Héctor Herrera es uno de los futbolistas más ilustres del fútbol mexicano. Con 35 años de edad, forma parte de esa generación dorada que ilusionó a todo un país durante la década pasada y que dejó huella tanto en Europa como con la camiseta nacional.
Su historia comienza en Rosarito, Baja California, un 19 de abril de 1990. Entre olas, arena y la calma de una ciudad costera, creció un niño que se enamoró del fútbol muy temprano, mientras otros surfeaban o pescaban, él jugaba con la pelota como si ahí estuviera su destino.

De Rosarito a Pachuca: los primeros pasos
En su infancia, uno de los primeros retos fue el bullying. Su aspecto físico era objeto de burlas constantes: apodos como “Dumbo” pesaban en su día a día. Él mismo bromeaba con operarse de grande. Más adelante, llegó a ser llamado “Ribéry” a manera de burla, aunque terminaría por parecerse más de lo que todos imaginaron: como el francés, forjó una carrera de élite a punta de talento, resiliencia y coraje.
En aquella época, Baja California aún no tenía una presencia relevante en el fútbol profesional. Su camino comenzó en la cantera del Pachuca, semillero histórico de talentos. Pasó por filiales como Tampico Madero, Venados de Magdalena Contreras y CD Cuautla entre 2008 y 2009, jugando en tercera división. En Tampico, ya en segunda, su calidad llamó la atención: Pachuca lo integró de lleno al primer equipo.

Londres 2012: el oro que cambió su destino
Su debut en la Liga MX llegó en julio de 2011 ante Santos Laguna. Su impacto fue inmediato. Herrera fue nombrado Novato del Año y su futuro apuntaba a Europa sin escalas.
Antes de marcharse, dejó una página dorada en la historia del fútbol mexicano: fue parte de la selección olímpica que conquistó la medalla de oro en Londres 2012. Aquella generación venció a la Brasil de Neymar en la final y se consagró como una de las más queridas y prometedoras del país.

Te puede interesar: Luan García, el hombre que firmó la 11
Porto y Atlético: forjando una carrera de élite
En 2013, tras disputar la Copa Confederaciones en Brasil, el Porto anunció su fichaje. Fue el inicio de una historia larga y brillante con los Dragones Azules.
En Portugal disputó más de 240 partidos, acumulando más de 18 mil minutos de juego. Marcó 35 goles, dio 35 asistencias y apenas fue expulsado una vez en seis años. En 2016 vivió su momento más difícil: un error en un partido clave frente al Benfica —concediendo un tiro de esquina— generó críticas feroces. Estuvo en el ojo del huracán.
Pero el fútbol da revanchas. Con el cambio de entrenador, llegó también un nuevo comienzo. Retomó el nivel y se volvió pieza clave. Ganó dos Supercopas, una Liga, y fue nombrado el Mejor Jugador del Porto en 2015. También fue capitán, líder natural y ejemplo para jóvenes en la institución.
Su siguiente destino fue uno de los clubes más exigentes de Europa: el Atlético de Madrid. En una liga dominada por Real Madrid y Barcelona, Herrera encontró su lugar en el engranaje del Cholo Simeone. Aunque no fue titular indiscutible, sí aportó experiencia y temple. En la temporada 2020-2021, el Atleti rompió la hegemonía y se coronó campeón. HH levantó el título de liga más competido del mundo.

De la Selección al regreso
Con la Selección Mexicana fue inamovible durante años. Participó en tres Copas del Mundo (2014, 2018 y 2022), ganó una Copa Oro y, por supuesto, fue parte del oro olímpico. En Brasil 2014, vivió su mejor momento con el Tri, en un equipo que rozó la hazaña ante Países Bajos. Su generación hizo soñar a todo un país.
En 2022, como muchos mexicanos en el cierre de su carrera europea, eligió la MLS. Houston se convirtió en su equipo, donde ganó una copa, ya como figura consagrada. En 2024 volvió a cruzarse con un equipo mexicano: el Deportivo Toluca lo enfrentó en Leagues Cup y avanzó en penales. Sembrado estaba el futuro.

Lectura obligada: Alexis Vega no es perfecto, es como nosotros
El infierno, su último fuego
Llegó el verano de 2024. Su destino parecía bifurcarse entre el retiro, un regreso a Pachuca o el salto a otro reto. Fue entonces cuando apareció Toluca, que apostó por su liderazgo y experiencia. Más de diez años después, HH regresaba a México.
Su llegada no fue con bombo ni platillo, pero su peso en el vestidor fue inmediato. En lo físico ya no era el mismo, pero su inteligencia táctica, voz de mando y sabiduría lo convirtieron en una figura clave dentro del grupo. Como brújula silenciosa, fue mentor de muchos en el camino hacia la ansiada estrella 11.
Y así, después de tantos años, volvió a levantar un título en su tierra. No pudo ser con Pachuca, pero el destino le regaló la gloria con los Diablos Rojos, donde encontró un nuevo hogar, una nueva historia y, quizá, el cierre perfecto para una carrera de leyenda.


Síguenos