Desigualdad agravada por la pandemia

Quienes se encontraban en la base de la piramide, con empleos precarios y bajos ingresos serán quienes tengan muchas más dificultades para conservar su empleo

La precarización generalizada del trabajo a nivel mundial, que ya tenía lustros mostrando su rostro más crudo, ha terminado por inclinar la balanza en detrimento de los trabajadores menos favorecidos


El mundo del trabajo ha sido de los más impactados por la pandemia de covid-19. Millones de trabajadores de todo el mundo se vieron precisados a parar, a dejar el empleo o encontrar nuevas maneras de mantenerse laborando. En todo el mundo la principal estrategia para evitar el contagio acelerado de coronavirus fue el distanciamiento social, la cuarentena, retirar a las personas de los espacios públicos y de los lugares de congregación natural de las personas, entre los cuales los centros de trabajo tienen un rol importantísimo.

Tras meses de esta situación, tan sólo entre los países integrantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) se calcula en 54.5 millones de personas que han perdido su trabajo. Igualmente el Fondo Monetario Intercional (FMI) estima que cerca de 100 millones de trabajadores (equivalente a 15% de la fuerza laboral de esas naciones) están en severo riesgo de despido o descanso (obligado) a consecuencia de la condición generada por la pandemia del nuevo coronavirus, SARs-Cov2.

El que las fuentes de empleo se hayan detenido para mitigar los contagios trajo la posibilidad para algunos de trabajar a distancia (haciendo home office o teletrabajo), pero para muchos otros generó la imposibilidad de seguir laborando. Estar en un lado o en otro de este binomio de posibilidades nos indica quiénes han sido los principales perdedores por la crisis de salud mundial.

Los estudios socioeconómicos a nivel macro que han comenzado a publicarse señalan que las personas que se mantuvieron con posibilidades de conservar el empleo mediante el trabajo en casa son aquellos que cuentan con estudios universitarios o de alta especialidad. En contraste, las personas con educación elemental o estudios truncos, que se desempeñan básicamente en empleos de tiempo parcial y que demandan su presencia por tratarse de algún servicio (hostelería, alimentación, construcción, etc.) son los que han perdido su empleo o se encuentran grave riesgo de hacerlo.


Esta desigualdad comienza con el hecho de que más de la mitad de los hogares de los países emergentes y en desarrollo ni siquiera tienen una computadora en casa


Esta condición puede contribuir a la profundización de la desigualdad intergeneracional. Esto quiere decir que un par de jóvenes, con la misma edad, viviendo en la misma ciudad e incluso trabajando para una misma empresa tienen oportunidades distintas de conservar el trabajo: lo hará quien lleva la contabilidad, no así quien asea la tienda. El primero puede trabajar desde casa, el segundo, al estar cerrados los establecimientos es despedido o simplemente se le “descansa”, perdiendo ingreso o incluso el empleo. Evidentemente el segundo tiene un menor ingreso por su trabajo y es más probable que viva “al día” que el primero. Esto es de por sí una desigualdad económica entre miembros de una misma generación, pero que ahora se estaría agravando por la pandemia, al uno conservar su trabajo y el otro perderlo.

Un estudio publicado por el FMI (Who will Bear the Brunt of Lockdown Policies? Evidence from Tele-workability Measures Across Countries), relacionado con la factibilidad del teletrabajo en las distintas economías del planeta, concluye que “el impacto sobre los trabajadores con bajos ingresos y empleos precarios podría ser especialmente grave, ampliando las desigualdades ya existentes en las sociedades”. En general -dice el estudio- los trabajadores del sector de alimentos y hostelería, así como del comercio minorista y mayorista, son los más afectados, debido a que sus trabajos son los que menos posibilidad de trabajo a distancia tienen.

Esta desigualdad comienza con el hecho de que más de la mitad de los hogares de los países emergentes y en desarrollo ni siquiera tienen una computadora en casa y continúa con la intensidad tecnológica del proceso de producción. Todo ello deriva en que sea mucho más fácil el trabajo a distancia en Noruega y Singapur que en Turquía, Chile, México, Ecuador y Perú. De acuerdo con el mismo estudio y sus comparaciones entre países, las mujeres podrían verse especialmente afectadas, amenazando con revertir algunos de los avances en materia de igualdad de género realizados en las últimas décadas. Esto se debe a que las mujeres se concentran de manera desproporcionada en los sectores más afectados, como son los servicios de alimentos y hostelería.

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Es muy probable que la actual situación se extienda por varios meses más, muchas empresas e instituciones optarán por continuar con la posibilidad del trabajo en casa, quienes tienen más posibilidades de llevar a cabo estas actividades son quienes ya de por sí era más favorecidos en ingresos desde antes de la pandemia. En contraste, quienes se encontraban en la base de la piramide, con empleos precarios y bajos ingresos serán quienes tengan muchas más dificultades para conservar su empleo. En consecuencia millones de personas caerán en la pobreza o agravarán su situación hasta la pobreza extrema.

Justamente la precarización generalizada del trabajo a nivel mundial, que ya tenía lustros mostrando su rostro más crudo, ha terminado por inclinar la balanza en detrimento de los trabajadores menos favorecidos. En este sector de la población es en donde deben enfocarse los esfuerzos públicos y privados para paliar los efectos causados por la pandemia.