Riesgo para la democracia en todo el mundo

Riesgo para la democracia en todo el mundo
Es una especie de crisis civilizatoria, que ponen en tela de juicio los valores que permiten la convivencia en la diferencia

Perú nos está volviendo a alertar sobre lo que puede venir para otros países. Así es, cuando hace unos días el presidente de Perú anunció la disolución del Congreso de aquel país y luego este respondió acusándolo de traición, en gran parte de América Latina se levantaron incipientemente las voces para señalar que aquello era sintomático de un problema en el mundo: la erosión de la democracia.

Hoy, aquel país se encuentra en un muy creciente problema de ingobernabilidad, violencia y represión. Los muertos no dejan de sumarse, el gobierno empieza a acumular renuncias de sus ministros y el Congreso se resiste a convocar de inmediato a nuevas elecciones. Todo esto ocurre -no hay que olvidarlo- menos de dos años después de que Pedro Castillo, un exprofesor de educación básica y líder sindical del magisterio peruano, lograra llegar a la presidencia de su país por la vía de las urnas. Desde su arribo enfrentó muy fuertes problemas para gobernar. Sus enfrentamientos con un Congreso dominado por opositores a su gobierno volvió su fallida administración en una constante lucha por hacer valer el mandato popular de que él fuera el presidente de la República.

Democracia en declive

El caso de Perú, pero antes el de Bolivia, Honduras y hasta de Brasil, donde el actual presidente se resistía a reconocer el triunfo en las urnas de su opositor principal, nos muestran -insisto- algo que está ocurriendo en el mundo: un claro declive de las normas democráticas, que viene alimentado por ataques a la credibilidad de las elecciones.

Ya hace cosa de un mes el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral publicó su informe 2022 y advirtió tajantemente que hay un desencanto con los partidos políticos, que los liderazgos suelen estar desconectados de la realidad y que se asoma con mucha fuerza una corriente conservadora extremista, todo lo cual está poniendo en grave riesgo la vía democrática en gran parte del mundo (el informe se puede consultar en https://www.idea.int/).

El mencionado informe asegura que hoy en día son muchos más los países que avanzan hacia el autoritarismo que los que lo hacen hacia regímenes más democráticos, lo cual tiene como consecuencia inmediata un aumento en la represión de Estado contra la población en general y grupos minoritarios en lo particular. Los riesgos para la democracia son perceptibles -dice el informe- tanto en Europa, como en Asia, Africa, en América, vaya en prácticamente todo el mundo, desde los Estados Unidos (tras la administración de Donald Trump) hasta Medio Oriente, Centroamérica o Asia del sur.

Tendencia global

Por ello es que lo visto en Perú sólo es un escándaloso caso de cierta tendencia global. Esta tendencia, creo yo, tiene mucho que ver con la dinámica social e ideológica que se prohija en las redes sociales digitales, en las que la retroalimentación negativa exacerba, en lugar de enriquecer; en donde cualquier disenso es respondido con intolerancia y suma violencia. Para decirlo en palabras más simples: la gente está cada vez más en las redes sociales digitales, las mismas están construidas bajo la idea de encontrarme en ellas sólo con personas que piensan igual que yo o que prefieren los mismo que yo. Así es como se construyen ahora las ideas de la vida y del mundo, creyendo que la mayoría piensa como yo (lo cual es una ilusión de la retroalimentación positiva que nos arrrojan los algoritmos). Pero cuando escucho, veo o leo una postura contraria, la reacción es violenta, grosera, de descalificación absoluta.

Esta dinámica, me parece, alimenta cada vez en mayor medida la idea de que esos otros, que están equivocados, que no piensan bien (como yo), no tendrían por qué decidir (con su voto) quién debe gobernar. No deberían poder hacerlo -se cree- porque sencillamente no piensa adecuadamente. Por ello viene el desencanto en la vida democrática y todos se sienten con el derecho o hasta con la superioridad moral para dictar a los otros cómo ser y pensar.

Esta ruta parace ser la que está detrás de los conservadurismos extremos de los que habla el Informe en comento, mismos que ven con gran enfado que las mayorías elijan por la vía del voto universal y directo a sus gobernantes. Están reaccionando por la vía de paralizar la vida política y obstaculizar a los gobiernos (aunque ellos hallan sido democráticamente electos), llegando a extremos del Golpe de Estado, como en los casos latinoamericanos antes referidos, pero que también se han visto en otras partes del mundo en los años recientes (incluyendo la intentona de Trump de no reconocer el resultado de las elecciones en las que perdió la presidencia).

México no está excento de estas tendencias. Estamos entrando en la recta final del actual gobierno federal y, en cosa de meses, estaremos en una dinámica electoral para definir a un nuevo titular del poder Ejecutivo y nuevos integrantes del Poder Legislativo. Hay que advertir desde ahora que esta tendencia de declive de los valores democráticos podría derivar en problemas muy serios de ingobernabilidad. Y este problema es mucho más estructural y de más largo alcance que la reforma a las leyes electorales que todavía están por promulgarse y revisarse en la Corte. Es algo más de actitud frente a lo público y a las distintas formas de pensar. Es una especie de crisis civilizatoria, que ponen en tela de juicio los valores que permiten la convivencia en la diferencia.