Investigación sobre desaparición de los 43 normalistas revive negligencias de la PGR y complicidad del ejército

Investigación sobre desaparición de los 43 normalistas revive negligencias de la PGR y complicidad del ejército
En el fragmento del libro “Jaque a Peña Nieto y su imperio de corrupción” (Harper Collins 2021), publicado por Julio Astillero, se señalan las responsabilidades de ambas instituciones

El estancamiento de las investigaciones sobre la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa es sólo un efecto del “cúmulo de graves deficiencias funcionales y jurídicas”109 que en su momento presentó la Procuraduría General de la República (PGR), encabeza­ da por Jesús Murillo Karam y encargada de llevar a cabo las inves­ tigaciones, cuya actuación —según establece la CNDH— puso “en evidencia que el actual modelo estructural y operativo de esa instan­ cia federal está agotado…”, señala el  capítulo del libro de Jesús Lemus titulado Los 43, vergüenza que no se olvida.

De acuerdo con el libro la PGR de Enrique Peña Nieto se des­empeñó bajo el mismo modelo de corrupción que le legó el gobier­no de Felipe Calderón, en el que, por gestiones de Eduardo Tomás Medina ­Mora Icaza, Arturo Chávez y Marisela Morales Ibáñez, que técnicamente fueron subordinados de Genaro García Luna, la PGR se dedicó a proteger a diversos cárteles de las drogas, entre ellos los de Sinaloa, de los Beltrán Leyva y de La Familia Michoacana, ligados todos ellos en el caso de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

“la PGR fue negligente y la Sedena cómplice, no sólo por omisión sino por acción, al haber colaborado con la entrega de los estudiantes a miembros del crimen organizado para que corrieran la suerte que todavía no se esclarece”.

El recuento del caso

El libro coloca como punto de partida la situación de los grupos criminales y sus disputas en Gerrero.

En Tixtla, los grupos de Los Rojos y Los Ardillos se dividieron, luego de que el grupo de Alfredo Beltrán Guzmán, conocido como el Mochomito, hijo de Alfredo Beltrán Leyva, el Mochomo, comenzó a disputar el control del cártel a su tío Héctor Beltrán Leyva, el H, debi­do al liderazgo cada vez mayor que adquiría dentro de la organización criminal la esposa este, Clara Elena Laborín Archuleta, la Señora.

En medio de ese descontrol dentro del Cártel de los Hermanos Beltrán Leyva, surgió el grupo comandando por los hermanos José, Leonor, Mateo, Ramón y María del Carmen Nava Romero, que se apropiaron del control de Los Rojos, iniciando así una guerra abierta contra Guerreros Unidos y sus aliados de La Familia por la recuperación del municipio de Iguala.

Para encarar las acciones de Los Rojos, los integrantes de Gue­rreros Unidos se aliaron con un grupo delincuencial local conocido como Los Pelones, fundado por los hermanos Mario y Alberto Pi­neda Villa, quienes fueron ejecutados en 2009. Pero el grupo siguió operando bajo la instrucción de la hermana de los líderes fundadores, María de los Ángeles Pineda Villa, esposa del que en ese entonces era alcalde de Iguala, José Luis Abarca.

En el tiempo en que desaparecieron los 43 estudiantes normalistas, al frente de las operaciones del grupo de Los Rojos, en Iguala, estaba Omar Cuenca Marino, alias el Niño Popis, apoyado por Santiago Ma­zari Hernández, quien controlaba ya el estado de Morelos. En el mu­nicipio de Tixtla, a Los Rojos los encabezaba Antonio Reyna Castillo, alias la Borrega, todos ellos protegidos por el coordinador de la Policía Federal en el estado de Guerrero, Omar García Harfuch, un hombre que, a su vez, fue protegido de Frida Martínez Zamora, la misma que llegó al equipo del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, por recomendación directa de Genaro García Luna.

Por lo que hace al grupo de Guerreros Unidos, cuando se dio la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa, el líder de esa organización criminal era Sidronio Casarrubias Salgado, alias el Chino, que logró extender la presencia del Cártel de La Familia Michoacana en los municipios de Iguala, Cocula, Huitzuco, Tepe­ coacuilco, Tetipac, Taxco, Buenavista, Eduardo Neri y Apaxtla.

