¿Sabes quién fue Juan Rulfo?

Las biografías abundan, su nombre verdadero y sus orígenes jaliscienses se pueden leer en infinidad de libros y revistas. Lo apremiante en este momento es entender o a caso atisbar la importancia de Juan Rulfo para la literatura latinoamericana y su influencia que ha trascendido las fronteras hasta llegar a otros continentes donde es estudiado […]

Las biografías abundan, su nombre verdadero y sus orígenes jaliscienses se pueden leer en infinidad de libros y revistas. Lo apremiante en este momento es entender o a caso atisbar la importancia de Juan Rulfo para la literatura latinoamericana y su influencia que ha trascendido las fronteras hasta llegar a otros continentes donde es estudiado y admirado por escritores, académicos y el público  lector que se ha atravesado con sus libros.

Personaje oscuro, reacio a la parafernalia de los medios y amigo íntimo de la soledad. Además de narrador escribió poesía y  fue un fotógrafo asiduo que visitó nuestra ciudad y dejó como legajos un par de bellas fotografías del Nevado de Toluca, junto a otras también impresas de su indudable calidad fotográfica.

 

Los libros

La obra de Juan Rulfo, breve pero exacta, se sostiene por la vigencia de sus personajes y temas. Es bien sabido que Rulfo fue criticado   por haber escrito tan sólo una novela, un compendio de cuentos, un guión cinematográfico llamado el Gallo de Oro, y un par de cuentos y poemas sueltos; obra numerable con la palma de la mano.  Se habló de su poca erudición y su limitado bagaje cultural, incompatibles a la imagen del escritor docto y cosmopolita conocedor de temas universales. Situaciones con nulo valor para juzgar la obra rulfiana, pues se ha demostrado que Rulfo era conocedor de diferentes literaturas escandinavas y gran lector de literatura brasileña y otras tantas. Pero sobre todo porque Rulfo era un personaje mesurado que trataba de evitar a toda costa aquella  fiesta del marketing llamada Boom Latinoamericano de la  que fue precursor a lado de otros  grandes escritores como Jorge Luis Borges en Argentina o Miguel Ángel Asturias de Guatemala, por mencionar algunos.

Decía que su obra se conserva vigente porque muestra la cara del México rural, pobre, olvidado, que hasta el día hoy sigue siendo la mayoría de la población. La elegancia y sobre todo la sobriedad  casi austera de sus historias demuestran que algunas personas sí nacen con el don de la escritura apuntalado en sus venas:  

“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi    madre me lo dijo. […]—No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio… El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro.”

Éste es uno de los inicios más famosos de la literatura, comparables al de  El extranjero de Albert Camus, a El ruido y la furia de William Faulkner o al de Cien años de soledad de García Márquez, y pertenece a la novela   Pedro Páramo, que hizo a Rulfo mundialmente famoso. Es en ese momento en que las entrevistas, los análisis, las reseñas y un sinfín de  escritores y medios especializados postran sus miradas sobre lo que estaba haciéndose no sólo en México sino en toda América Latina un par de años más tarde con el advenimiento de los escritores del Boom Latinoamericano mencionado anteriormente: Julio Cortázar (Argentina), Carlos Fuentes (México), Mario Vargas Llosa (Perú) y Gabriel García Márquez (Colombia), ellos fueron los herederos de esa narrativa que ya venía mezclando ciertas características del realismo mágico, y sobre todo la denuncia y el contraataque a las dictaduras de los países del tercer mundo en que habían caído y de las cuales había que librarse a toda costa con la bandera de la revolución cubana como símbolo de la emancipación de los pueblos de Latinoamérica.

 

La herencia escritural

La influencia que marcó en las generaciones de escritores venideras para entender la cosmogonía del mexicano, su jerga y la tradición oral que se entremezcla con eso que han llamado el realismo mágico o real maravilloso que se refiera a nuestra idiosincrasia impregnada irreductiblemente de explicaciones que van más allá de lo razonable para instaurar un argumento mágico-divino en nuestras creencias y que ahora forman parte de la cotidianidad para asimilar el mundo en que vivimos los mexicanos.

“Al cruzar una bocacalle vi una señora envuelta en su rebozo que desapareció como si no existiera. Después volvieron a moverse mis pasos y mis ojos siguieron asomándose al agujero de las puertas. Hasta que nuevamente la mujer del rebozo se cruzó frente a mí.

 — ¡Buenas noches! —me dijo.”

Por otro lado se encuentra el elemento histórico en sus relatos, la Revolución Mexicana y la Guerra Cristera como telones de fondo para el desarrollo de sus historias que dan cuenta de la otra versión de los hechos,  que se fusionan elegantemente con una prosa poética de tal elegancia como en este fragmento, uno de los más bellos y memorables de Pedro Páramo:

“A centenares de metros, encima de todas las nubes, más, mucho más allá de todo, estás escondida tú, Susana. Escondida en la inmensidad de Dios, detrás de su Divina Providencia, donde yo no puedo alcanzarte ni verte y adonde no llegan mis palabras”.

Son ejemplos claros de la maestría de Rulfo el manejo del lenguaje, la proyección que tuvo de la cultura y vida cotidiana del mexicano promedio ( y los pobres sobre todo) para transformarlos en ese México fantasmagórico y apabullante (esa Comala infernal de la que no se puede escapar), que además guarda celosamente sus recuerdos entre caminos y arrieros, pueblos fantasmas con sus casas de adobe resquebrajadas por el olvido, la nostalgia de un pasado paradisiaco, y la eterna búsqueda de una identidad para sus personajes errabundos en sus interminables mares de historias. Y finalmente la denuncia de los pobres en voz de sus personajes, (no en la de Rulfo) la imputación de la injusticia y la desigualdad que vivió y sigue viviendo nuestro país en manos de los viejos caciques como Pedro Páramo que de una manera u otra siguen maquilando en nuestro tiempo, los planes para quedarse con todo.

Por esta y otras razones la Fundación Juan Rulfo ha hecho la invitación desde meses anteriores al gobierno federal de abstenerse de realizar homenajes en el centenario del nacimiento del oriundo de Apulco, Jalisco. Ya que la imagen de Rulfo al ser un icono poderoso de la literatura mexicana (casi inscrito en la universal según la FJR), por sus más de seis décadas de haber sido publicado, que no han percudido sino aumentado el interés de la obra del escritor, puede usarse como propaganda del gobierno  para sus campañas políticas en garrafales  homenajes intrascendentes que no hacen otra cosa que provocar gastos al erario,   cosa que no están dispuestos a permitir de ninguna manera los directivos de la FJR. Sin duda el mejor homenaje que se le puede brindar a nuestro gran escritor es la lectura de su obra, el conocimiento de sus escritos, y la identificación y el recuerdo de nuestro pasado por medio de sus historias.