San Judas Tadeo: entre la fe y el prejuicio    

Toluca, México; 28 de octubre de 2018. Entre los andadores de la capital, la música y las plegarias se hacen presentes, entre propios y ajenos imágenes se abren paso, entre lamentos y agradecimientos constantes, celebran al santo de los milagros y las causas perdidas. La Santa Veracruz se cubre de cientos de feligreses, están los […]

Toluca, México; 28 de octubre de 2018. Entre los andadores de la capital, la música y las plegarias se hacen presentes, entre propios y ajenos imágenes se abren paso, entre lamentos y agradecimientos constantes, celebran al santo de los milagros y las causas perdidas. La Santa Veracruz se cubre de cientos de feligreses, están los ancianos que mantienen una fe arraigada, los más jóvenes, de reputación cuestionada alzan a la altura del pecho una imagen sagrada, sin importar la edad, toman a “San Judas Tadeo” le besan las manos y le piden interceder por ellos. 

El 28 de octubre no es un día común entre los feligreses y fieles devotos que recuerdan al santo tocayo del “traidor”. Tras la muerte de Cristo, Judas Tadeo y Simón “El Zelote” se dedicaron a predicar la palabra motivo por el cual murieron de manera violenta el 28 de octubre. De manera simbólica la Iglesia Católica designó esta fecha para celebrar a los mártires. El creciente fervor hacia San Judas Tadeo se ve reflejado en los ojos llorosos de quienes lo veneran, de quienes le agradecen que sus familiares sigan con vida. Catalina, quien cada 28 de octubre se planta a las afueras de la Santa Veracruz, recuerda con angustia como su sobrino fue secuestrado. “Nosotros no teníamos dinero para pagar el rescate” creyeron que el joven moriría fuera de casa, que jamás encontrarían su cuerpo. La mujer asegura que, tras quince días,  vio como San Judas bajó del altar que tenían en su casa, les brindó palabras de aliento y les devolvió al joven, luego de días de ausencia.“ Le vengo a dar las gracias como todos los años” son las palabras de la fiel creyente.

La iglesia se encuentra repleta de emociones, ni un alfiler podría ganarse un espacio en las butacas del templo. Los que no pudieron ingresar esperan su turno para poder bendecir sus imágenes. El sacerdote con sotana color verde y amarillo, perfecto para la ocasión, otorga el mensaje final “La paz este con ustedes” y la gente levanta con premura a sus santos. Se dibujan sonrisas en sus rostros cansados; como pueden se abren camino entre la multitud; se dispersan entre los espacios vacíos, logran acercarse al altar y pedir más indulgencias.

Niños y adultos se apresuran para llegar con bien a sus hogares, como pueden sacan el altar de la iglesia, le piden a “San Juditas” que “no se haga pesado”, necesitan sacarlo, pues el mariachi ya comienza a tocar amor eterno en su honor. Las historias se dibujan en el aire, se concentran palabras de esperanza y buenos deseos, hombres y mujeres por igual sostienen su fe en relicarios color verde, sus rostros gozosos hacen juego con las imágenes cubiertas de flores. Entre el ambiente de melancolía, se miran las cajas repletas de dulces, bebidas, tortas y tacos, los cuales fueron repartidos entre los presentes, entre el arrebato y el intento por bajar las escaleras, los niños se abrazan a los brazos de sus padres, mientras el resto de sus familiares pide víveres para calmar la sed. Para calmar el alma piden que les regalen rosarios. Uno que otro hace su agosto, vende pulseras desde los cinco hasta los diez pesos, sabe que al llegar a casa habrá terminado con la venta: “La gente es muy creyente”. La comida no se hace esperar y de las camionetas negras bajan cajas y cajas repletas de barbacoa. La gente se agrupa, se forma con la esperanza de recibir un taco. Pineda, hombre de fe firme, prometió que este año daría la comida en honor a San Judas, “llevamos tres años con esta imagen, la edad de la niña”.  Las plegarias en agradecimiento por la comida y por los milagros se escuchan por el primer cuadro de la ciudad, a sabiendas que la fiesta no para. Los cuetes iluminan el cielo nublado. El 28 de cada mes se celebra la voluntad de un santo que se ha ganado un lugar en el corazón de miles de creyentes, pero que se  ha relacionado, también, con la delincuencia.