La farsa del debate

La farsa del debate
A la mayoría de la población no le importan las propuestas que parten del desconocimiento que tienen de la realidad

Los últimos días hemos escuchado mucho a los políticos hablar y gritar sobre los debates y la importancia que tienen, o no, para la toma de las decisiones. Vaya arrogantes, siempre queriendo ver a los ciudadanos como personas a las que hay que decirles qué hacer, como si no tuvieran capacidad de razonamiento.

Aclaremos paradas, los de abajo sabemos que no se trata de decidir entre quién es la mejor opción para dirigir al Estado de México. Nuestros derechos ciudadanos están acotados a elegir entre dos personas que nos imponen los partidos políticos, en virtud del sistema construido por ellos mismos.

Fuera máscaras, prácticamente el 50 por ciento de la población de la entidad se debate entre la pobreza y la pobreza extrema. Mientras que la «élite», los gobernantes, los de arriba, los que no tienen más méritos que ser amigos, familiares o cómplices, disfrutan de lo arrebatado al pueblo.

No necesitamos escucharlos en un show montado para saber que los ciudadanos y los no ciudadanos nos debatimos diario entre la vida y la muerte por culpa de un sistema que prolija la desigualdad, privilegia las pertenencias sobre los valores, exaltando el tener sobre el ser.

En esta desigualdad social reside la principal explicación del abstencionismo. A la mayoría de la población no le importan las propuestas que parten del desconocimiento que tienen de la realidad.

Las mujeres tienen certeza de que su vida e integridad están en riesgo a diario; los trabajadores y estudiantes saben que en cualquier momento serán asaltados en el transporte público; el chófer, que será extorsionado por el o la de tránsito; la madre de familia, que le quitarán la despensa o el apoyo si no asiste a los eventos o no pone una vinilona en su domicilio.

Todo eso en un marco de impunidad, para saber eso no se necesita ver o escuchar un debate.

Para el resto solo queda de momento el voto para iniciar el cambio, pero también puede ser lo contrario, si la necesidad es mucha, la voluntad es poca, es comprensible.

La corrupción y la impunidad no solo roban el presente, arrebatan la esperanza, no lo permitamos, para ello no se requiere depender de la farsa de un debate, se requiere actuar y el cuatro de junio es una buena fecha para hacerlo.