En el Sistema Penitenciario la maternidad también está presente, pero de manera diferente, con más incertidumbre, tristeza y preocupación por el futuro de los hijos.
De acuerdo con un diagnóstico que hizo la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMex), el 74.7 por ciento de las personas privadas de la libertad, en Edomex, tienen hijos o hijas fuera de los 21 centros de reinserción social. Y de este total, ni el 50 por ciento son visitadas por sus hijos, por diversos motivos que van desde la falta de recursos económicos, la distancia, o porque se pierde la unión con sentencias largas.
En términos nacionales, la última Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad (ENPOL-2021), realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), había 350 niños y niñas con referentes en prisión, es decir, con algún familiar en reclusión, y otros 300 que vivían al interior de centros penitenciarios al lado de su mamá, desde su nacimiento hasta los 3 años de edad, lo que es conocido como la primera infancia.
Según la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), el seguimiento realizado en las 214 cárceles de México, donde viven niños con sus madres, revela condiciones que dificultan una vida digna y segura, vulnerando sus derechos humanos. Se destaca la escasez de alimentos, educación y áreas recreativas para el óptimo desarrollo de los menores. Además, preocupa el trato hacia las mujeres encarceladas que son madres y sus hijos, subrayando la necesidad de respetar sus derechos humanos y proporcionarles servicios médicos, educación y una estancia digna debido a su vulnerabilidad.
Santiaguito
Santiaguito es un penal con un área femenil que, a diferencia del Centro de Reinserción Social (Cereso) para mujeres de Santa Martha, en Iztapalapa, Ciudad de México, no se construyó con perspectiva de género ni zonas acordes para las diferentes necesidades de las mujeres. Es un penal para internas acusadas de delitos graves ubicado en Almoloya de Juárez, Estado de México.
Dulce Rocío Reyes Gutiérrez realiza una investigación con apoyo del Consejo Nacional de Humanidades Ciencias y Tecnología (Conahcyt) y la UAEMex sobre este tipo de maternidades. Es necesario que se destinen más recursos y atención a las necesidades de los niños y las niñas con referentes en prisión, así como a las mujeres que son madres dentro de la cárcel. Aunque se han generado algunas mejoras en las condiciones de maternidad, aún queda mucho por hacer en términos de políticas públicas y apoyo institucional.
“Mi trabajo se enfoca en las mujeres que son madres estando privadas de la libertad, especialmente en la cárcel de Santiaguito, donde analizo los tipos de maternidad y las condiciones emocionales de estas mujeres y sus hijos”.
Las mujeres privadas de la libertad en el Estado de México son madres, y muchas de ellas siguen ejerciendo la maternidad, aunque sus hijos estén fuera de la cárcel. Esto implica una diversidad de acciones y condiciones, influenciadas por la red de apoyo que tienen en el exterior.
Detrás de esos muros, está el ejemplo de que la maternidad va más allá del contacto presencial, y muchas mujeres desarrollan estrategias para mantener ese vínculo, como llamadas telefónicas o mensajes a través de intermediarios o familiares. Algunas deciden no permitir que sus hijos visiten la cárcel por considerarla un lugar inseguro. Además, la visita implica gastos económicos que algunas familias prefieren destinar a otras necesidades de los niños.
Abandonadas
Muchas están abandonadas por sus familias y deben buscar estrategias para sostenerse dentro de la cárcel. Algunas trabajan vendiendo productos o realizando servicios para otras reclusas, y hay quienes mandan dinero a sus casas.
A pesar de algunos apoyos externos, como la entrega de pañales y juguetes por parte de asociaciones civiles, hay muchas necesidades de las mujeres y sus hijos que dentro de la cárcel no están cubiertas adecuadamente, ya que no hay recursos específicos.
Las mujeres que están en Santiaguito se encuentran en circunstancias vulnerables tanto económicas como sociales, lo que las lleva a ignorar algunas cosas y muchas llegan por un hombre, que generalmente era su pareja y que las involucró, así que las decisiones de cometer el delito no siempre vienen de ellas.
