■ Ostentación sin código,
■ Alianzas sin votos,
■ El regreso que a nadie importó.

Aunque la mona se vista de seda…
En política, el dinero no redime, delata. La senadora Mariela Gutiérrez ha decidido hacer de su prosperidad un espectáculo permanente: lujo sin narrativa, ostentación sin contexto, riqueza mostrada como revancha social. No es el patrimonio lo que incomoda, es el gesto. En un movimiento cuyo código político —marcado por la presidenta— exige sobriedad simbólica y contención del ego, Mariela opta por el desplante. Y, cuando es reiterado, deja de ser frivolidad para convertirse en mensaje. Peor aún: no se trata solo de mal gusto pueril, sino de falta de tacto político. Cada exceso funciona como una micro-desobediencia que desafía la autoridad política de la gobernadora Delfina Gómez sin decirlo en voz alta. En política, el poder también se mide por saber cuándo no brillar.
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Dios los hace y ellos se juntan
La nueva fotografía de Higinio Martínez y Alejandra del Moral —que los muestra otra vez juntos— los presenta en actitud cordial y deliberadamente pública. Es una imagen construida para ser leída como señal política, pero su alcance es limitado. No expresa fuerza electoral ni reacomodo real, solo la voluntad de dejar constancia de un acercamiento. Tienen derecho a mostrarse, a dialogar y a pactar si así lo deciden. Lo que no tiene sustento es la interpretación que les atribuye un peso que no poseen. La fotografía no altera correlaciones, no ordena estructuras ni modifica el tablero. Es un gesto, nada más.
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A nadie le importó
Si el expresidente Peña está en México y, en particular, en su residencia de Gran Reserva, en Ixtapan de la Sal, como se supone, ha sido extremadamente cuidadoso y no se ha dejado ver. Ni siquiera los propios residentes del fraccionamiento han logrado confirmarlo. Lo único cierto es que entró al país para ver a su madre, quien vive en Metepec, y eso no admite debate: tiene todo el derecho. Fuera de eso, no hay pruebas, solo conjeturas. Y el dato político relevante es otro: a la mayoría le importó un pepino si el expresidente más criticado regresó a la tierra donde alguna vez vivió como rey. Ni escándalo, ni protesta, ni expectativa. El silencio no fue prudencia: fue indiferencia.
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El súper Alito
No hay político mexiquense que haya cambiado tanto físicamente en los últimos veinte años como el panista Víctor Hugo Sondón. Basta comparar su fotografía de 2003, para el registro en la Legislatura federal, con la actual: hoy tiene otra cara. No es un asunto estético, es político. Sondón vuelve a escena soñando con una diputación o la candidatura a la alcaldía de Tlalnepantla, luego de romper el acuerdo con el PRI que impondría en 2027 a Tony Rodríguez. La ambición explica más que cualquier bisturí. Si Enrique Vargas es el mini Alito del panismo mexiquense, Sondón aspira a ser el súper Alito: acuerdos rotos, músculo inflado y una sonrisa tan tensa como su proyecto. Cuando no hay narrativa ni base social, el cuerpo termina hablando por la política.
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Nadie tiene el cargo comprado
¿Cuántos cambios hacen falta en el equipo de la gobernadora? Todos los que sean necesarios. No hay puestos intocables ni permanencias anticipadas. En el gobierno de Delfina Gómez se permanece por resultados y se sale por desempeño insuficiente. La única certeza institucional es una sola: la gobernadora. El Poder Ejecutivo no se reparte ni se diluye; recae en una persona, electa por el voto ciudadano. La gente votó por ella, no por secretarios ni por equipos. Quienes integran la administración están sujetos a evaluación objetiva y a decisiones políticas basadas en eficacia. No es capricho: es el diseño legal del poder ejecutivo.

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