El milagro de la vida

(Tercera parte)   Hago un llamado a que todas las personas del mundo alcen su voz y hablen en nombre de este planeta, nuestro único hogar.  Cuidemos de la Madre Tierra para que pueda seguir cuidando de nosotros, como la ha hecho durante milenios, Ban Ki-moon. Retomemos una de las principales ideas de la semana […]

(Tercera parte)

 

Hago un llamado a que todas las personas del mundo alcen su voz y hablen en nombre de este planeta, nuestro único hogar.  Cuidemos de la Madre Tierra para que pueda seguir cuidando de nosotros, como la ha hecho durante milenios, Ban Ki-moon.

Retomemos una de las principales ideas de la semana pasada.  En la era del petróleo, todo se acelera.  Mientras más se desarrolla el mundo más aumenta la sed de energía.

La semana pasada el Jeque de Dubái estuvo en México.  Dubái es un fenómeno impresionante de la era del petróleo.  Existe como lo conocemos gracias a las inconmensurables ganancias del petróleo.  Gracias a la riqueza que le proporciona el petróleo tiene capacidad de alterar los ecosistemas que lo rodean, en una forma hasta hace tiempo inimaginable,

Dubái tiene pocos recursos naturales, pero con el dinero del petróleo puede importar millones de toneladas de todo tipo de recursos, incluidos los humanos, para hacer lo que quiera.  Es el lugar donde se puede hasta lo imposible, como crear islas artificiales en el mar.  Construye bosques de rascacielos cada vez más altos, mientras consume sin límite la energía contenida en bosques, selvas y mares, muchos de ellos ubicados a miles de kilómetros de distancia.  Dubái no tiene campos, pero puede importar su comida; no tiene agua, pero puede desalar el agua del mar a un precio energético considerable y edificar los rascacielos más altos del mundo, tiene sol a mares, pero ignora las placas solares, no ha apostado, hasta ahora, por la generación de energía verde; el mundo entero no para de asombrarse ante este tótem de una modernidad absoluta. Es el nuevo faro de todo el dinero del mundo… nada parece más alejado de la naturaleza que Dubái y a su vez depende absolutamente de ella.

En contraste, su vecino Arabia Saudita, enfrenta el hecho de que el sueño de una agricultura industrial se está agotando, el agua fósil de la que depende se agota.  Hay infraestructura para extraerla… pero el agua ya no está… 500 millones de seres humanos viven en los desiertos.  Son más que los habitantes de toda Europa.  Saben el valor de los recursos porque los que tienen son escasos.  Solo tienen agua que les proporcionan pozos de agua fósil que se acumuló en el suelo cuando la lluvia caía en los desiertos, tiene 25 mil años.  Saben cómo usarla sacando su máximo provecho.  Esta agua ha permitido extender los cultivos para alimento.  Usarla tiene un precio muy alto porque el agua fósil no se renueva.

El modelo adoptado para construir ese pasmoso fenómeno que es Dubái es un modelo altamente extractivo.  Su sola existencia, en los términos actuales, es una de las mejores pruebas de que la humanidad no ha tomado consciencia de que estamos agotando lo que la naturaleza nos ofrece, que no podemos seguir extrayendo impunemente recursos al ritmo que lo hacemos ahora, más temprano que tarde pagaremos las consecuencias.  Las predicciones de muchos científicos para el fin de este siglo, se hacen realidad cuando nos acercamos a la mitad de su segunda década…

 

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@10aRegiduriaTol