“Por ejemplo, —citó la investigadora—, hay un caso de homicidio por el que acusan a una mujer en ese penal mexiquense. Familiares de su exesposo la acosaban sexualmente, lo que ella rechazó; y cuando a él lo matan, la culpan a ella. Lleva 8 años en prisión.»
Doble Condena
Dulce Rocío Reyes Gutiérrez, licenciada en Comunicación, maestra en estudios para la paz y desarrollo, así como en Ciencias Sociales, catedrática en esta materia, activista y feminista, realiza el estudio denominado “Un acercamiento a las emociones de las mujeres que maternan en y desde prisión (Santiaguito)”.
La investigadora señala que es importante hacer estos análisis, pero con perspectiva de género, para conocer bajo qué circunstancias se encontraban al momento del delito, y si ellas lo cometieron.
En entrevista con AD Noticias, Rocío Reyes habla de esas internas que son madres en una situación compleja, donde tienen una doble condena, por ser mujeres, haber tomado una decisión o haber cometido un delito que generó consecuencias en las familias, porque en México y el mundo este género es el destinado a ser quien cuide a los otros.
“Cuando se va una mujer que era cabeza de familia y deja a sus hijos, los deja sin apoyo y se les culpa bastante e incluso las mismas madres se alejan de sus hijas. Tuvimos un caso de una mujer que contaba: Mi madre me odiaba y me quitó a mis hijos, ya no quería que me vieran”.
Hay mujeres que nunca imaginaron vivir su maternidad en prisión, pero al ser condenadas por muchos años, como generalmente sucede en este penal, donde se encuentran acusadas de homicidio, delincuencia organizada, secuestro, entre otros, y están en edad fértil, toman esa decisión, ser madre.
NNAPES
A las reclusas, la ley les permite ser madres y tener a sus hijos a su lado en la cárcel solamente hasta los tres años, luego tendrán que ser externados y quedar bajo los cuidados de algún familiar; pero a veces no quieren o no hay familiares, entonces el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) se los lleva a un albergue. Las madres entonces caen en una profunda depresión.
Hasta ahora no hay estudios ni seguimiento a esos niños, niñas y adolescentes, como tampoco a los que están externos con padres en prisión. Tampoco sobre los efectos por tener a una persona referente privada de la libertad. A esos menores de edad les llaman NNAPES, acrónimo de Niños, Niñas, Adolescentes, con Padres Encarcelados.
Son miembros de familias vulnerables, pues el 70% de la población penitenciaria solamente concluyó la educación básica, el 84% se dedicaba a actividades no profesionales, el 43% no contaba con dinero suficiente para cubrir las necesidades básicas de sus hijos y al 10% ni siquiera le alcanzaba el dinero para alimentarlos, según datos del INEGI.
Por todo eso, la investigadora indicó que es necesario que se destinen más recursos y atención al interés superior del menor, y a las necesidades de los niños y las niñas con referentes en prisión, así como a las mujeres que son madres dentro de la cárcel. Aunque se han generado algunas mejoras en las condiciones de maternidad, como la “Bebeteca” en Santiaguito, aún queda mucho por hacer en términos de políticas públicas y apoyo institucional.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) señaló en la revisión de un amparo, que los centros de reclusión pueden obstaculizar el derecho del niño a recibir el afecto y los cuidados de su madre en condiciones adecuadas, debido a deficiencias en servicios e infraestructura, y a malos ejemplos que ve y situaciones de violencia; y que esos lugares no son apropiados para que los menores estén con sus madres, ya que pueden exponerlos a prácticas inapropiadas, violencia visual y auditiva, así como a situaciones de inseguridad como motines, consumo de drogas, y otros. No obstante todo eso, no debe ser justificación para no buscar su bienestar y la convivencia con su madre.

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