La MOAB, acrónimo de Massive Ordnance Air Blast, es una de las bombas no nucleares más poderosas jamás fabricadas por Estados Unidos. Conocida popularmente como la “Madre de todas las bombas”, fue diseñada para generar una destrucción masiva sin recurrir a armamento nuclear.
Aunque su existencia ha sido fuente de especulación desde su desarrollo en 2003, solo ha sido utilizada una vez en combate real: el 13 de abril de 2017 en Afganistán, contra una red de túneles del grupo extremista Estado Islámico.
¿Por qué es tan destructiva?
A diferencia de las bombas convencionales, la MOAB no explota al impactar el suelo. Está diseñada para detonarse en el aire, generando una onda expansiva de alta presión que arrastra todo a su alrededor. Esta técnica, conocida como explosión termobárica, causa asfixia, colapsos estructurales y destrucción generalizada en un radio estimado de 1.5 kilómetros.
Especificaciones técnicas
-Peso total: 9,800 kg
– Explosivo activo: 8,164 kg de H6 (una mezcla de TNT, RDX y aluminio)
– Longitud: 9.1 metros
– Modo de lanzamiento: se libera desde un avión de carga MC-130 y es guiada por GPS
– Costo estimado: 16 millones de dólares por unidad
¿Qué efectos provoca?
Aunque no contiene material nuclear, su capacidad destructiva se compara con la de armas atómicas tácticas. Es capaz de arrasar estructuras, bases subterráneas y cuevas, por lo que su uso es tanto táctico como simbólico: muestra el poder militar estadounidense sin cruzar la línea del armamento nuclear.
¿Qué significa su existencia?
La MOAB es un recordatorio de cómo las potencias militares expanden sus capacidades destructivas bajo la etiqueta de armamento “convencional”. Para muchos analistas, su uso en Afganistán fue un mensaje de fuerza más que una necesidad operativa.
Mientras en el mundo crece la preocupación por la proliferación nuclear, la existencia de armas como la MOAB plantea una pregunta inquietante:
¿Hasta dónde llega el poder de destrucción sin activar una guerra nuclear?
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