Sálvese quien lea

  La mujer loba y otros relatos sobrenaturales La Inglaterra victoriana es una de las épocas más prolíficas para el relato sobrenatural, como lo demuestra esta excelente antología (cuyas selección y traducción estuvieron a cargo de Federico Patán). Plumas consagradas como las de Charles Dickens, R. L. Stevenson y Rudyard Kipling se suman a las […]

 

La mujer loba y otros relatos sobrenaturales

La Inglaterra victoriana es una de las épocas más prolíficas para el relato sobrenatural, como lo demuestra esta excelente antología (cuyas selección y traducción estuvieron a cargo de Federico Patán). Plumas consagradas como las de Charles Dickens, R. L. Stevenson y Rudyard Kipling se suman a las de dos archiconocidos autores “fantásticos” –en ambas acepciones–, Frederick Marryat y Sheridan Le Fanu (este último de ascendencia irlandesa).

El hilo conductor de estas narraciones es, desde luego, la presencia de los elementos sobrenaturales; pero cada uno de estos escritores le aporta características que van de lo histriónico a lo terrorífico. “Proceso por asesinato”, de Dickens, se acerca más a la sátira, pues las descripciones del “fantasma” que se ve mueven más a la risa que al espanto; algo similar ocurre en “Markheim”, de Stevenson, en donde vemos a un asesino que, más que el sobresalto por la aparición de ultratumba, se ve impelido a establecer un diálogo cuasi filosófico sobre la culpa y la redención. Por el contrario, en “Té verde”, de Le Fanu, y “El carrito fantasma”, de Kipling, los extraños acontecimientos tratan de ser analizados a la luz de la ciencia y la objetividad.

Finalmente, el relato que da título al libro es el más preclaramente escalofriante de la antología: el narrador no nos permite dudar de la veracidad de lo sobrenatural, mientras nos confronta a los terribles asesinatos y la angustia de los sobrevivientes.

Como dice Ana Clavel en el prólogo del libro, “estos cinco cuentos no dejan de inquietarnos por su acercamiento a la interioridad del individuo y su simbología”; son, a final de cuentas, reflejo de nuestra propia y aterradora humanidad.