El hallazgo de las narcofosas en Tenango y Ocoyoacac revela crudamente el grado de impunidad con el que actuaban en el pasado inmediato los delincuentes y la pudrición del sistema estatal de seguridad y justicia. Nuestra realidad en el Estado de México no es mejor ni distante a la de Sinaloa, Tamaulipas, Guanajuato o Michoacán, eso es lo que nos arroja a la cara este escabroso asunto, ya de suyo es estrujante, quizá no tanto como el insolente silencio que ha guardado al respecto el gobierno. Esconderse en la omisión es cobarde e irresponsable.
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El sentido patrimonialista con el que algunos miembros de la burocracia dorada defienden el poder es patético. Se creen dueños del gobierno, que les pertenece y solo ellos pueden ejercerlo. Son tan cínicos como torpes en el uso de las instituciones para defender sus colores. Es increíble que no se le haya denunciado, al menos hasta el momento. Hacen trampa descaradamente, confiados en que no puede tocárseles. Juegan con fuego y comprometen la tranquilidad política y jurídica de su jefe, de quien lo puso allí y hasta ahora ha sido el de mejor comportamiento.
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Parece increíble la displicencia oficial con el tema económico. Están tan embelesados con el asunto político que da la impresión de que todo lo demás les vale un comino. Está por terminar febrero y las cifras de crecimiento del año pasado deben estar listas. ¿Alguien sabe algo del secretario de Desarrollo Económico, Pablo Peralta? Quizá todo su tiempo lo ocupe entre los negocios familiares y preparar la entrega. Para muchos de ellos, este gobierno ya terminó. Eso sí, seguirán cobrando sus quincenas hasta septiembre. Son insufribles.
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Era obvio que el asunto iba a reventar en cualquier momento. El tic tac de la bomba mediática se ha activado para dar a conocer el escandaloso enriquecimiento de algunos empleados y amigos del gobernador Alfredo del Mazo. Son expedientes bien documentados, armados con paciencia durante largo tiempo, con la obvia finalidad de infligir un gran daño político y promover castigo.
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Es increíble, oprobiosa, la impunidad con la que se desplaza en el sur del estado Silverio Martínez Hernández, alias Fierros, jefe regional de la mafia de “La Familia”. Es común verlo en las plazas públicas armado alardeando de libertad, a pesar de que es uno de los delincuentes presuntamente más buscados, señalado como uno de los autores de la masacre de 13 policías en Coatepec Harinas. En Sultepec, por ejemplo, todo mundo sabe dónde encontrarlo, menos la policía.