más trastocan lo que teníamos como cierto, más se convierten en “revelación”. Y, en estos tiempos de flujo inmenso de información, poseer “lo último” lo “más reciente” lo que “acaba de salir” parece otorgarnos un estatus de estar mejor informados; entonces no perdemos la oportunidad de comentar “ahora salió que”, pero lo que sí estamos perdiendo cada vez más es el buen juicio de preguntarnos ¿es cierto esto?
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