Otomíes de Toluca: pueblo olvidado

Toluca, Estado de México; 15 de septiembre de 2019. Otomí, o Ñatho, el nombre de los habitantes más antiguos del municipio de Toluca, los flechadores, los doblemente dominados, los que caminan aventando flechas, nombre otorgado por los mexicas a sus nuevos vasallos, conquistados en la época prehispánica, los otomíes son un pueblo olvidado que ha […]

Toluca, Estado de México; 15 de septiembre de 2019. Otomí, o Ñatho, el nombre de los habitantes más antiguos del municipio de Toluca, los flechadores, los doblemente dominados, los que caminan aventando flechas, nombre otorgado por los mexicas a sus nuevos vasallos, conquistados en la época prehispánica, los otomíes son un pueblo olvidado que ha recobrado su grandeza en estas fechas, ya por su cultura ancestral o por las cifras que lo estigmatizan.

Asesinatos, robos, linchamientos, son el par de condenas que vive un pueblo entre la urbanización y la tradición otomí. 

Los pueblos de la zona norte del municipio de Toluca que conforman el pueblo otomí son San Cristóbal Huichochitlán , San Andrés Cuexcontitlán, y San Pablo Autopan, (La Gran Autopan Huichcontitlán), pueblos ñathos, con idiosincracia doblemente mexicana, de ahí vienen los molcajetes y los metates de tres patas; su visión es celosa de las tradiciones, los cultos y creencias que van de los poetas a los graniceros (quienes vaticinan la lluvia, la tormenta) a los caminantes, los rancheros que venden en todo el país. 

Maquiladores de sombreros principalmente, gorras, bonetes, y todos los atavíos para cubrir la cabeza, los otomíes se destacan por ser un pueblo errante; en el pasado para encontrar tierra donde posar la planta del pie, en el presente para vender sus atuendos y productos; el pueblo ñatho viaja todas las partes del año, a todos los confines de la República donde se mezcla con otros pueblos y sus artesanías son conocidas.

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¿Gui Ñatho? (¿Hablas otomí?) pregunta el poblador a los extranjeros que son todos los que no hablan su lengua. Las tejiandando  (mujeres descalzas que tejen sombreros), las tzi males (mujeres que venden plantas), los curadores de las cosas del mundo, los que componen algo, son parte de su población, errantes, siempre errantes. Así se compone el pueblo otomí. 

En tiempo reciente, los delitos de la zona norte acapararon los encabezados, se hablaba de un pueblo sin ley, país de delincuentes, de robos y huachicoleo, la Gran Autopan, además de eso, conserva entre sus quehaceres el pulque, el baño de temazcal y los juegos de niños como el wene y el batia, juegos de contacto e interacción que configuran el pensamiento otomí. 

También es verdad que la zona norte es netamente (o lo fue en algún tiempo administrativo) priista, no es extraño ver propaganda del Revolucionario Institucional, en paredes, playeras o gorras (aún sin ser el partido vigente), han sido obligados por un partido hasta ahora. La vida de los viejos otomíes ha estado condicionada por despensas y dádivas de todo tipo, que Zamora y otros dieron en alcaldías pasadas. 

Así, se eleva en lo alto de la planicie del centro del país, un pueblo que fue partícipe de las grandes guerras (de Independencia y Revolución) y que además aporta un porcentaje sustancial en estudiantes, obreros y ciclistas que a diario viajan a la capital mexiquense y sus alrededores. 

Doblemente dominado se escribió al principio, por mexicas, ergo españoles, ser otomí no es una tradición prehispánica sino una forma de ser en el mundo. Expresiones como el “chi” de los nativos al observar un extranjero, siguen siendo parte de su cosmovisión, el apócope, y los barbarismos del lenguaje son parte expresivamente importante de su forma de hablar, el loismo y la aversión por la segunda persona hablan de un pueblo diferente y grande: “No lo hagas daño” dice la señora al hijo, al hermano otomí.  

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