Las víctimas invisibles del coronavirus

Carlos Guerra padece las secuelas del COVID-19, "no es juego", dice, mientras recomienda extremar precacuciones
abril 15, 2020

Foto Jesús Mejía

Para la familia Guerra la pandemia por COVID-19 tiene un significado distinto al del resto de las familias en Cuautitlán Izcalli, Carlos Guerra fue diagnosticado con el nuevo coronavirus…, luego de un peregrinaje por distintos centros de salud el diagnóstico fue confirmado y tuvo que estar una semana en el Hospital Regional de Alta Especialidad de Zumpango, donde su condición mejoró. Hoy se encuentra en su casa, pero el camino de para su recuperación total apenas empieza.

El 22 de marzo comenzaron las complicaciones “una pequeña tos” describe Carlos, quien no cuenta en su historial clínico con enfermedades crónicas y que en un primer momento su padecimiento fue tratado como una infección en la garganta, pues le recetaron antibióticos y jarabe: una semana pasó hasta que los síntomas empeoraron, para el lunes 30 una fiebre de 39.5 grados y un cuadro de tos severa lo obligaron a regresar del trabajo al medio día, su familia lo encontró en el sillón “casi delirando”, narra, Griselda Guerra, hermana de Carlos.

“Piensas que no te va a pasar a ti”, comenta Carlos quien tiene 37 años y practicaba football americano. Su vida ahora se reduce a una habitación de no más de 12 metros cuadrados, sin la posibilidad de recibir visitas

Después de eso comenzó un peregrinaje para Carlos y su familia, fue trasladado de dos centros de salud hasta que el jueves 2 de abril ingresó al Hospital Regional de Alta Especialidad de Zumpango, luego de dar positivo a la prueba por COVID-19, Carlos recuerda que en su estancia “escuchaba llantos, gritos de niños, cuatro personas fallecieron mientras yo estaba ahí”, dice.  Finalmente, el miércoles 15 fue dado de alta, luego de presentar una mejoría importante, pero para Carlos y su familia esto era sólo el principio.

Ahora Carlos se encuentra aislado en su propia casa, sólo una persona puede entrar para darle de comer o sacar su ropa, generalmente lo hace su hermana Griselda. Los pulmones de Carlos quedaron dañados a consecuencia del coronavirus, por lo que toda la familia está sujeta a una estricta rutina de sanitización. Los guantes, cubrebocas, vasos, plato y cubiertos desechables son ahora parte de la canasta básica, la escasez de muchos de estos productos significa una constante peregrinación entre supermercados y farmacias, para poder conseguir de poco lo que necesitan, normalmente a precios exorbitantes.

Sólo una persona puede entrar para darle de comer o sacar su ropa / Foto Jesús Mejía

Carlos pasó cerca de 10 días con su familia desde que comenzó a experimentar síntomas de COVID-19, hasta que fue hospitalizado en el regional de Zumpango, ninguno de sus familiares ha presentado síntomas del virus hasta el momento, y los médicos de este Centro Médico les han hecho saber que están fuera de peligro. Sin embargo, Carlos, ahora es quien les preocupa, ya que puede contraer alguna enfermedad y su estado de salud puede volverse a complicar, él aún sigue delicado.

“Piensas que no te va a pasar a ti”, comenta Carlos quien tiene 37 años y practicaba football americano. Su vida ahora se reduce a una habitación de no más de 12 metros cuadrados, sin la posibilidad de recibir visitas, ni siquiera de su hijo Matías de 9 años, que a raíz de su enfermedad se fue a vivir a la casa de su madre. Para la familia de Guerra los gastos de su cuidado ascienden a los $1 000, semanales, “un par de guantes desechables nos cuestan 26 pesos, los cubrebocas $7” comenta su hermana Griselda.

Su vida ahora se reduce a una habitación / Foto Jesús Mejía

La continuidad laboral para Carlos es incierta, luego del calvario que representó esta enfermedad para él y su familia piensa muy distinto, “exageren sus precauciones, yo viví una experiencia muy fuerte y mi diagnóstico fue moderado, no puedo imaginar lo que vive alguien que se encuentra grave, y de verdad les digo, no vale la pena arriesgar a sus familias”, y es que esta como muchas otras enfermedades el COVID-19 no sólo es desgastante para quien la padece, sino para todos quienes lo rodean.

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