Pasaron ocho días, después 15, 20, se cumplió el mes y el olor nauseabundo producto de las aguas negras de más de un metro de profundidad, en algunos lugares de Chalco, no disminuyeron. La ayuda llega por lanchas, pero, a pesar del ejército de trabajadores de distintas dependencias, no es suficiente.
Las familias de las 600 casas, distribuidas en 32 calles, de un municipio de 400 mil personas (de las cuales 1 de cada 4 cuentas con carencia por acceso a la alimentación, de acuerdo a su Plan de Desarrollo) no solucionarán su realidad con cloro y botas de hule. El problema es estructural y multifactorial.
Chalco, el lento avance




El agua subió y la economía va a la baja
La señora María de Jesús Díaz ha tenido que redoblar esfuerzos para hacer llevadero el día a día y ayudar en su casa. Ella se sostiene con un puesto de “chacharas” que no le han permitido poner, pero la necesidad económica y la falta de apoyos la han obligado a salir a vender lo poco que no perdió por el agua sucia. Su familia es un ejemplo de las múltiples carencias posibles en el Estado de México.



Indiferencia frente a la inundación
Alejandro tiene 34 años, es el hijo de María, hace un mes, después de mucho tiempo, consiguió empleo y tiene que asistir a una empresa que, como muchas en las que trabajan sus vecinos, no le permitieron faltar. Los patrones simplemente no creen en la magnitud del problema. Alejandro solo pudo rescatar el trabajar dos de los seis días, desde casa. Las condiciones estaban, pero, por miedo a perder el empleo, decidió asistir.

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