Una vez más, Huixquilucan queda expuesto como uno de los municipios donde los capos y el crimen organizado eligen vivir. Lo anterior, tras la identificación y caída de Óscar Noé Medina González, alias “El Panu”, jefe de seguridad de Iván Archivaldo Guzmán y objetivo prioritario de la DEA. El caso no es un hecho aislado, sino parte de un patrón que se repite desde hace casi dos décadas.
Desde la masacre de 24 albañiles en 2008 hasta este episodio reciente, Huixquilucan ha operado como refugio y espacio estratégico para personajes de alto perfil buscados tanto por la DEA como por el FBI.
Mientras el discurso panista presume “buen gobierno” y denuncia pactos ajenos, los hechos exhiben una ceguera institucional. Esta ha permitido a capos del narcotráfico vivir y operar en la zona sin mayores obstáculos.
Huixquilucan: búnker de los Beltrán Leyva
Alfredo del Mazo (PRI) y Enrique Vargas del Villar (PAN) comparten un historial incómodo. Bajo sus administraciones como alcaldes, el municipio funcionó como santuario del narcotráfico.
La demarcación dejó de ser únicamente un clúster de lujo para convertirse en un centro operativo donde figuras criminales se movían entre el blindaje de Interlomas y la presunta complicidad de la policía municipal.
Durante la gestión de Alfredo del Mazo (2009–2012), la zona operó como patio trasero de Gerardo Álvarez Vázquez, “El Indio”. Y de José Jorge Balderas Garza, “El JJ”, operador cercano a “La Barbie”.
Posteriormente, Huixquilucan sirvió como base de operaciones para “El Pelacas”, pieza clave en la reconfiguración criminal que conectó al Cártel de Sinaloa con el CJNG tras la caída de los Beltrán Leyva.
Por su parte, el periodo de Enrique Vargas del Villar (2016–2021) coincidió con el ascenso del Cártel Nuevo Imperio. Una escisión sinaloense que echó raíces en la zona y que, de acuerdo con reportes federales, mantiene presencia activa hasta hoy.
Los 24 de La Marquesa
El 12 de septiembre de 2008, el hallazgo de 24 cuerpos en el paraje San Isidro Tehuantepec, en La Marquesa, detonó una investigación que reveló conexiones directas con el crimen organizado.
Las víctimas eran albañiles originarios de Veracruz e Hidalgo que residían en Huixquilucan.
Sobre el móvil del crimen existen dos versiones principales:
La ejecución por reclamar pagos tras la construcción de presuntos “narco-túneles”.
La confesión de “El Compayito”, quien aseguró que los Beltrán Leyva los confundieron con sicarios de La Familia Michoacana y los asesinaron para no dejar testigos del error.
El crimen ocurrió durante la administración de Adrián Fuentes Villalobos, quien más tarde fue diputado local y secretario durante el gobierno de Eruviel Ávila.
Entre los detenidos figuraron el sicario Raúl Villa Ortega, “El R”, y el comandante policial Antonio Ramírez Cervantes. Sin embargo, a casi dos décadas de los hechos, el caso sigue marcado por la ausencia de sentencias definitivas.
Peña y Calderón: combinación letal
Durante el gobierno estatal de Enrique Peña Nieto y la presidencia de Felipe Calderón, Huixquilucan se convirtió en un punto de fricción entre autoridades.
Ante la sospecha de que la policía municipal servía a los Beltrán Leyva, la Marina y la entonces SSP federal operaron con hermetismo, marginando deliberadamente a las autoridades locales.
El caso de “La Barbie”
Édgar Valdez Villarreal llevaba una vida pública en el Club de Golf Interlomas, donde habitaba una mansión valuada en tres millones de dólares, hasta su captura en agosto de 2010.
La caída de “El Indio”
El Ejército intervino directamente en el municipio para detener a Gerardo Álvarez Vázquez, tras un enfrentamiento que reveló la existencia de laboratorios de metanfetaminas en la zona.
“El Panu”: el eslabón actual
El patrón de impunidad se repite en el presente. Óscar Noé Medina González, alias “El Panu”, jefe de seguridad de Iván Archivaldo Guzmán y buscado por la DEA. Fue identificado como el hombre asesinado el pasado 21 de diciembre.
A pesar de supervisar el tráfico de fentanilo para “Los Chapitos”, eligió Interlomas como residencia, bajo la fachada de un empresario hotelero sinaloense. Su estancia no fue fortuita: el municipio ofrece un ecosistema de omisión que permite a este tipo de perfiles operar sin ser cuestionados.
La ceguera institucional como sistema
El historial de Huixquilucan confirma que el crimen organizado elige su domicilio con base en el mapa del poder. La ceguera institucional del municipio no parece un accidente, sino una constante.
El bastión panista sostiene un discurso de bienestar económico que, en los hechos, ha funcionado como refugio privilegiado para algunos de los generadores de violencia más buscados del mundo.
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