Manuel Ramírez: 21 años en prisión por el asesinato de un hombre que sigue vivo

Lo encarcelaron el 26 de mayo del 2000 por un delito que no cometió. Ahora exige que su inocencia sea reconocida y que lo absuelvan

Manuel Ramírez Valdovinos: la libertad más cara en el Edomex

Desde hace poco más de un mes, Manuel Germán Ramírez Valdovinos vive en casa junto a su esposa y dos cachorros que son sus mascotas; la pareja consiente a ambos por igual. Antes de eso, estuvo preso la mitad de su vida: fue encarcelado cuando apenas tenía 21 años, y permaneció el mismo tiempo en prisión. Hoy, a sus 42 años de edad, se nota un hombre de carácter fuerte, con palabras llenas de potencia y gestos firmes en su rostro. Aún su voz se quiebra cuando recuerda aquel día.

Por: Mercedes Martínez 

Aquel día es el de una fiesta, del primer cumpleaños de su hijo, de la reunión familiar, del final de una jornada de trabajo como maestro de música, de una tarde cualquiera en el poblado de Tepexpan, en Acolman. 

Aquel día es también el día de los oficiales irrumpiendo en su hogar, de las armas apuntando contra sus familiares, del inicio de la tortura física y psicológica, de los cigarros apagados en su mano para lograr la declaración que los agentes necesitaban, y que no obtuvieron. Es el día 26 de mayo del año 2000. 

La libertad de Manuel es una de las más caras del mundo: 

le costó soportar la tortura, perder a seres queridos mientras él pasaba años tras las rejas;

su esposa perdió a su bebé cuando en una rutina de revisión la obligaron a realizar sentadillas hasta que le ocasionaron un aborto;

le costó la violación a sus derechos humanos, y una sentencia de cuatro décadas en prisión por matar a un hombre que nunca murió.

Manuel Valdovinos fue encarcelado hace 21 años, los mismos que permaneció en prisión / FOTO: Victor Castillo

La factura nunca termina por saldarse, no hay forma: “yo quedé muy mal psicológicamente, la tortura fue tan fuerte que yo no puedo dormir. Cierro mis ojos unos segundos, empiezo a descansar, mi mente se empieza a relajar y me regresa a aquel instante donde me estaban golpeando. Y despierto de momento con espasmos de miedo, totalmente fuera de mí. Desde hace 21 años no duermo más que lapsos de cinco o diez minutos y luego luego despierto”. 

Incluso el sonido de las llaves sacudiéndose entre sí para abrir la cerradura remiten a Manuel al oscuro recuerdo de cuando los custodios llegaban a las celdas para efectuar revisiones clandestinas.

Una libertad bajo presión

La supuesta libertad concedida por el sistema de justicia del Estado de México no es suficiente para liquidar la deuda que ahora tiene con Ramírez Valdovinos.

“A mí me excarcelan, pero no me liberan. Yo no puedo tener una credencial de elector, no puedo recuperar un trabajo decoroso como el que tenía, como maestro de música. ¿Quién le va a dar empleo a un delincuente con antecedentes y que sigue siendo señalado como un asesino desde el año 2001?”, cuestiona Manuel.  

“Me hacen la figura de la libertad anticipada o condicional, la cual, para el delito que ellos mismos me fabricaron, no alcanzaba el beneficio”, expresa. 

La presión mediática de los últimos meses obligó al sistema estatal a liberar a Valdovinos, a como diera lugar. Aun si la misma liberación se daba por la puerta trasera y con las inconsistencias que desde un inicio se presentaron en el caso. 

Manuel no fue absuelto, el poder judicial se niega a reconocer la serie de irregularidades que se acumulan al revisar el expediente del caso. 

Irregularidades desde el primer día

Las inconsistencias en el caso de Valdovinos se registraron desde el primer día: cuando la ministerio público dijo que la muerte fue causada por disparos de arma de fuego, y no pudo localizar los casquillos ni la prueba de que el acusado habría disparado. 

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La libertad de Manuel le costó soportar la tortura y perder a seres queridos mientras estuvo en la cárcel / FOTO: Victor Castillo 

Cuando un familiar de Emanuel, la supuesta víctima, dijo que reconoció el cadáver en la plancha del forense. Y al momento de ampliar su declaración se desdijo: “nunca vi el cadáver”, “en realidad me mostraron una foto”.

Cuando el forense indicó que la necropsia fue realizada a las tres de la tarde, pero el hallazgo del cuerpo y el fallecimiento ocurrieron horas más tarde. 

Cuando un peritaje antropológico forense de identificación por superposición cráneo-fotografía señaló de forma contundente que las características del cráneo no coincidían con las de una foto de Emanuel, quien supuestamente fue el hombre asesinado.

Cuando en 2005 una autoridad judicial concede un amparo para ratificar dicho peritaje, y este se cumple hasta 2012, y en él queda ratificado a pesar de la gran lucha del ministerio público para dar carpetazo al caso. 

Cuando Manuel fue trasladado del penal de Tenancingo —donde estudiaba derecho—, al penal de Otumba, “por ser considerado como un reo peligroso”. Una supuesta peligrosidad que, de forma contradictoria, no le impidió ser acreedor al beneficio de la libertad condicional otorgada hace un mes y medio.

Cuando después de estar dos años preso, un testigo acudió al ministerio público para declarar que Emanuel estaba vivo, y que no solo lo vió sino que había convivido con él.

Cuando la mamá de Manuel recibe una llamada anónima y le dejan una caja negra en el centro de Tepexpan, Acolman, con una foto de la supuesta víctima asesinada, así como sus credenciales utilizadas desde los Estados Unidos.

Cuando la madre de Valdovinos confía en las autoridades y acude a San Juan Teotihuacán con la misma funcionaria que consignó el caso, para entregarle dichas pruebas dejadas en una caja, misma que enseguida desaparece. 

“Mi vida me la desgraciaron”

Antes de todo, Manuel era músico y maestro de profesión, antes de que “mi vida me la desgraciaran”, como él mismo expresa. 

“Yo me dedico a la dirección de estudiantinas, rondallas y grupos corales, y mi ambiente eran las noches coloniales en la Ciudad de México. Trabajé para escuelas particulares. El ambiente era realmente muy sano, algo familiar. Cuando me caso por primera vez, encuentro trabajo en una preparatoria de Texcoco, de la Universidad Autónoma del Estado de México. Cuando me vengo a vivir al pueblo de Tepexpan yo era el organista de varias iglesias de los pueblos circunvecinos. No tenía necesidad de delinquir”. 

Las cuatro cajetillas diarias que Manuel comenzó a fumar una vez en prisión dejaron huella en su voz. Ahora exige que su inocencia sea reconocida y que sea absuelto, luego de haber pasado la mitad de su vida en la cárcel por un delito que no cometió.