Sálvese quien lea

  Esperando a los bárbaros   Descubrí algo de J. M. Coetzee que me llamó vivamente la atención, y que me hizo ver con una nueva óptica su labor literaria: este autor, aunque escribe en inglés, en cuanto termina un libro trabaja con el traductor para que se publique primero en español. ¿La razón? No […]

 

Esperando a los bárbaros

 

Descubrí algo de J. M. Coetzee que me llamó vivamente la atención, y que me hizo ver con una nueva óptica su labor literaria: este autor, aunque escribe en inglés, en cuanto termina un libro trabaja con el traductor para que se publique primero en español. ¿La razón? No quiere seguir apoyando al idioma del imperialismo capitalista, y busca diversificar, en la medida de lo posible, su hegemonía. De ahí mi interés por conocer todo lo posible el trabajo de este escritor, así que comencé por la más antigua de sus novelas que tengo a mano: “Esperando a los bárbaros”.

Un viejo magistrado, al frente de un poblado cerca de la frontera, lleva una apacible, casi aburrida, existencia, hasta que un agente policiaco del Imperio lo visita: este se halla en búsqueda de una posible intriga de los bárbaros arraigados en los alrededores de dicha comarca  para comenzar una escaramuza. El policía parte en pos de los supuestos guerrilleros, pero regresa con simples pescadores, a quienes tortura y de quienes, supuestamente, consigue la confesión de que sí habrá un levantamiento armado. Así, el ejército es convocado para doblegar las fuerzas bárbaras y acabar con la insurrección.

[jprel]

De la captura de algunos otros extranjeros llega (y permanece en el pueblo) una esclava, a quien el magistrado cuida y luego lleva de regreso con sus congéneres; una “incómoda salvación” de su propia alma, aunque el protagonista no busca la redención, sino la liberación; no quiere expiar sus culpas, sino regresar al edén que vivía en el sosiego y la monotonía de su existencia fronteriza. 

La novela, escrita durante el “apartheid”, es una clara alusión al racismo y la segregación sudafricana, una tierra donde el abuso de poder y la brutalidad sin parangón eran (¿son?) cosa de cada día.

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