Candente Gold Corp, el mega proyecto en El Oro 

Toluca, México; 17 de agosto de 2018. El Oro de Hidalgo es un municipio con rango de Pueblo Mágico, situado en los límites del Estado de México y Michoacán. Destaca por sus construcciones estilo europeo, que datan de 1722, su principal actividad es el turismo y tiene como atractivos el Palacio de Minería, el Teatro […]

Toluca, México; 17 de agosto de 2018. El Oro de Hidalgo es un municipio con rango de Pueblo Mágico, situado en los límites del Estado de México y Michoacán. Destaca por sus construcciones estilo europeo, que datan de 1722, su principal actividad es el turismo y tiene como atractivos el Palacio de Minería, el Teatro Juárez y el Santuario de la Mariposa Monarca. 

La bonanza en ese municipio fue tal que sus minas de oro fino fueron consideradas las segundas más ricas del mundo, sólo comparadas con las de Transvaal en África, narran las páginas de historia. Pero, de aquella bonanza, queda muy poco… o al menos eso es lo que se creía.  

Los viejos gambusinos del pueblo, como Don Juan Gómez, afirman que las empresas mineras que explotaron la región no se llevaron ni la cuarta parte del oro y la plata que yacen debajo del municipio. “Las empresas que estuvieron en aquellos tiempos no se llevaron ni la cuarta parte de lo que existe aquí, comprobado”.

Y añade que “se hizo un estudio, la NASA, hizo un estudio en el 81 (1981) a nivel satelital en esta zona minera….la NASA detectó cinco bancos de mineral vírgenes aquí en esta zona, de oro y plata, porque eso es lo que hay aquí oro y plata”.

“Nosotros vivimos sobre oro, estamos pisándolo”, agrega Gómez, quien es un minero retirado, experto en geología local y en historia del municipio – porque desde joven trabajó como gambusino – mientras observa la construcción de madera que allá le llaman socavón; regalo de los canadienses y al que la administración del priista Rogelio Fernando Garnica Zaldívar (2012-2015) le invirtió 12 millones de pesos. La construcción de madera se levanta en el barrio de San Juan y es la entrada de un túnel subterráneo que atraviesa una parte del pueblo. De ahí, se sale a un tiro de mina actualmente equipado con un elevador fuera de servicio. 

“Los mineros decían que se había acabado el oro, pero no es así, aquí hay una falla y cuando llega la veta a esa falla se baja, ahí se empezó a acumular y acumular”, dice Gómez, quien tiene razón. 

 

Por unas onzas

 

Y aunque en 1800 la fiebre del oro atrajo aventureros de todas partes del mundo, en la época moderna son los canadienses los que mantienen presencia. En el 2006, la Gold Corp llegó a El Oro, en el Estado de México, con 50 millones de dólares para ofrecer a cambio de llevarse parte de la cabecera municipal y reubicarla en otro lugar. Aunque lo pobladores lo rechazaron, los canadienses terminaron apropiándose de 15 mil hectáreas en el municipio, esperando paciente el momento de comenzar a explotar desde los cinco yacimientos más importantes que se localizan en la cabecera municipal: debajo del ayuntamiento, de la iglesia de Santa María, el parque de beisbol, la antigua estación de trenes y del barrio de San Juan. 

La Gold Corp, a través de su subsidiaria, Candente Gold Corp, no se irá de allí sin lo que hay debajo. Y lo que hay debajo no sólo es oro, sino uranio. “Hay poco, sí hay uranio, pero es muy poco a profundidad”, sostiene Don Juan Gómez.  

Candente Gold Corp no oculta sus proyectos mineros en el municipio de El Oro y en su página de Internet, http://www.candentegold.com, anuncia que la veta de San Rafael es, “actualmente el principal foco de la exploración de Candente Gold en el distrito de El Oro”. Sin rubor estima en el sitio web que el remanente de recurso es de 762 mil onzas de oro y 10 millones de onzas de plata que quedan en los antiguos trabajos de la veta de San Rafael.  

Una nota el en portal de noticias SDPnoticias.com da cuenta del anunció que hicieron los gerentes de la empresa Gold Corp, quienes anunciaron que en el municipio de El Oro había un, “potencial enorme”, para extraer metal dorado. Anunciaron que la actividad de extracción en esa mina no se había paralizado por agotamiento de la veta, como se tenía idea, y señalaron que la producción histórica fue de ocho millones de onzas en la segunda mitad del siglo XIX.  

