¿Qué vamos a hacer con la migración?

¿Qué vamos a hacer con la migración?
En la más reciente reunión entre los gobiernos de México y Estados Unidos, se acordó tratar de frenar la migración y atender las causas

El año que inicia tiene para México un gran desafío en materia migratoria. No hay forma sencilla de enfrentarlo, pues es muy complejo. El recientemente concluido 2023 fue un año en el que los flujos migratorios del centro y Sudamérica que llegaron a nuestro país crecieron de manera inédita. Se convirtió en una auténtica emergencia humanitaria y ha requerido de distintas reuniones de alto nivel entre los gobiernos de México y Estados Unidos, así como una Cumbre en la que participaron 11 países de la región. En esos espacios, se ha hablado de la migración, pero creo que no se han explorado todas las aristas.

Ya en octubre del año pasado habíamos publicado en este mismo espacio un texto en el que, al mismo tiempo que advertimos el crecimiento desbordado de los flujos migratorios, compartimos el diagnóstico de que los agentes impulsores de la migración son complejos y van desde factores económicos y sociales hasta desafíos ambientales y políticos. Muchos de esos agentes impulsores se intensificaron por las repercusiones socioeconómicas de la pandemia de Covid-19, por eventos climáticos extremos recientes y por la agitación política en los países de origen.

Un poco antes habíamos escrito igualmente sobre la nueva forma de ver a la migración que proponía el Banco Mundial: gestionarla. Se trata de aceptar que los flujos no se van a detener y de mirar que la pirámide poblacional y la dinámica socioeconómica de la población en los países destino está modificándose y que van a necesitar recursos humanos, por lo cual conviene planear la manera de gestionar la migración.

En suma, estamos en un punto en el que este tema debe colocarse en el centro de nuestra atención. Ahora que nuestro país ha mostrado mejoras considerables en materia económica y, sobre todo, en materia laboral, comenzará a verse como un segundo destino posible para los migrantes. La idea del nearshoring (relocalización de empresas estadounidenses en territorio nacional), puede convertirse en un atractivo para la población migrante, sobre todo de Centroamérica y el Caribe. Estados Unidos ya no va a incrementar el número de migrantes que acepta anualmente. Los ríos de gente que vienen del sur se han desbordado y, quiérase o no, van a estar en territorio nacional de manera creciente.

En la más reciente reunión entre los gobiernos de México y Estados Unidos, se acordó tratar de frenar la migración y atender las causas (pensando en que es un problema que se puede resolver). Sin embargo, cada vez son más las voces que llaman a ver el tema no como un problema, sino como la solución a otros problemas. Dicho en palabras sencillas: la migración no es el problema, lo que lleva a la gente a migrar, eso sí es un problema. Igualmente, lo que puede traer consigo la reubicación de la gente es, quizá, una solución a otros problemas.

Puede haber llegado el momento de renunciar al propósito de impedir que la gente migre. Probablemente, es tiempo de imaginar el sitio en el cual los migrantes pueden sumarse a la construcción de la sociedad del futuro. Sabemos que de manera histórica la gente ha migrado, ha fundado naciones enteras y no tendría por qué ser diferente ahora. Por décadas, se ha impulsado una política (sobre todo en los Estados Unidos) de freno y limitación de migrantes. Se ha pedido a los países expulsores que impidan que su gente salga con rumbo a dicho país. Y, sin embargo, ello no se ha conseguido; al contrario, el número sigue al alza.

Vistos los resultados de tal postura política, podría poco a poco cambiar el enfoque y aceptar que estas tendencias no van a cambiar y que, entonces, no se puede seguir actuando de manera represiva. Eso es políticamente poco rentable (sobre todo, entre sectores conservadores de la población estadounidense), pero económicamente no resulta tan despreciable (fundamentalmente, en los sectores primario y terciario de la economía estadounidense).

Para México no había sido un asunto que mereciera atención porque era un país de tránsito. Ahora, que cada vez más personas se terminan quedando en territorio nacional, es necesaria una política que, además, no puede ser represiva si por décadas nos quejamos de que ello se aplicara a nuestros migrantes cuando intentaban cruzar a Estados Unidos. La política nacional en materia migratoria debe conseguir el nada sencillo equilibrio entre control y trato humanitario; entre no alentarla, pero tampoco penalizarla; entre asistir, pero no canalizar hacia el norte; entre la empatía y la firmeza. Vaya, no es nada sencillo.

Desde el gobierno norteamericano parece que seguirá la presión para detener los flujos de migrantes, pero ahora que tendremos una nueva presidenta será prudente solicitar a las candidatas claridad en su posición al respecto. No pueden rehuir ni omitir posicionarse al respecto de qué vamos a hacer con la migración.