Por más de 30 años, las inundaciones han sido una constante en San Mateo Atenco, municipio del Estado de México. Aunque algunos vecinos reconocen que el nivel del agua desciende con mayor rapidez, las anegaciones persisten cada temporada de lluvias. En este recuento, habitantes relatan cómo enfrentan un fenómeno que, lejos de desaparecer, se ha vuelto parte del paisaje.
La alerta cotidiana
Un comerciante establecido en el centro del municipio recuerda que, hasta hace poco, el agua tardaba días en retirarse. Hoy, gracias a mejoras en el sistema de alcantarillado, el drenaje suele completarse en cuestión de horas. Sin embargo, el temor permanece. Cada temporada, los locatarios vigilan con atención el nivel de las coladeras. Cuando el agua comienza a subir, levantan mercancías, improvisan diques y se preparan para evacuar.
Aunque las autoridades han prestado apoyo en algunas emergencias, los comerciantes aseguran no haber recibido protocolos claros para enfrentar las lluvias. “La peor inundación me llegó a las rodillas”, relata uno de ellos, con más de tres décadas en la zona.
“Ahora baja más rápido, pero cada vez que el agua sube, las ventas se desploman”.
Solos frente al agua
Otra comerciante, con 23 años de experiencia en el municipio, coincide en que apenas desde hace dos años el agua se retira con mayor rapidez. Pero advierte que los vecinos siguen sin estar preparados para la temporada. “Nunca nos han dado un plan de emergencia”, lamenta. Recuerda haber pasado la madrugada bajo un puente, esperando a que el nivel descendiera. “El agua entra a las casas, a los negocios, y nadie del gobierno aparece”.
Además, denuncia que la basura arrojada en la vía pública contribuye al colapso de coladeras y agrava el problema. “Deberían multar a quienes tiran desechos en la calle. Por más obras que digan haber hecho, la situación sigue igual”.
La comerciante enumera pérdidas recientes en zonas como San Pedrito y una unidad habitacional cercana, donde se dañaron electrodomésticos, muebles y alimentos.

La obra que no ayudó
En una farmacia del barrio, otra vecina relata que, pese a las promesas de las autoridades y a la inversión millonaria en infraestructura, las soluciones no han funcionado. “Construyeron un cárcamo y un sistema de bombeo, pero seguimos igual”, asegura. “Ese dinero mejor lo hubieran repartido entre los vecinos para levantar nuestras casas”.
Con seis años en el negocio y más de tres décadas viviendo en la zona, recuerda la primera gran inundación:
“El agua nos llegaba a la cintura y salía por la taza del baño. Desde entonces, nada ha cambiado. Nos organizamos entre vecinos, construimos compuertas y muros. Somos nosotros quienes evitamos que el agua entre a las casas”.
Para ella, el problema comenzó cuando se entubaron los flujos naturales del agua.
“Desde entonces nos inundamos cada año. No esperamos nada del gobierno. Siempre es lo mismo”.

Un riesgo crónico y sin solución
Las lluvias también acarrean riesgos sanitarios. Las corrientes arrastran basura y desechos orgánicos que generan malos olores y focos de infección. Los vecinos critican que la actual administración municipal, encabezada por Ana Muñiz Neyra, no haya distribuido insumos básicos de limpieza, como cloro, una práctica habitual en gobiernos anteriores.
El Atlas de Riesgos 2024 confirma la gravedad del problema: más del 40% de los habitantes identifica las inundaciones como la principal amenaza, por encima de la delincuencia. En barrios como San Pedro, San Lucas o San Nicolás, la cifra se eleva al 80%.

Los datos históricos refuerzan la preocupación. En 1903 y 1928, las crecidas destruyeron gran parte de las viviendas ribereñas. Entre 1998 y 2005 se registraron 28 episodios de inundación, un promedio de cinco por año. En 2006, el agua alcanzó hasta 60 centímetros en las zonas oriente y sur del municipio, lo que obligó a activar el Plan DN-III-E y solicitar recursos del FONDEN.
El informe señala que la población percibe acciones municipales centradas únicamente en la emergencia, sin continuidad ni seguimiento. Menos del 20% ha participado en simulacros o actividades preventivas organizadas por Protección Civil. Solo el 30% conoce la ubicación de los albergues temporales, y muchos temen acudir por riesgo de saqueos.




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¿De quién es la culpa?
Según el estudio, el 56% de los vecinos cree que es responsabilidad del gobierno resolver el problema, aunque un 28% reconoce que prácticas como tirar basura en las zanjas lo agravan. Aun así, el 68% considera que la solución pasa por infraestructura: desazolve, mejora de drenajes y sistemas de bombeo.
Las cifras más recientes son alarmantes. En colonias como Isidro Fabela y Guadalupe, el agua ha superado el metro de altura. Unas 2.942 personas viven en zonas de riesgo. Cada temporada de lluvias es un recordatorio de que, pese a los recursos invertidos, la solución definitiva sigue sin llegar.
En caso de emergencia, los números de contacto son:
Emergencias generales: 911
Protección Civil Toluca: 722 212 0909


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