La vida en El Oro hoy transcurre entre obras públicas que no funcionan y las constantes visitas de la CEO de la Gold Corp, Patrice Talytal, quien llega al pueblo a repartir tarjetas, pero también para visitar el Socavón San Juan El Oro que cedió al Ayuntamiento como atractivo turístico. Pero Talytal tiene que atender también concesiones mineras en Perú y África.  

A decir de los lugareños, en El Oro se sacaban 120 toneladas de mineral diarias en tres vetas: la Calera, que producía 15 gramos de oro por tonelada; la Descubridora, que producía 25 gramos, y la San Rafael, que aportaba 60 gramos.       

Pero el Socavón San Juan El Oro se ha convertido también en un atractivo turístico; su entrada es moderna con iluminación en los costados y pisos de primera. En El Oro también se exhiben artículos de la época, como cascos y equipos mineros. Los viejos gambusinos muestran a quien los quiera escuchar trozos de cuarzo color óxido, que, explican los lugareños, es señal del oro y la plata. “Son pequeñas chispas”. 

 

Todo tiene un principio

 

Todo comenzó cuando los empleados de la minera canadiense Torex Gold rogaron por otra media hora para comer y tener el baño más cerca. Era el año 2010 cuando las comunidades de La Fundición y Real de Limón, Guerrero, en la cuenca del río Balsas, fueron exploradas por la extractora Media Luna, filial de los canadienses. Sabían que eran tierras mineralizadas y comprobaban cuánto oro podrían obtener por tonelada. Las jornadas laborales eran brutales para los buscadores de indicios, pero sólo ellos podrían hacer ese trabajo.

Los dueños de la Media Luna no entendían español o eso les dijeron a los campesinos, reducidos al silencio desde el monolítico organigrama de la industria extractiva en México, donde las concesiones por hectárea costaban 5 pesos hasta 2015. Así, los canadienses se negaron a atender las peticiones y los empleados se declararon en paro, sumando a las exigencias de tiempo para comida y sanitarios otras, más importantes, como el pago justo por sus servicios, seguridad social, mejores condiciones para negociar la renta de la tierra y el reparto por la extracción de lo que hubiera debajo.

El paro duró cuatro años pero todo se fue al diablo cuando la resistencia organizada por la luchadora social Evelia Bahena fue socavada y los campos mineralizados de la cuenca del Balsas se sembraron de muertos. El ejército mexicano supervisó las tareas extractivas de la Media Luna apoyado en paramilitares que terminaron por convencer a los habitantes que sus pueblos debían ser reubicados a punta de metralla. Real de Limón y La Fundición fueron removidos a un costo de 40 millones de dólares, que sólo sirvieron para construir 169 casas. Nuevo Real de Limón y la Nueva Fundición habían nacido a cambio de que sus antiguos asentamientos fueran arrasados para buscar riqueza.

La salida a las calles de las fuerzas armadas para terminar de militarizar Oaxaca, Tamaulipas y Chiapas para empezar, marcaron también el inicio de la tragedia genocida de Guerrero, quinto productor de oro del país aunque potencialmente el primer lugar, donde no sólo se obtiene ese mineral, porque la extracción ilegal de uranio en la región de Cocula y el Balsas no es secreto para nadie.

A pesar de que la Media Luna es una de las minas que más oro extraen en Guerrero, no es la más importante ni pertenece a la categoría de las megaextractoras. La Media Luna no tiene la fuerza económica de la Barrick Gold ni posee lo suficiente para movilizar ejércitos enteros como la Gold Corp, la segunda en importancia a nivel mundial. Y sin embargo, a la Media Luna le ha alcanzado para dominar Iguala y la cuenca del Balsas, donde sus camionetas circulan intocables, transportando hombres y materiales en brechas y autopistas custodiadas por militares.

– A los de las mineras no se les acerquen, porque nosotros no podremos hacer nada por ustedes– dijeron los policías federales a los chicos de Ayotzinapa cuando se llevaron una de las camionetas de la minera, a finales de 2014.

Y si a los de Guerrero les ofrecieron casas, a los habitantes de El Oro, todavía el pueblo más importante del Estado de México a principios del siglo XX, otra minera, la segunda más poderosa del mundo, les dieron en comodato un túnel de casi 800 metros y una edificación de madera, para que atrajeran turismo mientras obtenían, silenciosamente, 15 mil hectáreas para explorar en busca de oro y uranio.