Hoy en México hay mucho más migrantes internacionales que nunca antes en la historia. Se cuentan por cientos de miles y la mayoría declara tener como destino final los Estados Unidos de América (EUA), pero una buena parte se quedarán acá. Proceden de Centro y Sudamérica, África y Asia, principalmente. De acuerdo con la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), “cifras sin precedentes de migrantes vulnerables transitan por toda la región”.
Para decirlo con números, la OIM reporta que en lo que va de este año más de 390 mil personas han llegado, por tierra, desde Venezuela y Ecuador (cruzando “la peligrosa selva del Darién”) hasta Panamá. Luego buscarán llegar hasta la frontera con México, cruzar por territorio de Guatemala o Belice y seguir su ruta a lo largo de todo el territorio mexicano para llegar a los EUA.
De acuerdo con testimonios recabados entre migrantes, tal travesía puede llevarles meses. Durante todo este tiempo no solo agotan sus escasos recursos financieros, sino que se ven sometidos a condiciones de alto riesgo por distintos frentes: salud, violencia, extorsión, abuso de autoridad, trata de personas y un largo etcétera. Entre estos miles de personas viajan familias enteras e incluso menores no acompañados.
Justo por esta razón, porque esos cientos de miles de personas que en estos últimos meses están caminando por territorio nacional, buscando llegar a EUA, son también seres humanos, es que se trata de una emergencia humanitaria. Las circunstancias que han motivado a esta gente a poner en riesgo todo, su vida misma, para cambiar de lugar donde vivir son tan complejas que es difícil tipificarlas.
La OIM hizo hace apenas unos días un llamado urgente “a los gobiernos de Centroamérica y México para que cooperen en el abordaje de las necesidades humanitarias inmediatas de las personas en movimiento”. Es decir, se trata de una emergencia: la gente está muriendo, está quedando herida, mutilada, está siendo asesinada, privada de su libertad con fines de trata.
El diagnóstico de la misma OIM indica: “los agentes impulsores de la migración son complejos y van desde factores económicos y sociales hasta desafíos ambientales y políticos. Muchos de esos agentes impulsores se han intensificado por las repercusiones socioeconómicas de la pandemia de COVID-19, por eventos climáticos extremos recientes y por la agitación política en los países de origen. El fenómeno climático de El Niño, que ya fuera anticipado, amenaza con exacerbar aún más estas condiciones, haciendo que potencialmente muchas más personas tomen la decisión de migrar”.
No es un problema más. Es quizá el más urgente en esta parte del continente desde hace ya un rato. Y no es responsabilidad exclusiva de una persona o un gobierno. Emergencias como esta son demasiado grandes como para que cualquier nación pueda atenderlas aisladamente. EUA no puede simplemente cerrar su frontera y ya; México no puede dejarlos a su suerte; Guatemala y Belice no pueden simplemente ignorarlos; Venezuela, Cuba o Haití no pueden desentenderse; los países africanos y asiáticos, de donde llegan muchos miles, no pueden deslindarse por la distancia geográfica.
Es un problema de todos. Infortunadamente, no se aprecia una intención por coordinar los esfuerzos para atenderlo. Cada país, cada gobierno tiene su agenda en torno de este tema y los intereses geopolíticos lo contaminan todo. EUA no va a transigir en sus intentos de mantener bloqueados a Cuba y Venezuela en aras de abonar a su mejora económica y poner así un freno al éxodo. Honduras, Guatemala, el Salvador, Nicaragua no parecen dispuestos a coordinarse entre sí y con México para atender los ríos de gente que cruzan por sus respectivos territorios.
Y, en medio de todo esto, seres humanos, de todas las edades, de distinto género y origen étnico, están en condiciones de vulnerabilidad extrema justo aquí, en los alrededores de nuestras ciudades, tratando de abordar un tren, moverse por un autobús sin que los bajen o sencillamente caminando por donde creen estar más a salvo. Algunos lo hacen cargando a sus hijos, en pareja o de manera solitaria. Todos son seres humanos, que no se nos olvide. La mayoría, sin duda, busca trabajar y ganarse la vida en condiciones menos adversas.
El problema no va a desaparecer porque lo ignoremos o no se hable de él, o porque el muro en EUA ahora sea más alto y más extenso, o porque dejen de gobernar Maduro, Díaz-Canel o Bukele en sus respectivos países. Esto es más grande y va en aumento.