¿Ir en serio contra el comercio ambulante?

Tras el zafarrancho que este fin de semana se produjo en el centro de la ciudad de Toluca, entre vendedores ambulantes y personal del Ayuntamiento de Toluca que buscaban retirarlos del lugar, el alcalde, Fernando Zamora, dijo –por enésima ocasión- que va con todo contra el comercio ambulante. ¿Qué significaría esa declaración si fuera dicha […]

Tras el zafarrancho que este fin de semana se produjo en el centro de la ciudad de Toluca, entre vendedores ambulantes y personal del Ayuntamiento de Toluca que buscaban retirarlos del lugar, el alcalde, Fernando Zamora, dijo –por enésima ocasión- que va con todo contra el comercio ambulante.

¿Qué significaría esa declaración si fuera dicha en serio? Bueno, no es tan sencillo como parece. No basta con mandar dos o tres inspectores y unas patrullas a quitarle sus raspados al señor de la esquina o pedirle “amablemente” a la señora que vende flores de calabaza a que se retire o será “remitida”. Hay que poner en perspectiva el tema.  De acuerdo con las cifras del INEGI, 57.8% de toda la población que trabaja en este país lo hace en el sector informal y, en su conjunto, generan 23.7% de toda la riqueza que se produce en el país (PIB).

Al desglosar estas cifras resalta el hecho de que 1 de cada 3 personas que trabajan en la economía informal son comerciantes. En efecto de ese tamaño sería el problema del comercio informal en México. Estamos hablando de millones y millones de personas que viven en torno de esa actividad. Para el caso de Toluca estamos hablando de miles y miles.

Cuando uno recorre la ciudad, prácticamente no hay calle sin la presencia de un comerciante informal, que incluye desde la señora que saca su mesa con dulces, la que vende tamales, el que vende fruta, el del triciclo con pan, el que en la cajuela de su auto ofrece pizzas, y un larguísimo etcétera. ¿De qué problema estamos hablando entonces? Pues del tipo de actividades económicas que es posible realizar en nuestra sociedad para poder vivir. Y cuando digo posible incluye las condiciones materiales, financieras, ecológicas, tecnológicas, políticas, legales y humanas.  “Ir en serio contra los ambulantes” quizá no sea la cuestión sino ir en serio contra las condiciones que hacen que la actividad que la gente puede hacer para subsistir en esta sociedad es dedicarse al comercio informal.

Si el problema es enfrentado sólo como una cuestión técnica consistente en que las calles y banquetas estén libres de personas que comercian cosas, ello no es una solución realmente. El alcalde es, en palabras llanas, una persona que se postuló a un cargo consistente en administrar una ciudad. Tras ganar la elección su gestión de esa responsabilidad queda claro que puede derivar en casi cualquier cosa; algo amorfo, esclerótico, falso, hueco y poco funcional, si el enfoque a los problemas es simplista y maniqueo.

En este fenómeno, como en todos los que tienen que ver con lo público, es necesario poner en el centro del problema la vida de las personas, en todas sus dimensiones, no sólo en la dimensión formal de política urbanística, ocupada de las banquetas, las calles y los automóviles. Atender el problema del comercio informal es necesario pero no es fácil.