Un aluvión de interrogantes rodea las circunstancias de la catástrofe del Boeing malasio 777, en territorio de Ucrania, mientras Occidente intenta capitalizar la tragedia en una feroz campaña contra Rusia y reforzar sus resortes de influencia sobre el conflicto ucraniano.
A casi una semana del siniestro que acabó con la vida de 298 personas, entre ellas, 85 niños, crece el torrente de versiones, sin que ninguna apunte a un esclarecimiento de las circunstancias que condujeron a esa tragedia.
Probablemente antes del fin de semana, expertos británicos consigan descifrar las llamadas cajas negras del avión comercial, pero faltarían las consideraciones de los especialistas en aviación, como parte de las investigaciones técnicas en el sitio de la tragedia.
Sin embargo, el gobierno de Ucrania impuso a la opinión pública nacional e internacional su versión desde las primeras horas del suceso.
El presidente Piotr Poroshenko declaró de inmediato que no fue un accidente casual, sino una acción terrorista, señalando a las milicias del Donbass, en cuyo territorio bajo su control se estrelló el Boeing malasio.
La comunidad militar y expertos de aviación en Rusia creen que la nave comercial fue abatida por un misil aire-aire o por un sistema de alta precisión tierra-aire como los complejos coheteriles Buk-M1.
Kiev insiste en que las milicias efectuaron un disparo con el propósito de derribar el avión, y hacen extensiva la responsabilidad a Moscú por el supuesto apoyo a los rebeldes.
Mientras, la inteligencia de Estados Unidos alega que las autodefensas al parecer dieron en el blanco por un error, pero no renuncia a culpar a Rusia sin poner sobre la mesa las evidencias.
Todos los que de una forma u otra nos culpan no han presentado las pruebas de una presunta implicación en el desastre aéreo, comentó durante un debate televisado el director general del Centro de Coyuntura Política, Serguei Mijeev.
Los estadounidenses, dijo, anunciaron de una manera escandalosa que poseían información, pero rehúsan presentarla, con los pretextos habituales.
Mijeev reconoció que la campaña de guerra informativa contra Rusia cobra nuevos giros, mientras que los europeos acrecientan la retórica de sanciones adicionales con el intento de afectar sectores económicos específicos.
A su juicio, tales acciones tienen un carácter político y preconcebido, de ahí que cabe esperar que el factor "Boeing" operará por largo tiempo, en una manera de justificar cualquier presión sobre Rusia.
Unido a ello, para analistas y expertos del ramo, Ucrania no ha despejado ni una sola interrogante en torno a lo que ocurrió el 17 de julio, en la región de Donetsk, a unos 60 kilómetros de la frontera con Rusia.
No pocos observadores aquí asocian la catástrofe a una acción planificada de la cual el mando ucraniano pudo sacar ventaja para entretener a las milicias y revertir las derrotas sufridas, principalmente en el frente de Lugansk, donde quedaron cercadas las tropas por esos días.
El piloto emérito y Héroe de la Unión Soviética Igor Volk opinó que Kiev se apresuró a culpar a los milicianos y a Rusia, pero mantiene silencio del porqué no pudo garantizar una normal trayectoria del avión y no se cerró el espacio aéreo ucraniano, cuando en tierra tienen lugar cruentos combates.
Volk coincidió con otros especialistas en que las autoridades ucranianas deben explicar a qué se debió el cambio de ruta del Boeing 777 del corredor habitual a un poco más al norte.
Rusia mostró evidencias de que hubo actividad de baterías antiaéreas ucranianas muy próxima a la zona donde cayó la nave, subrayó.
A su juicio, pudo ser una acción planificada por Estados Unidos y Reino Unido -su aliado más cercano- frente al giro de la situación en Ucrania y con un Ejército prácticamente cercado, con poco tiempo para cumplir la misión de recuperar esos territorios, por lo que dieron ese paso bárbaro y salvaje, consideró Volk en un análisis del acontecimiento.
En su visión, Estados Unidos no revelará ninguna prueba que culpe a Kiev, porque al presidente Barack Obama le hace falta Ucrania y Crimea para cercar a Rusia.
