Resistencia social contra megaproyectos¿hay alternativas?

Toluca, México; 9 de mayo de 2019. Los impactos ambientales y sociales que en ocasiones generan los megaproyectos son atroces, sin embargo, no son ni serán detenidos porque las empresas que los desarrollan están en manos de las familias más ricas de México o pertenecen a empresas globales multinacionales, esto es, a grupos económicos que ostentan el poder político que brinda el dinero.  Aunque también el Estado puede desarrollar proyectos, es una generalidad que su labor se subordine al poder político de las grandes empresas, las cuales, entre más crecen, más poder acumulan, cobijadas por un sistema neoliberal que tiende
mayo 9, 2019

Toluca, México; 9 de mayo de 2019. Los impactos ambientales y sociales que en ocasiones generan los megaproyectos son atroces, sin embargo, no son ni serán detenidos porque las empresas que los desarrollan están en manos de las familias más ricas de México o pertenecen a empresas globales multinacionales, esto es, a grupos económicos que ostentan el poder político que brinda el dinero. 

Aunque también el Estado puede desarrollar proyectos, es una generalidad que su labor se subordine al poder político de las grandes empresas, las cuales, entre más crecen, más poder acumulan, cobijadas por un sistema neoliberal que tiende a mercantilizar y privatizar todo lo que sea posible. 

En estos términos se expresó Eduardo Giesen Amtmann -miembro del colectivo Viento Sur, con más de 20 años de experiencia en temas de justicia, y colaborador, en Chile, de la Alianza Global para Alternativas a la Incineración- durante la conferencia que llevó a cabo en la Facultad de Geografía de la Universidad Autónoma del Estado de México, dentro del foro Megaproyectos y resistencias sociales. 

Giesen explicó que existen, básicamente, tres estrategias que se utilizan para que estos megaproyectos pasen exitosamente: la coptación, la división y la amenaza, cada una de ellas con estrategias definidas. 

En la coptación, los actores sociales y políticos que podrían ser una contrapartida o podrían manifestarse con opiniones propias e intereses propios y locales, así como comunitarios, son coptados por la empresa y buscan que sean aliados. En esta estrategia, la empresa ofrecen compromisos con las comunidades en las que están trabajando de que no sufrirán impactos; también otorgan apoyo para la construcción de canchas, mejoramiento de vialidades, etcétera, hacen tareas que corresponden al Estado, lo cual resulta conveniente para dicho Estado porque gasta menos recursos, luego, se subordina al interés de la empresa: su rol se ve suplido por compensaciones que las empresas ofrecen generosamente a las comunidades. 

En la división, la comunidad y los movimientos sociales son segmentados, lo que permite imponer el megaproyecto, ofrecen compensaciones sólo para algunos, quienes se abren a vincularse con la empresa; con la división se logra debilitar a la comunidad. 

En la tercera estrategia existen amenazas y atentados directos contra los líderes y sus familias, el Estado y los partidos se vuelven cómplices de graves actos delictivos cometidos contra la comunidad.     

Dentro del foro Megaproyectos y resistencias sociales participaron Vecinos Zona Poniente, Ciudad de México, quienes se oponen al Tren Interurbano México-Toluca; el Consejo Supremo Indígena de San Francisco Xochicuatla, que se oponía a la construcción de la autopista Toluca-Naucalpan; el movimiento #YoSoySalazar, que tiene seis presos políticos por defenderse del despojo de tierras; la Plataforma Vecinal y Observatorio de la colonia Juárez, Ciudad de México, quienes han realizado movimientos para evitar la gentrificación (cambio de uso de suelo y de actividades económicas que implica el desplazamiento de los habitantes originales de un área de la ciudad, generalmente para atraer habitante y consumidores de mayor poder adquisitivo) y privatización del espacio público; así como metropolitanas.org.

Del Estado de México estuvieron presentes representantes de dos casos conocidos por la resistencia que han ejercido;  se trata de dos problemas distintos bajo una misma circunstancia temática: los megaproyectos que para #YoSoySalazar no es muy clara aún.

Xochicuautla, Lerma

El proyecto de construcción de la autopista Toluca-Naucalpan atraviesa esta comunidad que desde hace 12 años se ha resistido por considerar que su construcción pone en riesgo la integridad social, espiritual (por las implicaciones religiosas) y ecológica de la zona. 

Como una muestra de la veracidad de las estrategias planteadas por Giesen, actualmente, la población de Xochicuautla se encuentra dividida entre aquellos que pugnan por aceptar un proyecto alterno y los que rechazan categóricamente la construcción de la autopista; unos acusan a los otros de traición y existen descalificaciones en ambos casos, la situación legal se torna complicada por que una de las parte pugna porque los amparos interpuestos, que ya habían logrado la suspensión de la obra, no se invaliden. Es posible decir, de manera muy generalizada, que existe una lucha de habitantes no contra el megaproyecto sino contra ellos mismos. 

 

 

Salazar, Lerma

En Salazar el conflicto es agrario; la razón por la que existen presos es porque ellos trataban de evitar que los empresarios, quienes habían comprado ilegalmente las tierras a  San Mateo Atarasquillo, tomaran posesión. 

Existen, detrás de esta comunidades, desarrollos inmobiliarios que buscan expandirse; en la zona ya se han construido ranchos y casas de descanso de políticos y empresarios; se ha construido, un poco más lejos, la preparatoria Ibero y se avanza en el desarrollo que amenaza social y ambientalmente a los pobladores. 
 
Este caso podría reconocerse en la estrategia de la amenazas y el atentado directo; según los pobladores de Salazar, los delitos por los que se encuentran presos seis de los habitantes serían la consecuencia de haberse negado a entregar las tierras para el desarrollo de un megaproyecto que aún no es muy claro pero que se observa posible. 

 

 

En el foro también se conocieron los casos y experiencias de habitantes de la ciudad de México, quienes han ejercido resistencia de diversas maneras a proyectos que los afectan social, cultural y económicamente, además de las repercusiones ambientales que surgen de su instalación.

Como alternativa, Giesen mencionó que para enfrentar los proyectos destructivos es necesaria la unión y hacer énfasis en lo que une a las comunidades; transparencia entre los miembros de la población y otros actores, que son sus aliados; autonomía: el movimiento social debe ser libre de tomar las decisiones propias de con quienes son los aliados sin subordinaciones a la autoridad municipal o a otra; y combatir los falsos dilemas, que tienden a hacer pensar que la comunidad no sabe de lo que está hablando. 

Innegablemente, los movimientos sociales existen; con el tiempo, dependiendo de las circunstancias, se modifican, además, la resistencia que enarbolan es auténtica en su contexto. Cuando la empresa o el Estado tratan de convencer a la comunidad y al entorno de que que la oposición es tajante y no existe propuesta por parte de los afectados, Giesen señala, “la propuesta principal es: déjenos tranquilos”.

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