De acuerdo con las estadísticas y el imaginario popular, estar en la calle implica un mayor riesgo de robo que permanecer en casa; sin embargo, esto ha cambiado. Hoy en día, el fraude se ha consolidado en México como el principal delito del que las personas reportan haber sido víctimas en el último año.
Según los registros del INEGI, el fraude se ha instalado en 19 estados de la República como la principal actividad criminal, superando con creces a la extorsión y al robo en el transporte público. Así lo reveló la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe) 2024, dada a conocer hace unos días.
¿Es sorprendente que el fraude ocupe ese primer lugar? No tanto si se considera la gran cantidad de actividades que la gente realiza en línea hoy en día, desde aplicaciones o plataformas a las que se han trasladado muchas tareas cotidianas: desde comprar la despensa o pagar servicios, hasta conseguir pareja. Todas estas actividades en el mundo virtual colocan a las personas en una posición de vulnerabilidad.
Como parte de la explicación que ofrece el propio INEGI sobre estas cifras, se señala que el fraude es una actividad muy compleja y crece «cuanta más actividad electrónica tengamos en la compra y adquisición de bienes, así como en las transacciones comerciales y financieras».
No es novedad para nadie que, durante la cuarentena provocada por la pandemia de Covid-19, trasladamos muchas actividades al mundo de Internet y a los teléfonos celulares. Tampoco es nuevo advertir las limitadas capacidades que mucha gente había desarrollado para moverse de forma segura en el ciberespacio. Sin embargo, poco a poco nos acostumbramos a comprar, vender, pagar y trabajar en línea, lo que generó una gran cantidad de oportunidades para quienes se dedican a engañar a las personas. Ya sea haciéndose pasar por otra persona o institución, u ofreciendo productos y servicios inexistentes, los defraudadores buscan a quienes se «descuidan» para sacar algún provecho. El robo de identidad, el uso indebido de datos personales y el hackeo de cuentas, entre otras «linduras», propician situaciones en las que alguien resulta defraudado.
La misma encuesta del INEGI señala, además, que casi nadie presenta una denuncia formal de estos delitos ante las autoridades ministeriales. Esto los ubica en la categoría de «cifra oculta», ya que se trata de actos delictivos que las personas sufrieron, pero decidieron no reportar a la autoridad (ya sea porque lo consideran una pérdida de tiempo o porque no confían en las autoridades). Según la Envipe: «los delitos de fraude y extorsión registraron los porcentajes más elevados de cifra oculta, con 97% y 96.7%, respectivamente».
La sorpresa, la confusión, el desconocimiento y el engaño son algunos de los recursos de quienes defraudan. Envían correos electrónicos con «trampa», simulan llamadas de instituciones bancarias, se apropian de los datos de una tarjeta para realizar cargos u ofrecen productos o servicios inexistentes y solicitan pagos vía transferencia. Estas acciones han llevado a este tipo de delitos a ocupar el primer lugar en prevalencia en el territorio nacional.
Adicionalmente, la mencionada encuesta revela que en 10.6 millones de hogares (27.5% del total del país), al menos uno de sus integrantes fue víctima de algún delito. Este porcentaje fue similar al de 2022. No obstante, al comparar con 2022, en 2023 la tasa de prevalencia disminuyó en 4 entidades federativas, aumentó en 7 y no tuvo cambios en 21. En 2023, las tasas más altas se registraron en el Estado de México, con 32,971 delitos; Aguascalientes, con 32,798; y la Ciudad de México, con 32,497. Mientras tanto, las tasas más bajas se reportaron en Oaxaca, con 13,274; Chiapas, con 14,139; y Michoacán, con 14,993.
Esta encuesta, que el INEGI realiza periódicamente, permite identificar que la actividad delictiva alcanzó un pico en 2014 (41,655 delitos por cada 100 mil habitantes), luego disminuyó en 2015 (35,497) y volvió a repuntar en 2017. Después de eso, la tendencia fue a la baja, pero a partir de 2022 se revirtió y en 2023 se alcanzó una tasa de 33,267 delitos por cada 100 mil habitantes. Esto significa que la cifra de 2023 fue la segunda más alta en los últimos cinco años.
La novedad, entonces, es que ahora se puede ser víctima de un delito «desde la comodidad de casa». ¡Mucho ojo!

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