Delfina es la gobernadora constitucional, también quien encabeza el movimiento de transformación en el Edomex, por tanto, lideresa moral y política de Morena en territorio mexiquense. Parecería claro, pero no es así, al menos en algún sector de su partido del que su figura más visible es el reelecto senador Higinio Martínez.
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Higinio opera abiertamente para reinstalar a su operador de confianza, Maurilio Hernández, en el control de la siguiente Legislatura local y, por lo que hace y dice públicamente y en sigilo, está dispuesto a llevar a su grupo de alcaldes, diputados, síndicos, regidores y consejeros, a la abierta confrontación.
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Durante los 10 primeros meses de Delfina como gobernadora, Higinio una y otra vez se ha rebelado a su autoridad política, en los hechos no le reconoce ninguna ascendencia, por eso siempre marca el calificativo de “compañera gobernadora”. El senador parece no superar que haya sido él quien iniciara en la política a la maestra Delfina y al paso del tiempo ella le superara.
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La razón de todo es una disputa de poder, Higinio no tiene ninguna influencia en el Poder Ejecutivo que encabeza la maestra y no le basta con la senaduría y el control de un buen número de territorios municipales, quiere el control del Poder Legislativo local. El caudillismo del senador debería ser inaceptable.
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El asunto es delicado y no tardará en llegar al escritorio de la presidenta electa. Claudia Sheinbaum conoce muy bien a Delfina e Higinio, sin duda la gobernadora es mucho más cercana. Quizá tendrá que ser ella personalmente o encargue a Rosa Icela mediar para poner orden y termine con un diferendo tan inoportuno, tóxico e innecesario para el cambio, y solo explicable desde los mezquinos intereses personales.
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