“El colapso climático ha comenzado”. Esta afirmación apocalíptica fue hecha hace apenas unos días por el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres. La hizo una vez que se conoció un reporte del Servicio de Cambio Climático de Copernicus, según el cual las temperaturas medias mundiales durante los pasados tres meses del verano boreal (junio-julio-agosto) fueron las más elevadas desde que se tienen registros.
Los datos de Copernicus indican que “la estación de junio-julio-agosto de 2023 fue, de lejos, la más cálida jamás registrada en el mundo, con una temperatura media mundial de 16.77°C”. Eso la ubica 0.66 °C por encima de la media en el periodo 1991-2020. Y fue superior -unas dos décimas- al anterior récord que se dio en 2019. En pocas palabras –sugiere Guterres-, el planeta está en ebullición.
Calentamiento global
Por décadas, estudios científicos han advertido que la actividad humana está elevando la temperatura del planeta de manera muy acelerada. Lo que comemos, cómo nos movemos, lo que vestimos, lo que nos gusta hacer son actividades que están impactando a la Tierra. Por ello, los encargados del Servicio Copernicus sostienen que “los tres meses que acabamos de vivir son los más cálidos desde hace alrededor de 120.000 años. Es decir, desde el principio de la historia de la humanidad”.
Una y otra vez los indicadores nos advierten que la dependencia de combustibles fósiles, el consumo de carne, la forma en que se explota la tierra para producir alimentos, los procesos industriales, la urbanización acelerada y muchas prácticas más, especialmente de los últimos dos siglos, están calentando el planeta.
Han pasado ya varias décadas desde que se advirtió del deterioro de la capa de ozono, de los gases de efecto invernadero, de la crisis hídrica, de la extinción de especies y varios otros procesos que encaminan al planeta a una crisis. Sin embargo, tras la pausa que nos forzó a tener la pandemia de covid-19, las actividades industriales, comerciales, de movilidad y consumo han vuelto a los ritmos que nos llevaron a la temperatura récord de 2019. Y, por ello, este 2023 es ya el año más caluroso en la historia del planeta.
Estragos
El calor en exceso, provocado por la actividad humana, es absorbido por los océanos. Esto conlleva a un aumento de la humedad y eso favorece precipitaciones más intensas y un aumento de la energía disponible para los ciclones tropicales. Lo hemos visto en las últimas semanas: lluvias históricas en el Mediterráneo, en Sudamérica, en Asia, con huracanes más poderosos en América del Norte. Y resaltamos las afectaciones en las ciudades y centros de población en general. Pero debe advertirse que este sobrecalentamiento también afecta a la biodiversidad, lo que amenaza la supervivencia de la fauna y la flora.
Colapso climático
Este proceso sigue su marcha acelerada y los estragos ya los sufrimos. Ahora, de manera paralela, puede advertirse (con base en proyecciones publicadas también de manera reciente por el Banco Goldman Sachs) que para dentro de 25 años la economía del planeta estará dominada por China. Generará un PIB equivalente a 41.9 trillones de dólares, desplazando a los EUA y a potencias como Japón, Canadá, Inglaterra y Francia, que serán mucho menores. Otro país que estará dominando la actividad económica es India, con 22.2 trillones de dólares, según estas proyecciones económicas.
Los países que estarán dominando la economía global no son precisamente los más cuidadosos en materia ambiental. Sus procesos productivos son muy contaminantes y los mercados para sus productos son globales. Nada bueno se augura, pues, para las siguientes tres décadas. Tenemos hoy un llamado de atención más. La ONU ha decidido ponerlo en los términos más alarmantes posibles (dice: “la era del calentamiento global ha terminado, y hemos entrado en la de la ebullición global”), pero parece no haber oídos suficientemente receptivos.