Son las 11:30 de un domingo cualquiera, el encargado del «Circo Daniel Atayde» recién comienza el día, sale lentamente de su gran casa rodante tratando de despertar para atender la entrevista en la que contará cómo es la vida en un circo.
Cristian Daniel Ponce, líder de la familia circense, nos ofrece una silla y nos invita a pasar a lo que para él es su casa, la carpa de su circo.
Originario del estado de Chiapas, Ponce compartió parte de la travesía de su familia, quienes durante cuatro generaciones han llevado alegría y asombro a los rincones del Estado de México. Hoy, en su circo, el espectáculo está a cargo de su esposa, sus hijos, sus nueras y sus nietos, en total, 15 personas.

Los inicios
Daniel Ponce narró cómo fue que él y su parentela dedicó su vida a esta actividad, y recordó cuando junto a sus tres hermanos trabajaban como peones en otros circos, aprendiendo el oficio desde abajo.
Un día, los cuatro decidieron dar un salto de fe y crear su circo, fundaron su propio espectáculo y, hasta hoy, dos de ellos continúan en esta apasionante actividad. En tan sólo cinco años, él ha logrado hacer un negocio exitoso, adquiriendo un tráiler y el famoso Camaro que se convierte en “el automóvil más famoso del mundo Bumblebee”, cuyo valor ronda los 500 mil pesos debido a las adecuaciones.
«Vivir en un circo no es sencillo, pero es una vida completa y alegre.»
A pesar de no contar con una residencia fija, Daniel Ponce y sus hijos se han inscrito en equipos de futbol de los lugares en los que llevan su show, tratan de adaptarse a la comunidad y en ocasiones pagan favores como el acceso al agua potable, con entradas gratis para las familias.
La educación de los niños también es una prioridad y por ahora, los 4 pequeños que andan “de allá para acá” con este circo, toman clases en línea, ya que el Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe) exige al menos 5 menores en cada carpa para enviar a un profesor.
Atayde es un nombre rentado, cuenta el entrevistado, tuvo que juntar dinero para adoptar este famoso nombre, y lo logró gracias a que es un hombre de varios talentos, ya que se desempeña como maestro de ceremonias, animador, lanzador de cuchillos y, en sus inicios, fue payaso.
Sus hijos no se quedan atrás, ellos desafían a la gravedad cada noche en la rueda de la muerte, con motocicletas que giran al unísono en un peligroso ballet.

La realidad de los circos no es fácil
«A cada lugar al que llegamos, tenemos que suministrar energía eléctrica, agua potable y pagar permisos al ayuntamiento para poder utilizar los terrenos,» explica Ponce. Estas estancias pueden durar entre 15 días y un mes, recorriendo municipios como Villa Victoria, Valle de Bravo, San José del Rincón, Atlacomulco, El Oro, e incluso en Zitácuaro, en Michoacán.
Un momento crítico en la historia reciente de los circos fue la prohibición del uso de animales en los espectáculos. «Registramos pérdidas significativas,» admite Ponce. «Tuvimos que vender un camello, valorado en 120 mil pesos, por apenas 40 mil, tuvimos que rematar a nuestros animales, teníamos un león, un tigre y un jaguar»
La necesidad de adaptarse llevó a la familia a reinventar su espectáculo con personajes populares de la televisión, captando la atención de los más jóvenes y ahora deben seguir las tendencias con personajes populares como Barney, la Patrulla Canina, Masha y el Oso, Bumblebee de Transformers, entre muchos otros.
Mientras la familia continúa su viaje, llevando consigo risas y asombro, el espíritu del circo sigue vivo, adaptándose a los tiempos modernos y sosteniéndose sobre los hombros de aquellos que se niegan a dejar caer el telón.

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