La temporada de caza controlada en el municipio de Lerma dio inicio en este mes de noviembre y concluirá en febrero de 2016. En promedio, las autoridades ambientales permiten la extracción de 40 mil patos para la caza deportiva en la localidad.
Durante la temporada, el Estado de México recibe a cazadores de varias partes del mundo. Año con año miles de patos emigran de Canadá y Estados Unidos a México.
Las Ciénegas del río Lerma albergan gran cantidad de aves y vegetación silvestre. En la actualidad este ecosistema es un referente mundial para la práctica de este deporte.
En el reportaje de la periodista Paola Ramos para Sin Embargo, detalla que “en el país la caza deportiva corresponde al uno por ciento de esta industria [Turismo] y, sólo durante la temporada del año pasado (2014), dejó ingresos estimados en más de 160 millones de dólares según cifras oficiales.” http://www.sinembargo.mx/04-10-2015/1465792
Las Ciénegas de Lerma es posiblemente el lugar con mayor riqueza natural del Valle de Toluca y uno de los últimos lagos naturales del centro del país que mantiene un ecosistema de millones de años de antigüedad. Se estima que en la zona habitan más de 300 especies de plantas y animales, algunas en peligro de extinción.
La SEMARNAT entrega cada año unos 700 cintillos para la cacería de unos 40 mil patos durante el periodo de noviembre a febrero en la denominada “época hábil”:
“Las épocas hábiles de aprovechamiento extractivo sustentable[…]en áreas de distribución específica, son fechas que la Secretaría establece como referente para los técnicos responsables de la operación de las UMA, esto de conformidad con lo dispuesto en el artículo 94 de la Ley General de Vida Silvestre y 112 de su Reglamento”
La cacería deportiva es un tema polémico que causa posturas divididas, existe un debate entre la comunidad científica y los activistas ambientales. Los primeros destacan que la caza controlada promueve la conservación del hábitat y la especie debido a la derrama económica que deja en las poblaciones donde se lleva a cabo la actividad. Esto estimula a los locatarios conservar el hábitat para seguir percibiendo las utilidades que ofrece la cacería.
Por otra parte, los grupos de protección animal y asociaciones ecológicas argumentan que es absurdo pensar que la vida y el sufrimiento de un ser vivo pueda convertirse en un negocio, y que, de existir un verdadero interés en la conservación, se aplicarían otro tipo de medidas.
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