¿Qué sabemos de la crisis hídrica?

Mi columna tiene el interés de contribuir a la reflexión y debate de problemas que son torales para nuestra sociedad actual. La discusión siempre será más adecuada teniendo información. En muchos casos ésta se encuentra en manos de las autoridades, por ello debe reconocerse que algunas de ellas aporten datos para responder a interrogantes básicas, […]

Mi columna tiene el interés de contribuir a la reflexión y debate de problemas que son torales para nuestra sociedad actual. La discusión siempre será más adecuada teniendo información. En muchos casos ésta se encuentra en manos de las autoridades, por ello debe reconocerse que algunas de ellas aporten datos para responder a interrogantes básicas, como la que lanzaba mi columna (¿Qué sabemos de la crisis hídrica?).

Lanzar la pregunta tenía el objetivo de que todos nos interrogáramos sobre qué es exactamente lo que sabemos respecto a la cantidad y calidad de un factor esencial para la vida como es el agua. ¿Por qué no adelantarse y preguntar antes de enfrentar una crisis? Gracias a lo que ahora nos revela el Director de Operaciones del Opdapas Metepec, Luis Eduardo Mejía Pedrero, podemos decir que sabemos más cosas:

La primera, que a la Ciudad de México le mandamos los mexiquenses agua proveniente de unos 400 pozos pertenecientes al Sistema Alto Lerma y que se ubican en los municipios de Joquicingo, Texcalyacac, Atizapán, Almoloya del Río, Jalatlaco, Tianguistenco, Capulhuac, Ocoyoacac, Lerma, Xonacatlán, Otzolotepec, Temoaya, Almoloya de Juárez, Jiquipilco e Ixtlahuaca. Quizá gente de esos lugares ni siquiera estaba enterada de esta situación y de la cantidad extraída: 4.4 metros cúbicos por segundo (según reporta el Sistema de Aguas de la Ciudad de México). Súmense los 9.5 metros cúbicos que reciben diariamente del Sistema Cutzamala, y los 2.2 del Sistema Barrientos. En total el Estado de México le manda al D.F. más de 16 metros cúbicos por segundo. Y surge la pregunta: ¿esa agua acá no hace o hará falta en un futuro cercano?

La segunda, también sabemos ahora que Conagua, ISEM y CAEM están monitoreando continuamente el agua que se extrae en Metepec y que no han reportado contaminación. Eso es bueno saberlo, aunque tambien emerge de inmediato la cuestión: ¿cuáles han sido los resultados más recientes?, porque en mi columna se retomaba lo dicho por el estudio de la UNAM hecho en 2004, cuando se podía advertir una tendencia de riesgo de contaminación. Si se han tomado las medidas necesarias para evitar ese riesgo, excelente; podemos estar más seguros de lo que tomamos. Ahora que si la solución fue perforar más profundo los pozos, quedó sin resolverse la causa: la presencia de basureros o canales con aguas residuales que filtran contaminantes al subsuelo. ¿Persiste ese riesgo de contaminación? ¿Cada vez se tendrá que ir más profundo por agua limpia para consumo humano?

En tercer término, ahora sabemos que los pozos de Metepec están perforados a 300 metros. Esto motiva otras preguntas: ¿El agua que se extrae a esa profundidad se destina exclusivamente al consumo humano o tiene otros usos? ¿No estaremos agotando ese recurso al perforar tan profundo y destinar agua impoluta para otro tipo de usos? Para disipar esa duda sería conveniente saber a cuánto asciende el consumo total de agua en ese municipio, cuánto se ocupa en agricultura, en la industria y en el consumo humano; además de cómo se hace para destinar a cada uso el agua que más convenga, evitando que agua buena para el consumo humano se destine, por ejemplo, para la industria.

En cuarto lugar, ahora sabemos también con certeza que en toda el agua de los pozos del Valle de Toluca existe presencia de Fierro y Manganeso y que el tratamiento que en Metepec ocupan para reducir la concentración de esos metales es el de aireación. Los bajos niveles que de esos metales contiene el agua extraida subterraneamente hasta ahora no han sido relacionados con afectaciones a la salud. ¿Esto tendría que informarse masivamente a la población? ¿se ha hecho? Y si no se ha hecho ¿por qué?

En suma, hoy sabemos más sobre la potencial crisis hídrica; pero más información implica nuevas preguntas y más responsabilidad. El que ignora puede excusarse en su falta de información, no así el que ya tiene elementos para cambiar su conducta y motivar a los otros para hacerlo.