Rankings con plastilina

En el fondo, estas encuestas no buscan explicar la realidad, sino fabricarla: inflar egos, justificar boletines y darle barniz técnico
diciembre 26, 2025

Escucha el Se dice que… aquí:

  • Rankings de plastilina;
  • Cacicazgos que no caben en encuestas;
  • Percepciones fabricadas.

Rankings con plastilina

No es una encuesta, es un ejercicio de autoengaño con gráfica bonita. Odiseo y Metametrics venden rankings como si fueran ciencia, cuando en realidad son formularios digitales sin universo claro, sin levantamiento verificable y sin territorio real. No miden ciudadanos, miden usuarios; no captan opinión pública, capturan clics. Pero los panistas los presumen como si hubieran descubierto la pólvora: “Mejor evaluados”, dicen, felices de aparecer arriba en una tabla hecha con las patas. El problema no es la plataforma, es la desfachatez: asumir que la gente es idiota y va a confundir un ranking digital con legitimidad social. En el fondo, estas encuestas no buscan explicar la realidad, sino fabricarla: inflar egos, justificar boletines y darle barniz técnico a gobiernos que necesitan aplausos, porque resultados, lo que se dice resultados, no alcanzan para tanto festejo.
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Tecámac no gobierna, se hereda

Tecámac no es municipio, es feudo. Ahí no hay alternancia, hay rotación de apellidos. Aarón Urbina y Mariela Gutiérrez son casos paradigmáticos: cacicazgo moderno, con discurso de movimiento y prácticas de hacienda. Gobernaron, colocaron cuadros, administraron lealtades y trataron al ayuntamiento como patrimonio familiar. El rompimiento con la actual alcaldesa no es ideológico ni moral, es sucesorio. Cuando la presidenta municipal deja de obedecer, el sistema rechina. Tecámac exhibe lo que estas encuestas patito jamás miden: control territorial, redes clientelares y una cultura política donde el poder no se evalúa, se administra. Cualquier ranking que “premia” a Tecámac sin hablar de su estructura de dominio no es ingenuo: es cómplice.
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La pelea es arriba, no en la calle

En Tecámac, mientras las élites políticas se despedazan en comunicados y filtraciones, el municipio sigue funcionando con normalidad. No hay ingobernabilidad ni colapso institucional. Los servicios públicos operan, la recolección pasa, el alumbrado enciende y la seguridad mantiene su rutina. La crisis no está en el territorio, está en la cúpula. La narrativa de caos es una percepción construida, útil para la disputa de poder, pero ajena a la experiencia cotidiana. Confundir pleito político con desorden social es un recurso viejo: se exagera el conflicto para ganar posiciones. Aquí no gobierna el desorden; gobierna la inercia administrativa.
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Tres hombres de pie en una sala con agentes de seguridad, con equipo de seguridad y un conjunto de productos en el suelo.

El dinero que nadie reconoce

Hay silencios que no son prudencia, son omertà. La empresa Águila Bicéfala no ha querido o no ha podido explicar de quién eran los 37 millones de pesos que transportaban dos de sus empleados en una camioneta con placas de uso particular. No es la cantidad, es la negativa a decir el origen. En cualquier lógica empresarial normal, perder una suma así sería impensable. Aquí, en cambio, la apuesta parece ser dejarla ir antes que señalar al dueño del efectivo. Esa discreción fanática no protege a la empresa, protege a alguien más. No hay sentencia, pero sí una pregunta que quema: ¿qué es más caro que 37 millones de pesos? Evidentemente, decir la verdad.
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Tlanchano Dunning-Kruger

En Metepec, el alcalde panista Fernando Flores Fernández protagoniza un caso de antología: mientras peor gobierna, mejor se percibe. Se escucha y se convence. Se mira y se admira. Cree que administra un paraíso cuando apenas sostiene una escenografía. No es cinismo, es algo más fino y más grave: la incapacidad de advertir la propia mediocridad. El síndrome tlanchano del Dunning-Kruger consiste en confundir likes con legitimidad, boletines con resultados y aplausos pagados con cariño ciudadano. Metepec no padece un alcalde autoritario; padece uno embelesado. Y para que el cuadro quede completo: es la versión de barro de Alejandra Rojo de la Vega, pero con barba.

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