Por qué debe realizarse la consulta de revocación de mandato

Por qué debe realizarse la consulta de revocación de mandato
Más allá de las personas, en los sistemas de gobierno importan los procedimientos, la institucionalización de las formas de resolver problemas

En el año 2000, cuando se celebró aquella elección federal histórica en la que por primera vez el PRI perdía la Presidencia de la República, yo laboraba en el IFE (hoy INE). Me tocó en suerte coordinar en el Estado de México la Consulta Infantil y Juvenil. Era la segunda ocasión en que se realizaba un ejercicio de esta naturaleza. Consistía básicamente en una actividad diseñada para que los niños y las niñas tuvieran un espacio para expresarse y poder ejercitarse en su derecho a participar en los asuntos de interés general.

Cuando me encargaron el tema me asignaron una pequeña oficina de 2 x 2 metros, un teléfono y me dijeron que alguna secretaria podía apoyarme a tiempo parcial, si lo requería.  Me “armaron” con el directorio de las 36 juntas distritales y, faltando sólo 30 días para que se celebrara la elección federal (y, consecuentemente, la consulta), me responsabilizaron de que en cada distrito electoral se instalaran 50 casillas para recibir la votación de los menores de entre 6 y 17 años. Las boletas estaban diseñadas para conocer su opinión sobre los modos como viven, perciben y enfrentan su entorno.

Recuerdo muy bien que mi trabajo más fuerte consistió en promover la participación. Algunos la consideraban ociosa, porque los resultados no tendrían ningún fin vinculante para autoridad alguna. Hacía tres años que se había celebrado la primera versión de dicha Consulta y había que convencer de que era importante llevarla a cabo (desde entonces se han realizado seis ejercicios similares por parte del IFE/INE). Acudí a los medios de comunicación, di muchas entrevistas en las que explicaba que los niños y adolescentes no estaban votando en el sentido estricto de la palabra, sino que se trataba de imbuir en ellos cultura cívica. Se buscaba ir formando en ellos una idea de que las personas deben involucrarse en los temas que nos atañen a todos. Tenía yo como meta que se instalaran al menos dos casillas por distrito electoral y que hubiera en ellas gente que recibiera la participación de los menores.

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Los registros que quedaron para la historia fue que en el Estado de México logramos instalar más de 90% de las casillas y se captaron 646 mil participaciones, más que ninguna otra entidad, incluida la Ciudad de México (en aquel entonces Distrito Federal). No entregamos malos resultados, creo yo, y habría que decir que lo hicimos sin ningún recurso adicional y casi de la noche a la mañana. Nunca olvidaré que, como no tenía ningún personal de apoyo, con mis propias manos me tocó descargar el camión en el que llegaron a la bodega los materiales (boletas, urnas, carteles promocionales, etc.). A costa de mi espalda me amanecí agachado armando los paquetes para cada Distrito a fin de entregarlo a tiempo a los responsables distritales. Mi sueldo como asesor del Vocal Ejecutivo del INE en el Estado de México no aumentó, no se contrató a nadie adicional para el trabajo. Fue pura gestión, labia, coordinación y ganas de hacer las cosas.

Después de dos décadas de aquello, recuerdo que cuando me encomendaron esa labor me convencí a mí mismo de que ejercitarse desde niños en acudir a las urnas era muy importante, era trascendente que los pequeños se familiarizaran con una de las prácticas democráticas más común y con el ejercicio de un derecho básico: votar. Desarrollé en mí la idea de que era muy relevante que los pequeños se vieran a sí mismos formando parte de lago grande, algo nacional. Tuve que convencerme de todo esto para luego tratar de convencer de la participación. Los niños que acudieron en aquel momento hoy tienen entre 26 y 57 anos de edad: están entre la mayoría de los que conforman la actual lista nominal y quiero pensar que en algo contribuimos en su formación cívica con aquel ejercicio.

Recuerdo todo esto cuando veo en los medios de comunicación y las redes sociales el debate respecto a la Consulta de Revocación de Mandato a la que se puede someter al presidente de la República. Se asegura, desde algunas posiciones, que es un ejercicio ocioso, porque la aprobación del primer mandatario actual es muy alta. Se argumenta, desde el INE, que no hay recursos para realizarla y/o que hay que posponerla, porque en el Presupuesto de Egresos les aplicaron un recorte presupuestal. Desde la Corte se advierte que el INE está obligado a realizarla. El presidente acusa a algunos consejeros del INE de obstaculizar el proceso y muchos activistas están, mientras tanto, volcados a la labor de juntar las firmas necesarias para solicitar la consulta.

Mi convicción es que, si se logran juntar las firmas necesarias (como lo establece la ley), realizarla contribuye a la cultura democrática en el país. Nos ejercitaría en un derecho constitucionalmente ganado que es el de someter al presidente del país a la revocación de mandato cuando consideremos que no está cumpliendo con su labor. Los recursos económicos para llevarla a cabo están supeditados a la voluntad de hacerlo. Bien se puede empatar con los comicios del 2022 y así aprovechar gran parte de la infraestructura y logística. El resultado es previsible que sea mayoritariamente por la no revocación (y el presidente y su partido podrán sacarle provecho en términos de legitimidad, porque a final de cuentas son políticos y su oficio les dicta capitalizar todo), pero lo que nos dejaría muchas enseñanzas es, por ejemplo, el nivel de participación y la profundidad que alcance la convicción de que somos una democracia participativa, en la se puede revocar un mandato a los niveles más altos del poder.

Más allá de las personas, en los sistemas de gobierno importan los procedimientos, la institucionalización de las formas de resolver problemas. Nosotros ya hemos pasado como nación por problemas derivados de malos desempeños presidenciales, tenemos la oportunidad de consolidar una forma institucional de resolverlos: la revocación de mandato. Debemos ejercitarnos en ello, aprender a realizarlo de cara a escenarios futuros. Por eso es que debe realizarse el ejercicio, porque nos prepara, nos instruye, nos familiariza con un procedimiento que en otras latitudes es ya una práctica institucional.