Entre carne asada, mate y una cultura futbolera que envuelve a todo un continente, nació Bruno Méndez un 10 de septiembre de 1999. Montevideo vería sus primeros pasos, ciudad de cerca de 1 millón de habitantes. El Palacio Salvo, el teatro Solís, la Catedral Metropolitana, ciudad de jugadores emblemáticos que marcaban un precedente para invitarlo a soñar.
A los 4 años, oraciones inentendibles salían de su imaginación de infante, pero ya jugaba al fútbol, como buen niño uruguayo. Sus primeros colores serían el blanquinegro de Danubio, donde hizo las categorías inferiores.

El inicio de la lucha
En séptima división, Danubio prescindió de sus servicios, pero Wanderers le extendería la mano para seguir luchando por el sueño y formándose como futbolista. Jorge Giordano, entrenador del primer equipo, le vio potencial al chico de las inferiores, dándole espacio en la plantilla en 2017.
Su debut llegó no como recambio para foguearse, sino como titular en la fecha 12 para medirse a Rampla Juniors, donde ganarían 1-0. Sus condiciones defensivas lo hicieron brillar, sabiendo que le quedaba muy poco tiempo en Uruguay.

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Del Río de la Plata a Brasil
Tal como el Río de la Plata, la historia de Bruno tenía que fluir. En 2019, el Timao de Brasil se haría de los servicios del zaguero, yéndose al vecino sudamericano en una etapa complicada de su vida.
Se alejó de su familia, de sus raíces y la comodidad de una urbe pequeña, en comparación con São Paulo, una de las ciudades más grandes del continente. Crecer en un fútbol de más renombre no sería sencillo. Méndez vivió la pandemia a inicios de su independencia, con una cultura nueva y sin conocer el idioma.


Saltó al fútbol, Brasileño con muchos retos, y prácticamente al inicio de pandemia. / Foto: Corinthians
Selección y experiencia europea
Aquellas dificultades lo hicieron fuerte, con una carrera itinerante entre Corinthians e Inter de Porto Alegre. Ya se había consolidado en el fútbol sudamericano, el próximo gran paso era mirar hacia el viejo continente y así lo hizo.


Desde Brasil ya se le veía bien el rojo, como lució en Inter. / Foto: Redes sociales
El hombre tenía cualidades de selección. El maestro Tabárez lo supo y lo consideró para la zaga celeste, con las bajas de Godín y Saracchi, en 2018. Jugó dos partidos amistosos, frente a Francia y un país que le había dado mucho, Brasil.

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El futbol español esperaba por el uruguayo, en el Granada. Se incorporó en enero del 2024. Marcó, defendió, pero el sueño europeo no duraría mucho. En ese mismo 2024, una decisión extraña pasaría por la mente de Méndez: dejar el fútbol europeo para ir a México.

La intuición del Diablo
Tuvo ofertas de Europa, Brasil e interés de otros equipos mexicanos, pero el charrúa ya había elegido. Como ese amor a primera vista, una intuición inexplicable, un llamado al oído del Diablo.
“Un equipo grande tiene que ser campeón.” – Bruno en su llegada a Toluca
Méndez no llegaba a Toluca para retirarse, ni dejando glorias en el camino. En la flor de sus 20’s, tenía claro que llegaba para competir y demostrar que la decisión no era una locura ni síntoma de su ineptitud para jugar.
En su llegada a Toluca, se juntó con el resto de la garra. Maxi Araujo y Fede Pereira lo recibieron, aunque Maxi partiría pronto a Europa.
Adaptación con altibajos
Empezó con malas impresiones. La defensa toluqueña, tanto con Paiva como con Mohamed, resultó ser una de las áreas de oportunidad más grandes de los escarlatas: una ofensiva de miedo, y una defensa que no entonaba con ese momento de ataque.
Un mix de opciones se fueron dando en el Clausura 2025. Turco no hallaba su 11 por más que buscaba variantes entre Pereira, Luan, Méndez y hasta Everardo López.
Llegó la liguilla y, aun con algunos experimentos, el uruguayo protagonizó gran parte de los encuentros, mostrándose más sólido que de costumbre.

Un muro contra el América
La defensa mostró una nueva faceta, con la inspiración y las ganas de campeonar. Una muralla orquestada por el Turco ilusionó a los Diablos, que llegaban a la final contra una de las mejores ofensivas del torneo.
Con un fútbol ríspido, físico y, sobre todo, de mucha entrega, la línea de cinco con Fede, Luan y Bruno anuló a un equipo de América que sí, era histórico, pero tembló con el Diablo que lo anuló de tal manera que sólo le permitió un tiro a puerta durante toda la serie.
Muchas veces se dice en el mundo del deporte: la ofensiva gana partidos, pero la defensa —como los Seahawks de Seattle— gana campeonatos.
Corazón, garra y redención
Bruno Méndez, con la garra en la sangre, levantó un título más como profesional con un desempeño impecable. Aquel loco que dejó Europa por el fútbol mexicano tenía su recompensa: ser uno de esos sudamericanos que cumplió y se ganó el corazón de una ciudad a la que llegó por azares del destino y por la corriente del Río de la Plata, que sonreía al ver a su hijo barrerse hasta las estrellas.
Si había dudas en la defensa, está claro que la combinación de sudamericanos está para quedarse… y luchar por el bicampeonato.


Con las manos en la cabeza, ante el humo de la afición enardecida, sabía que no levantaría cualquier copa, estaba viviendo algo histórico en su carrera. / Foto: Toluca FC

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