Colgarse o quitar medallas 

Todas las sociedades distribuyen, organizan o califican a sus miembros en función de una jerarquía de prestigio. Un individuo adquiere prestigio en la medida que encarna en sus aspiraciones y comportamientos los valores esenciales de la sociedad a la que pertenece. Una persona prestigiada adquiere una posición preferencial dentro del cuerpo social. Su presencia puede llegar a prestigiar a quienes le rodean, porque sus atributos personales parecen irradiarse en su entorno aunque sea de manera inestable, porque el prestigio siempre está ligado a procesos de competencia (y en las competencias se gana tanto como se pierde). Es necesario entender esto
agosto 17, 2019

Todas las sociedades distribuyen, organizan o califican a sus miembros en función de una jerarquía de prestigio. Un individuo adquiere prestigio en la medida que encarna en sus aspiraciones y comportamientos los valores esenciales de la sociedad a la que pertenece. Una persona prestigiada adquiere una posición preferencial dentro del cuerpo social. Su presencia puede llegar a prestigiar a quienes le rodean, porque sus atributos personales parecen irradiarse en su entorno aunque sea de manera inestable, porque el prestigio siempre está ligado a procesos de competencia (y en las competencias se gana tanto como se pierde).

Es necesario entender esto para colocar en su justa dimensión el debate que ha emergido estos días en México respecto a quienes pueden/deben acercarse a los deportistas exitosos y así obtener (o no ) algo del prestigio que estos ostentan en este momento (quién sabe si mañana). ¿Cuál es básicamente la materia del debate? Son básicamente cuatro elementos: El primero, que un conjunto nutrido de deportistas de diferentes disciplinas acudieron representando a México a los segundos juegos más importantes (sólo detrás de los juegos olímpicos) y obtuvieron, en términos generales, resultados exitosos. El segundo, que el sector deporte no había quedado al margen de los ajustes presupuestales que el actual gobierno federal ha aplicado en aras del ahorro y de evitar el desvío de recursos públicos. El tercero, que en la medida que los triunfos iban llegando y las medallas sumándose hasta alcanzar un registro histórico para el deporte mexicano, en nuestro país crecían las advertencias de que el gobierno no debía siquiera acercarse a dichos deportistas, pues no tenía derecho a ello. Y, cuarto, esos atletas que lograron éxitos deportivos poseen ahora un prestigio que muchos quisieran administrar.

En toda actitud política, lo que beneficie a mi adversario me perjudica a mi y viceversa; esa es la razón por la que muchos apostaban por una mala actuación de los deportistas mexicanos en los pasados Juegos Panamericanos de Lima. Si la cosecha de medallas era pobre, la oposición podía utilizar eso como argumento contra el gobierno (esto no es algo nuevo, se ha hecho siempre).

En el mismo sentido, si hoy se presentó una actuación sin precedentes  a nivel del deporte panamericano, la oposición tiene necesidad de impedir a toda costa que el gobierno se aproxime a esos deportistas (se tome la foto, les estreche la mano o se reúna con ellos) porque el prestigio adquirido por ellos simbólicamente le es transferido. Cosa inaceptable para quienes están en el papel de minar el capital político del gobernante en turno.

Si uno de esos atletas publica una foto en redes sociales, un comentario de agradecimiento, un reconocimiento o algo que se le parezca hacia la autoridad ello transfiere prestigio a esta última. Y, de forma inversa, si un atleta con medalla al cuello (si es de oro mejor) hace una crítica al gobierno su peso es directamente proporcional al prestigio que él adquirió. Pero ¿y de dónde es que viene ese prestigio para los deportistas? De un cierto tipo de sociedad y de valores de la misma en la que el deporte ha sido instituido como practica deseable y admirable. Esa práctica, desde luego se vuelve de interés público y, por ello, demanda intervención del Estado y sus instituciones para prohijarla y alentarla. Esta última es la razón por la cual el gobierno de dicho Estado buscará siempre que se asocie su actuar con el éxito de los deportistas de esa sociedad. Pero también ello explica por qué la oposición hará hasta lo indecible porque no se relacione al gobierno con los éxitos deportivos.

Pero hay un elemento más que debe subrayarse, dijimos al principio que un individuo adquiere prestigio en la medida que encarna en sus aspiraciones y comportamientos los valores esenciales de la sociedad. En nuestra sociedad mexicana un valor esencial es el sacrificio, el superar todos los obstáculos, abrirse camino, redimirse y elevarse sobre todo mundo para ser el mejor es algo que valora en demasía la sociedad. Esos atletas que se gestaron bajo el fuego de la indiferencia social, familiar, gubernamental, que se hicieron a sí mismo y que por merito propio alcanzan la cúspide son los que luego se convierten en referentes de éxito. En ese sentido, esgrimir el argumento de que “ganaron medalla y eso que ni los apoyan” es muy poco sólido para los fines con los que se esgrime, que es impedir que alguien sea salpicado por el prestigio de un deportista así.

Hoy existe en el mundo una muy amplia y compleja red de instituciones que sostienen a las actividades deportivas en planos en los que los atletas pueden –en la medida en que son existosos– adquirir prestigio e irradiarlo hacia sus entrenadores, patrocinadores, promotores, familia, escuela y cuanta entidad pueda ser relacionada con ellos. A ello se debe que todos quieran administrarlo que todos quieran colgarse medallas o quitarlas.

 

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