Educación a distancia: la batalla por la atención

Sin optimismos ni pesimismos desmedidos, lo que toca esperar es que esta etapa termine tan pronto como la emergencia epidemiológica lo permita

Representantes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) estiman que, a causa de la pandemia por Covid-19, la educación en el mundo está sufriendo el “mayor trastorno” en la historia. Los cálculos señalan 1,600 millones de escolares, de todos los niveles, afectados a lo largo y ancho del planeta. En más de 190 países en el mundo las escuelas cerraron de manera inesperada y en la mayoría persiste la incertidumbre sobre cuando volverán a abrirse las puertas.

Hace dos semanas, ante el inminente reinicio del ciclo escolar en México, para la educación básica, señalamos en este mismo espacio algunas de las cosas que podrían estar incidiendo en la reanudación de labores a distancia. Pasado mañana reinicia labores la Universidad Autónoma del Estado de México, máxima casa de estudios de nuestra entidad, lo cual motiva algunas reflexiones, sobre todo a partir de los días transcurridos en esta primer semana de “nueva normalidad” en la educación en el país a nivel básico. 

Hay que decirlo: la transición hacia nuevas plataformas de aprendizaje, virtuales o a distancia, no ha sido nada tersa y mucho menos armoniosa. Más bien ha llegado a ser complicada y hasta frustrante. Confusión en canales y horarios, conexiones inestables, responsabilidades poco claras, desánimo, materiales no presentes, entre otros elementos han brotado por todas partes a lo largo de estos primeros días de experiencia de “la nueva normalidad” escolar.


Confusión en canales y horarios, conexiones inestables, responsabilidades poco claras, desánimo, materiales no presentes, entre otros elementos han brotado por todas partes a lo largo de estos primeros días de experiencia de “la nueva normalidad” escolar


El problema principal, me parece, es la batalla por la atención de los estudiantes. En las aulas uno de los logros principales de los docentes es generar el proceso gracias al cual el estudiante identifica los estímulos importantes e ignora los estímulos irrelevantes: que pongan atención. Sin la atención, la mente de cualquier persona está muy propensa a naufragar en un agitado y confuso océano de estímulos. Los dispositivos escolares basados en el aula están planeados, precisamente, para facilitar la atención de los estudiantes; pero, ahora, con la modalidad de educación a distancia, los escolapios, puestos frente al televisor, el ipad, el teléfono celular o la computadora, difícilmente logran poner atención más de unos cuantos minutos.

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Cuando los padres (o abuelos) están al pendiente de ellos, una de las batallas principales es conseguir que estén atentos a lo que se les transmite. Por su parte, aquellos profesores que imparten clase a través de videoconferencia, igualmente están en una tremenda lucha por conseguir y conservar la atención de los estudiantes. Lo anterior es diezmado, además, por el incipiente dominio de las aplicaciones y plataformas, así como por infinidad de imponderables, como la inestable conexión a internet y ese incómodo silencio que se hace entre sus alocuciones y las respuestas (cuando las hay) de parte de los estudiantes. Lo anterior sin contar que (mayoritariamente) el lenguaje que se emplea por parte de ellos es el del aula y no siempre el de las plataformas empleadas (leguaje televisivo o multimedia).

El lenguaje del aula es muy complejo, porque amalgama la disposición de los espacios, los tiempos, los roles, la preparación, la actitud, la autoridad y un sin fin de elementos que intervienen en las interacciones entre profesor y estudiantes. Todo ello se encuentra ausente o, por lo menos, trastocado con la modalidad de clases que ahora se tienen en este ciclo escolar extra-ordinario. 

Por lo que hace al lenguaje televisivo o al de internet son igualmente complejos, pero implican otros elementos. En el caso de la televisión su lenguaje está basado en una muy peculiar articulación de imagen y sonido para generar una re-presentación de la realidad, pero, además el receptor televisivo está instalado (comunmente) en la intimidad del hogar, y quien lo observa está precisamente condicionado por la intimidad (que incluye los objetos y actores de todos los días, la mayoría ajenos al proceso de aprendizaje: la mascota, los hermanos, los ruidos domésticos, etc.), en tanto que la televisión permanentemente realiza una apelación personal. Nada mas alejado de las comunidades de aprendizaje que se buscan generar en las aulas escolares.


Lo que estamos viviendo ahora en términos educativos es absolutamente anormal


Por lo que hace a los dispositivos móviles, una de sus características particulares en lo que toca a los usos habituales que se les dan es la navegación entre contenidos. Así es, el saltar de un sitio a otro, el acceder de forma casi azarosa a contenidos y avanzar a base de innumerables clicks que impiden estar mucho tiempo en un solo sitio hace que su uso para tomar una clase de una o más horas, resulte “antinatura” en relación con estas características.

De tal suerte que, lo que estamos viviendo ahora en términos educativos es absolutamente anormal. Los resultados pueden ser, por ahora, poco cercanos a lo que se espera de la escuela tradicionalmente. Los más pesimistas dirán que es una pérdida de tiempo y que sólo las cosas mejorarán cuando se vuelvan a abrir las escuelas. Los más optimistas señalarán la enorme oportunidad que se presenta para llevar hasta sus últimas consecuencias la idea de que los estudiantes aprendan a aprender, más allá de la obligatoriedad de los deberes escolares, ahora que se ven obligados a aprender lejos de las aulas. 

Sin optimismos ni pesimismos desmedidos, lo que toca esperar es que esta etapa termine tan pronto como la emergencia epidemiológica lo permita y desde ese espacio “normal” del proceso enseñanza-aprendizaje se comience a trabajar en la construcción de condiciones que permitan mantener dicho proceso, en caso de que llegara a ocurrir una emergencia como la que ahora vivimos en el futuro. Prepararse para futuras y probables contingencias desde la escuela sería lo ideal.