Sálvese quien lea

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Cocaína (Manual de usuario)

 

 

No tiene mucho que reseñé los cuentos de “Tráiganme la cabeza de Quentin Tarantino”, obra a la que llegué tras haber leído “Canción de cuna”: ésta me latió bastante; aquélla, no tanto. Así que leí “Cocaína (Manual de usuario)”, para desempatar.

Quince relatos brevísimos que giran en torno del “pericazo”, de “doña blanca”, esa droga que extasía, que genera millones y mata por miles. A veces crudos por la violenta realidad, a veces cursis por la idílica visión y el consuelo que genera, a veces absurdos por el viaje extático a la cuarta transformación, digo, dimensión, los cuentos revelan el dominio de la lengua y el oficio escritural de su autor. No obstante, ¿son buenos?

Dice Isaac Rosa que la de Herbert “es una mente privilegiada, un hacedor de historias cercano al cinismo de Irvine Welsh y los mundos paradójicos de Cortázar. La voluntad de experimentación en las formas, mezclando las canciones (…), la poesía, los fragmentos breves, los prospectos farmacéuticos y el cuento, nos deja claro que la literatura ya no puede entenderse por sí misma, sino por todo lo que le rodea, y Herbert lo sabe muy bien”. Lo único malo es que lo afirma de “Un mundo infiel”, una (otra novela) de Herbert. Porque, la neta, en sus cuentos no he hallado nada de eso. ¿Será que este autor gana por puntos, y no por nocaut, como decía Hemingway? 

La mera verdad, sí me quedo patidifuso y ojiplático (términos que remiten a la felación, lo sé) cuando veo tanta distancia entre los textos de Herbert. Pero bueno, el libro es tan corto que se lee de una sentada. Ya me dirán si concuerdan o discrepan.