En esas circunstancias, el 26 de septiembre de aquel 2014, en pun­to de las 17:30 horas, el grupo de autogobierno tomó la decisión de enviar a seis grupos de alumnos para que secuestraran igual número de autobuses, toda vez que se requerían 15 unidades para transportar a todos los estudiantes a la manifestación conmemorativa de la masacre del 2 de octubre y sólo se contaba con nueve. Los alumnos salieron de la normal y se dirigieron a la central de autobuses de Iguala, donde por la fuerza se apropiaron de las seis unidades: tres autobuses de la empresa Costa Line, marcados con los números económicos 2012, 2510 y 2513; dos de Estrella de Oro, con los números 1531 y 1568, y uno más de Estrella Roja, con el número económico 3278; estos he­chos se registraron entre las 21:00 y las 21:30 horas de ese día.

El error no calculado de los normalistas fue apropiarse de dos unidades prohibidas: al menos los camiones 1531 y 1568 eran utili­zados por el grupo de los Guerreros Unidos para el trasiego de goma de opio y, en el momento en que los estudiantes se los llevaron, ya contenían la carga de estupefacientes, estimada en un mínimo de 23 kilogramos de goma de opio transportada en el camión 1531, y entre 50 y 60 kilogramos de la misma sustancia que iban ocultos en el com­partimento de carga de la unidad 1568, según refiere una fuente del Cártel de La Familia Michoacana.

Por tal motivo, desde la central de autobuses de Iguala se dio la voz de alerta al líder de los Guerreros Unidos, Sidronio Casarrubias Salgado, el Chino, avisándole del robo de las dos unidades en las que iba la carga que en el mercado de las drogas representaba un valor total superior a los 500 mil pesos. La fuente consultada presume que el Chino pensó que el robo de las dos unidades —que su organiza­ción empleaba para el trasiego de drogas desde La Montaña hacia la Ciudad de México— había sido obra del grupo de Los Rojos, por lo que movilizó a sus aliados Los Pelones para recuperarlas y ejecutar a quienes se habían apoderado de ellas.

El líder de Los Pelones en ese tiempo, Gildardo López Astudillo, el Gil, informó de lo sucedido a María de los Ángeles Pineda Villa, quien a su vez se lo comunicó a su esposo, el presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca. El alcalde Abarca instruyó a Felipe Flores, director de la policía de ese municipio, para que se diera a la tarea de cazar a los secuestradores de los autobuses.

De esa forma, entre las 21:40 y las 22:10 horas de esa noche del 26 de septiembre, patrullas del Ejército y de la policía municipal de Iguala detuvieron el convoy formado por los autobuses Costa Line 2012 y 2510, y Estrella de Oro 1568, sobre la esquina que forman las calles de Hermenegildo Galeana y Leandro Valle. Al autobús Estrella de Oro 1531 lo detuvieron patrullas de la Policía Federal y de la poli­cía municipal de Iguala justo debajo del puente conocido como “Del Chipote”, luego de haber circulado por la calle Juan N. Álvarez, donde dio vuelta a la derecha para incorporarse a la avenida Aldama y en­ filar hacia la carretera federal Iguala ­Chilpancingo, todavía dentro de la zona urbana de Iguala.

Después ya no hay certeza de lo que sucedió. Los estudiantes que viajaban en los camiones Costa Line 2012 y 2510 fueron liberados, mientras que los 43 que viajaban a bordo de los camiones Estrella de Oro 1531 y 1568 desaparecieron misteriosamente. De acuerdo con la versión de la fuente al interior del Cártel de La Familia Michoacana, a los estudiantes de estas dos últimas unidades los subieron a varias patrullas, tanto de la policía municipal de Iguala como de la Policía Federal y del Ejército, y los trasladaron a las instalaciones del 27o Ba­tallón de Infantería de la Sedena, donde presuntamente los torturaron y ejecutaron, y desaparecieron sus cuerpos.

‘Jaque a Peña Nieto y su Imperio de Corrupción’

El libro de reciente publicación también hace otras revelaciones entre ellas la que sería la cifra mínima del saqueo durante el sexenio de Enrique Peña Nieto la cual asciende a 100.000 millones de pesos, asegura la investigación del periodista Jesús Lemus.

Para el autor, el expresidente mexicano «se encuentra en una encrucijada», en jaque, «es difícil que se pueda mover», por dos razones.

La primera es que sigue en marcha la investigación en Estados Unidos contra el general Salvador Cienfuegos, que «seguramente también va a tocar» a Peña Nieto. La segunda es la próxima consulta para enjuiciar a los expresidentes, así lo dio a conocer en entrevista a Julio Astillero.