La oposición debe ser útil

La oposición debe ser útil
Un buen gobernante puede terminar haciendo cosas no convenientes para todos debido a una oposición débil.

La oposición es necesaria y debe ser útil.  Según los principios de nuestro sistema político, la diversidad de posturas es reconocida y se organiza en partidos, mismos que son tutelados constitucionalmente. En pocas palabras, son “entidades de interés público”, a las que se les reconoce jurídicamente y se les asigna presupuesto.

Pero debe saberse que, en la historia mundial de los sistemas políticos, ha habido aquellos que practicaban el ostracismo, el encarcelamiento o la simple aniquilación de las posturas opuestas al gobierno. Desde la antigua Grecia hasta las monarquías europeas, pasando por las dictaduras militares, han existido y perviven sistemas políticos en donde la oposición no es permitida.

Pero en el nuestro no solo está permitida legalmente, sino que es alentada y apoyada con dinero de todos, por eso hay que exigirle que sea útil. La principal utilidad de los partidos políticos es permitir que la ciudadanía participe en la vida política, que se interese y tome acción en los asuntos de interés público.

Miles de millones de pesos se les asignan año con año a todos los partidos políticos con registro (local o federal) para garantizar que siempre haya pluralidad en las visiones políticas. Pero no solo se trata de visiones, también se trata de acciones.

Acción política

La acción política básicamente consiste en influir en las voluntades de las personas. ¿Y esto para qué? Con el objetivo de que ocurran cosas: de que se construya una obra, que se dote de servicios públicos a una comunidad, de que se ponga en marcha un programa, etcétera.

Habiendo voluntades sumadas es como algo puede tener lugar. Pongamos un ejemplo: si una persona o un grupo de ellas concibe la idea de que para no padecer de escasez de agua sería conveniente tener sistemas colectores de agua de lluvia en cada casa, necesitaría influir en la voluntad de un número importante de personas para que eso dé resultados. ¿Y cómo puede influir? Tiene la opción de ir casa por casa a platicar del tema, puede organizar juntas vecinales para exponer la idea, puede exponer su tema en foros públicos o presentar una iniciativa al gobierno. En estas distintas escalas, podría tratar de influir en la voluntad de las personas; si lo logra, será esa voluntad unida la que logre que esa idea se cristalice y dé resultados.

Esa misma idea puede generarse desde el gobierno y le sería más fácil influir en la voluntad de las personas, pues tiene los medios y recursos para ello. Pero si ni gobierno ni ciudadanos conciben e impulsan la idea, son los partidos políticos los que pueden tomar la iniciativa. El concepto de “promover la participación del pueblo en la vida democrática”, que está en la constitución como finalidad de los partidos políticos, debe entenderse como proactividad en beneficio de todos.

La proactividad para beneficiar colectivamente requiere trabajo de organización, de gestión, de construcción de iniciativas, proyectos, de debate público para impulsarlos. Vaya, requiere trabajo político. Esa es la labor que le toca a los partidos políticos en lo general, pero a los de oposición en particular. A estos últimos se les debe exigir que trabajen políticamente para tomar acción encaminada a beneficiar al colectivo. Debemos pedirles iniciativas, proyectos, movilización, perseverancia y congruencia.

Si los partidos que no están en el gobierno reciben el presupuesto público, es para que hagan ver y escuchar posturas distintas a la del gobernante en turno. Pero esas posturas deben estar articuladas en ideas propositivas, de lo contrario, no son oposición sino estorbo. No se les financia para entorpecer, sino para enriquecer.

El debate público sobre temas de interés general necesita argumentación y no ruido. La deliberación para legislar necesita enriquecimiento de las iniciativas, no su bloqueo. La administración de programas necesita vigilancia y no boicot. La planeación para el desarrollo necesita ideas no descalificación. La aplicación de la ley necesita colaboración y no encubrimiento. Podríamos seguir, porque el trabajo político consiste —como ya lo dijimos— en fluir en la voluntad de las personas para que ocurran cosas que beneficien colectivamente.

Son amplias y diversas las áreas en las que una oposición debe actuar para justificar su existencia y garantizar su financiamiento. En México, por décadas tuvimos un sistema político dominado por un solo grupo, la oposición tuvo que ir arrancando pequeñas concesiones para transformar el sistema. Como resultado de ello y de otros factores confluyentes, se invirtieron los papeles y quienes antes detentaban el control del aparato gubernamental hoy son la oposición. Como tal, deben asumir su papel de presentar alternativas, de enriquecer las iniciativas, de vigilar el ejercicio del gobierno y aportar a la solución de problemas. Si o hacen todo eso, son poco útiles.

No es solo en época de elecciones cuando tienen que hacerse presentes. Es en esa temporada en la que deben canalizar todo el trabajo político que debieron hacer cotidianamente. Incluso en los años en que no hay elecciones, ellos reciben financiamiento público; tienen oficinas, espacios en los medios de comunicación, vehículos; sus cuadros políticos cobran como parte de los órganos de representación política. En suma, tienen espacio e infraestructura para hacer labor política, pero ella debe ser útil.

Lamentablemente, hemos visto que están en el proceso de aprendizaje y estamos pagando las consecuencias de ello. No tenemos trabajo político opositor serio. Un buen gobernante puede terminar haciendo cosas no convenientes para todos debido a una oposición débil; y, a la inversa, un mal gobernante puede terminar concediendo cosas provechosas para la sociedad gracias a una oposición que haga su trabajo.