El avance de la ultraderecha en América Latina es consecuencia directa de la incapacidad de los gobiernos progresistas para transformar las estructuras profundas del poder económico y social, coincidieron intelectuales y dirigentes indígenas durante un encuentro zapatista celebrado por el 32 aniversario del alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
En el seminario “Pirámides, de historia, de amores y, claro, desamores”, el economista Carlos Aguirre Rojas afirmó que, pese a los discursos de justicia social y a la expansión de programas asistenciales en países como Venezuela, Brasil, Chile, Argentina, Bolivia y México, la estructura capitalista permaneció intacta. “La pirámide no fue tocada; al contrario, creció y se fortaleció”, sostuvo.
El académico subrayó que incluso los proyectos que se asumieron como herederos del llamado “socialismo del siglo XXI” no lograron erradicar la violencia estructural: persisten abusos contra pueblos indígenas, feminicidios, criminalización de la protesta social y desigualdad. Ese vacío, advirtió, ha sido capitalizado por fuerzas autoritarias que canalizan el desencanto social.
Aguirre Rojas lanzó una alerta específica para México. Señaló que el alineamiento del Gobierno con Washington y la falta de reformas estructurales podrían reabrir la puerta a un giro conservador, incluso bajo administraciones que se presentan como progresistas, en un contexto marcado por la presión política de Donald Trump en Estados Unidos.
Desde otra arista, el sociólogo Raúl Romero abordó el uso político de la historia por parte de las élites para someter a los pueblos y borrar memorias colectivas. Casos como Ayotzinapa y los conflictos contemporáneos en Gaza, Ucrania y Venezuela, dijo, muestran cómo la negación de la memoria deriva en impunidad. “Un pueblo sin historia pierde identidad y se vuelve fácilmente dominable”, advirtió.
El encuentro cerró con la intervención del Subcomandante Insurgente Moisés, quien llamó a fortalecer la organización comunitaria en el campo y la ciudad. Frente al avance de la ultraderecha y la crisis de los proyectos progresistas, el zapatismo propuso formas de gobierno desde lo común, sin jerarquías ni partidos, como vía de resistencia frente al capitalismo.
La discusión dejó una conclusión incómoda para la izquierda regional: sin cambios estructurales, el péndulo político seguirá inclinándose hacia opciones autoritarias, alimentadas por el desencanto de quienes fueron convocados al cambio y solo encontraron continuidad.

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