Mañana se cumple un año de la alternancia partidista en el gobierno del Estado de México (Edomex). Es un hecho relevante, aunque esté opacado ahora por los resultados de la elección de ayer a nivel federal. De hecho, su relevancia tiene que ver con los resultados de las urnas que seguimos digiriendo hoy lunes, mientras avanza el PREP. No debemos olvidar que nuestra entidad es la de mayor población, la que concentra al mayor número de votantes y la que circunda a la capital del país.
El Edomex había sido gobernado por el mismo partido político durante el siglo XX y parte del XXI: el PRI. Sin embargo, el 4 de junio de 2023, la historia dio un vuelco trascendental. La gente eligió para dirigir el gobierno estatal a una educadora, que durante 17 años dio clases en una escuela primaria. No era, ni de cerca, una integrante de la élite priísta que se repartió políticamente el territorio mexiquense por décadas. Cuando se enroló en la vida política no militaba formalmente en ningún partido. Llegó a ser alcaldesa venciendo a un exsenador de la República y exsecretario general de Gobierno, quien había ocupado cargos partidistas de primer nivel en el Comité Ejecutivo Nacional del PRI. Sorprendió a todos en su momento.
La victoria de la maestra Delfina Gómez hace un año, abanderada por el partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), no se consiguió sino hasta el segundo intento. Como lo dije hace un año aquí mismo, su candidatura aprovechó un anhelo que fue creciendo durante muchos años en la población mexiquense: que gobernara otro partido distinto al PRI. Ese anhelo lo buscaron cristalizar José Luis Durán, en 1999, Rubén Mendoza, en 2005, y la propia maestra Delfina, en 2017. Los tres se quedaron cerca, pero en cada caso pudo más la operación de la maquinaria electoral priísta.
Transcurrido un año de esa histórica derrota del PRI mexiquense, muchas cosas han pasado en términos políticos. Lo más relevante es, sin duda, la recomposición y, al mismo tiempo, reducción del otrora partido invencible. Envueltos en la incomprensible —para ellos— postura de ser la oposición, han venido peleando por el reducido presupuesto y jaloneándose por exprimir los históricos mecenazgos, pero ahora desde una posición distinta, menos favorable, por encontrarse del lado “perdedor”. No pocos han volcado su apoyo a candidaturas de otros partidos, a las que ven con más posibilidades de ganar.
El último gran episodio de todo ello fue la renuncia de la excandidata y exdirigente estatal del PRI, Alejandra Del Moral. Le siguieron a su salida los encendidos reclamos que la acusaron de traición, lo mismo que al exgobernador, Alfredo del Mazo III. Quien fuera coordinador de la campaña de Alejandra del Moral negó las acusaciones y, en cambio, declaró que las dirigencias, nacional y estatal, “se agandallaron” la repartición de candidaturas. Lo dicho: se han venido disputando los despojos.
Sabemos que la alternancia partidista en el gobierno (el que sea) motiva que los actores que participan en la vida política tiendan a dejar de respetar acuerdos, a desconocer personajes, a traicionar pactos, vaya a recomponer las relaciones políticas. Y es que, en política, las relaciones se mantienen o deshacen en la medida que sirven, o no, al propósito de “sacar ventaja”. En la cultura política del priísmo, el político tiene que buscar la manera de ubicarse en un sitio donde hay recursos. No hablo solo de los grandes sueldos, sino de los presupuestos que permiten una generosa ordeña y también de la influencia para contratar obras y servicios que dejan una “comisión”. Cada vez son menos los que están logrando eso.
En contraparte, los “nuevos” personajes que han venido copando no solo el Ejecutivo estatal, sino el Legislativo y las alcaldías, se fortalecieron durante el año transcurrido. En las manos de Morena y sus partidos aliados está ahora una gran masa que amalgama puestos burocráticos, recursos, infraestructura, personal, símbolos, etc. La disputa por ellos es distinta, porque tener un pastel más grande que repartir permite los acuerdos, las alianzas, las recomposiciones con un mejor talante: no es una lucha por la supervivencia (como en el caso de los priístas), sino por tomar parte en la gran cena.
Durante el año transcurrido hay otros actores que también perdieron mucho y son los partidos Acción Nacional, de la Revolución Democrática, Movimiento Ciudadano y Nueva Alianza. Los blanquiazules perdieron por aliarse con sus eternos rivales. Desde la elección de hace un año y en la de este domingo, sus negativos han crecido, sus militantes han disminuido y están inconformes o, por lo menos, desorientados. Lo mismo se puede decir del remanente perredista para el que sus días están contados. Movimiento Ciudadano hace un año renunció a su función principal como partido político y no postuló candidato. El costo ha sido caro, está en los márgenes, junto con Nueva Alianza y apenas tiene espacios donde hacer política en serio.
Así, han transcurrido doce meses de la alternancia partidista en el Gobierno de la entidad. Ha sido un año atípico, pues en cuanto se dio la victoria la maestra Delfina Gómez, empezaron los preparativos para la elección que culminó ayer. Apenas y se ha exigido resultados al Ejecutivo estatal; toda la atención se dirigió a los procesos de selección de candidatos y a las campañas proselitistas. Lo que viene es un reto de verdad: debe convencer con resultados al electorado para que este confirme que no se equivocó. Tienen que verse esos resultados en materia económica, de seguridad, de equidad, de combate a la pobreza y a la impunidad, entre otras muchas cosas. Les quedan cinco años, pues ya se fue uno tan rápido como un suspiro.

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