“Les entra por un oído y les sale por el otro”, resume un vecino de San Jerónimo Chicahualco, en Metepec, ante la falta de respuesta de las autoridades frente a un tiradero de basura que amenaza su tranquilidad y su salud.
Entre montañas de cartón, botellas de plástico, tarimas de madera y chatarra, se ha multiplicado la presencia de roedores, el ruido constante de camiones y el miedo a un incendio. El tiradero, cercado y cerrado con candado, funciona —según los vecinos— como una bodega de materiales reciclables, aunque carece de medidas mínimas de seguridad o control ambiental.
“Ya se cuarteó mi casa. Las bardas se partieron”, relata Óscar Vargas, quien lleva más de 20 años viviendo en la zona. Su vivienda colinda con el terreno donde se almacenan los residuos.
“¿Con quién te vas a quejar? El municipio quisiera arreglar sus baches que tiene mal, sus calles. ¿Tú crees que le van a hacer caso?”, lamenta.
Actualmente, el sitio opera sin regulación, cámaras de vigilancia ni un guardia que resguarde los residuos. Óscar ha visto que entre cinco y siete personas acuden a descargar materiales, sin un horario fijo: a veces diario, otras dos veces por semana.
“Lo más preocupante es que almacenan madera y plásticos, todo altamente inflamable. Con el calor o una chispa podría desatarse un incendio y afectar a las casas”, advierte Emmanuel Ramos, quien llegó al fraccionamiento La Rinconada hace seis meses.
Durante las lluvias recientes, aparecieron ratas ahogadas en las áreas comunes del fraccionamiento. “Imagínate lo que no se ve. Es un foco de infección para personas y mascotas. Hemos reportado, insistido, pero nadie hace nada. No sabemos ni quién es el dueño”, señala.
Frente al tiradero, una funeraria realiza cremaciones que emiten humo constantemente.
“Cuando prenden el crematorio, el olor es insoportable. Ya nos hemos quejado, pero solo clausuraron un tiempo y luego siguieron igual”.
Por lo tanto, la combinación de residuos inflamables, maquinaria pesada y emisiones contaminantes ha convertido a la colonia en un riesgo constante.
“Si hubiera algún tipo de incendio, pues no percibimos que haya algún tipo de sistema de seguridad que lo apague en automático o algo, o sea, nada”, denuncia Emmanuel.
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A esto se suma que recolectores de PET aprovechan el tiradero para obtener más de este material. Con frecuencia, saltan la malla para llenar sus costales con plástico; sin embargo, no solo podrían ingresar al tiradero, sino también al fraccionamiento, lo que genera una sensación de vulnerabilidad entre los vecinos.
“Ha habido personas que se dedican a juntar PET y que, a veces, se brincan para llenar sus costales. Una vez que los llenan, se van. Pero el hecho de que exista esa facilidad para saltarse la malla nos hace sentir vulnerables, porque podrían tener la tentación de hacerlo hacia otro lado”.
Pese a las múltiples quejas presentadas ante las instancias correspondientes por la representante vecinal del fraccionamiento, no ha habido respuesta oficial ni acciones visibles de mitigación.
“La representante del fraccionamiento ha hecho todas las gestiones con aval de todos los colonos. Tengo entendido que incluso se han hecho algunas denuncias ya con algunas instancias, incluso en redes sociales para tratar de hacer un poco de ruido”.
“Si no es posible que se reubique o que finalmente se elimine el tiradero, que sería lo ideal, pues al menos que no metan cuestiones flamables”, insiste. Pero, por ahora, un tiradero de basura, plagas y muchas denuncias siguen acumulándose tras la presencia de este tiradero en San Jerónimo Chicahualco.
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