Organilleros en Toluca, una tradición que peligra

Organilleros en Toluca, una tradición que peligra
Héctor Omar Troncoso López, organillero de Toluca, menciona que comenzó a tocar el instrumento hace 18 años, gracias a su suegro

Los organilleros de Toluca —quienes hacen sonar su instrumento con una mano y con la otra piden cooperación— se enfrentan a la apatía y el olvido de los ciudadanos, en especial de los más jóvenes.

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Héctor Omar Troncoso López, organillero de Toluca, menciona que comenzó a tocar el instrumento hace 18 años, gracias a su suegro. Él le transmitió el gusto, pero con el paso del tiempo todo cambió. La situación que enfrentan es crítica: “Es poca gente la que nos aporta, se ha perdido su tradición, la juventud de ahora ya casi no quiere cooperar”.

Organilleros de Toluca durante la pandemia

Con las calles vacías, la poca afluencia, cierre de comercios y escuelas debido al confinamiento por el covid-19, los organilleros tuvieron que buscar otras alternativas laborales. Héctor explica que pensó en dejar esta labor porque la cooperación que recibía no le alcanzaba para cubrir sus necesidades básicas.

“Apenas nos estamos reanimando porque el tema de la pandemia sí fue fuerte; con decirte que apenas salía para la comida y ya no había más”.

Debido al poco apoyo recibido en el centro de la ciudad, los organilleros han tenido que buscar nuevos lugares para tocar y seguir manteniéndose visibles en la sociedad. Visitan pueblos como Metepec, Tenango, Tenancingo de Degollado y Villa Guerrero.

Una labor de tradición

Para Héctor, transmitir las melodías de este instrumento de generación en generación es una forma de preservar la tradición. Sin embargo, cree que las nuevas tecnologías pueden contribuir a que su labor quede en el olvido: «va a haber un momento en que no vamos a existir. Estos instrumentos se pueden perder”.

Los orígenes de los organilleros callejeros en la Ciudad de México se remonta al siglo XIX. Los primeros músicos eran provenientes de Alemania, en particular de una familia migrante que se instaló en la capital del país. Después, el instrumento pasó a las calles, las plazas, los parques y otros espacios públicos.

Durante el mandato presidencial de Porfirio Díaz, una familia tenía una fábrica de este instrumento —Wagner & Levin— quienes rentaban los instrumentos para subsistir.

El instrumento más común es el cilindro de madera con púas y puentes de bronce. Chile, Argentina y México, son los países que siguen practicando dicho oficio.