Dos capítulos trágicos marcan el primer año de gobierno de Delfina Gómez: Texcapilla y Jilotzingo. Treinta muertes que desgarran y ensombrecen. La revuelta de un pueblo que se rebela hastiado de miedo y humillación a los criminales y el aplastamiento de familias enteras de las más pobres entre los pobres. Testimonios ambos de lo mal que todavía estamos en el Estado de México aun con el cambio. Pretender que no duela, que se olvide pronto o soslayarlo, revictimiza y perpetua el daño y el oprobio. No, maestra, que no se olvide.
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Poco se habla de la otra maestra en el gobierno, Trinidad Franco. Quizá tanto o tal vez más poderosa que el mismísimo número 2, Horacio Duarte. Trini, como le llaman quienes la aprecian o le temen, ejerce más allá de la Oficialía Mayor que encabeza. Es muy probable que sea ella quien más influye en las decisiones de la gobernadora. Menudita, pero con una fuerza política impresionante.
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Hay secretarios del gabinete que prácticamente nadie conoce más allá del personal de oficina. A pocos, poquísimos, podrían recordarse por su nombre, por ejemplo, a la secretaria del Campo, a la de Cultura y Turismo, de las Mujeres, Contraloría o al señor militar de Desarrollo Urbano. Como funcionarios públicos son anónimos, por no decir, descortésmente, que insulsos. Poco se sabe de quiénes son, peor, de lo que han hecho.
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El que está como niño en dulcería es Bernardo Barranco. Desde la dirección del Sistema Mexiquense de Medios Públicos, hace lo que más le gusta, política. En su vertiente de analista y opinador, practica todo el tiempo. Valga la metáfora, es un pez en el agua. Habrá a quien le guste y a quien no, pero lo cierto es que el sociólogo y exconsejero del IEEM, autor de “El Regreso al Infierno Electoral”, ha logrado quitarle el óxido y la polilla a la televisora estatal.
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La LXII Legislatura del Estado de México está en condiciones de llevar a los hechos la agenda progresista que amplíe derechos y libertades. También para terminar de desmontar por vía de la ley los resabios de las políticas públicas neoliberales que aún se mantienen en algunas áreas del gobierno, como los expolios llamados Programas de Prestación de Servicio o Alianzas Público Privadas. Si no lo hacen, será porque no quieren o de plano no saben, no porque no puedan.

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