La carga del sobrepeso 

  En este mismo espacio, hace ya  más de cuatro años, publicamos un comentario bajo el título “El problema energético de a deveras”. En dicha colaboración planteábamos la difícil situación que enfrenta nuestro país respecto a la energía química que ingerimos en forma de alimentos. Básicamente compartíamos en aquel momento la inquietud sobre el tipo de energía que en forma de alimentos sostiene a la sociedad mexicana, en qué cantidades, de qué calidad y de dónde proviene. ¿Qué estamos comiendo y por qué? era la pregunta clave.   Los datos disponibles para aquel momento indicaban que los mexicanos en términos
octubre 14, 2019

 

En este mismo espacio, hace ya  más de cuatro años, publicamos un comentario bajo el título “El problema energético de a deveras”. En dicha colaboración planteábamos la difícil situación que enfrenta nuestro país respecto a la energía química que ingerimos en forma de alimentos. Básicamente compartíamos en aquel momento la inquietud sobre el tipo de energía que en forma de alimentos sostiene a la sociedad mexicana, en qué cantidades, de qué calidad y de dónde proviene. ¿Qué estamos comiendo y por qué? era la pregunta clave.

 

Los datos disponibles para aquel momento indicaban que los mexicanos en términos generales ingerimos alimentos procesados: las ventas de productos de harina horneada, lácteos, comida chatarra y bocadillos se habían triplicado o cuadruplicado, al igual que las bebidas refrescantes (nuestro consumo per cápita superaba 163 litros al año). México es desde hace ya varios años uno de los diez principales productores y consumidores de alimentos procesados en el mundo. Este proceso se aceleró tras la firma del TLC en 1994, pues desde entonces la industria de alimentos procesados ha invertido en el país más de 10 mil millones de dólares.

 

En suma, las tendencias no eran nada alentadoras, pues coincidían con lo que el Relator Especial para el Derecho a la Alimentación de la ONU advertía desde el inicio de la década: “Las políticas comerciales que operan actualmente favorecen una dependencia mucho mayor de alimentos muy procesados y refinados con larga vida en anaqueles en vez del consumo de alimentos más perecederos y frescos, en particular fruta y vegetales…”

 

Así es, desde hace varios años enfrentamos una auténtica emergencia de sobrepeso y obesidad que hoy nos es confirmada mediante el más reciente estudio hecho por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y cuyos resultados se condensan en el informe “La pesada carga de la obesidad-La economía de la prevención”. De acuerdo con dicho documento, dado a conocer hace unos días, en la actualidad más de la mitad de la población de 34 de los 36 países que integran la OCDE padece sobrepeso y casi una de cuatro personas es obesa. Las tasas medias de obesidad en adultos en los países de la OCDE han aumentado desde el 21% en 2010 hasta el 24% en 2016. Pero en el caso de México estamos por encima: hemos llegado a un porcentaje de población con este tipo de problemas de 28.9%. Eso ha tenido varias consecuencias, la primera una reducción de 4.2 años en la esperanza de vida; la segunda destinar aproximadamente a 8.9% del presupuesto total del sector salud para atender a estas personas; y, el tercero, una reducción de 5.3% del PIB.

 

De hecho, el estudio de la OCDE ubica a México en la peor posición de entre los países estudiados. Japón está al frente, con un impacto realmente menor en el PIB por los problemas de obesidad entre su población; en tanto que, de la región latinoamericana, México enfrenta problemas más severos que cualquier otro de los países incluidos en la investigación.

 

De acuerdo con las estimaciones del referido estudio, los niños con un peso excesivo obtienen peores resultados escolares, se ausentan más de las aulas, el riesgo de que sufran acoso escolar se triplica. Igualmente, si logran acceder a estudios superiores,  sus posibilidades de conseguir una titulación universitaria son menores, así que en general este tipo de chicos con problemas de obesidad, al llegar a la edad adulta, las posibilidades de encontrar un empleo se reducen en casi 10% y cuando están ocupadas son menos productivas y proclives a ausentarse y tener problemas de salud.

 

Lo dijimos en el año 2015 y lo reiteramos ahora: el problema energético “de a deveras” en nuestro país pasa primero por la carga energética que nos echamos a la boca y ya después por cómo nos iluminamos y qué combustible quemamos.

Síguenos

PUBLICIDAD

BOLETÍN

Únete a nuestra lista de correo

Como tú, odiamos el spam