Hoy los norteamericanos están perdiendo a Ucrania y harán cualquier cosa para revertir ese cuadro, sostuvo el veterano piloto soviético.
Para el jefe del centro de entrenamiento de vuelos y subdirector del Instituto estatal de investigaciones de la aviación civil, Ruben Esayan, algo ocurrió ese día en el aire que la tripulación no tuvo tiempo para preservar la vida de los pasajeros ni comunicarse con tierra.
El piloto de primera clase de la compañía Aeroflot Andrei Litvinov opinó que la falta de respuestas de Ucrania por el contenido no revelado de la conversación entre el expedidor local y la tripulación concita muchas dudas y preocupaciones.
De otro lado, expertos creen que una dilación en el inicio de las investigaciones podría conspirar contra la calidad de los resultados y su objetividad. De un lado, por las condiciones ambientales y climáticas, y de otro, por las presiones políticas sobre el curso de las pesquisas.
Rusia insiste en que el proceso de indagación debe llevarse de la mano de la Organización Internacional de la Aviación civil.
Unido a los factores de cambio del corredor por el Boeing malasio, y el despliegue en tierra de sistemas Buk en las agrupaciones ucranianas, aparecieron otros elementos como la presencia en la misma trayectoria de un avión ucraniano de combate Su-25, lo cual niega Kiev.
Interrogantes que comprometen
Entre los datos revelados esta semana por el Ministerio de Defensa de Rusia figura la detección por los denominados "medios de control objetivo" de un caza ucraniano Su-25 a una distancia de tres a cinco kilómetros del avión malasio, movimiento registrado desde el Centro de Observación en Rostov, cerca de la frontera.
Según el sargento general y jefe de la dirección operativa del Estado Mayor General Andrei Kartapolov, el caza bombardero tiene capacidad para volar a 10 kilómetros de altura y está artillado con misiles aire-aire tipo R-60, los cuales pueden alcanzar un objetivo de cinco a 12 kilómetros de distancia.
El oficial agregó que en el momento del desastre fue detectado por ese corredor un "objetivo aéreo" que sobrevoló el sitio del siniestro durante unos cuatro minutos.
Los datos corroboraron que la nave comercial se desvió unos 14 kilómetros de la ruta indicada al volar sobre Donetsk y comenzó a perder velocidad a unos 51 kilómetros de la frontera con Rusia. Desde ese momento hasta su desaparición de las pantallas de los radares transcurrieron tres minutos.
Solo después del descifrado de los registros del avión podrá conocerse la causa del desvío de su curso inicial, precisó Kartapolov durante la presentación de los datos.
Imágenes satelitales del Ministerio de Defensa confirmaron asimismo el emplazamiento de tres o cuatro divisiones de sistemas Buk- M1 por las agrupaciones antiaéreas ucranianas hacia el territorio controlado por las milicias y cerca de 60 medios técnicos de combate.
Se detectó asimismo intensa actividad de las estaciones de radiolocalización de los radares Kupol-MI 9S18, componentes claves de los complejos coheteriles, entre el 15 y el 17 de julio.
Coincidió también, el mismo día y hora de la catástrofe, la trayectoria de un aparato experimental de factura estadounidense para detectar lanzamientos de misiles, sobre las regiones del oriente ucraniano.
Estados Unidos no ha revelado las fotografías satelitales de la cartografía realizada sobre el territorio observado por el spútnik, según reclaman los militares rusos.
La figura del oligarca y gobernador de Dniepropetrovsk Igor Kolomoiskyi emerge como otra de las piezas en el rompecabezas por su estrecha conexión con los hilos del poder en Ucrania y con Occidente.
Se cree que el magnate, quien financia los batallones paramilitares que combaten en el oriente del país, pudo dar la orden al servicio de control aéreo de Dniepropetrovsk.
Por lo pronto, las circunstancias extremas que rodean el entorno de la investigación, bajo coordinación de Holanda, no eliminan las suspicacias ni el margen de resultados, sesgados de antemano.
*Corresponsal Jefa de Prensa Latina en Rusia
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