El PRD no tiene mañana, está en fase terminal. Dentro de 30 meses habrá elecciones municipales y todo indica que perderá el gobierno de su último reducto: Nezahualcóyotl. Quitarle a ese partido el control de los 4 mil 800 millones de pesos del presupuesto anual de ese ayuntamiento será mortal, caerán en inanición. La caída de Alternativa Democrática Nacional y el fin del cacicazgo de Héctor Bautista están próximos.
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No estaría mal que la secretaria de Trabajo, Martha Hilda González Calderón, saliera de su oficina y diera un recorrido por las otras áreas del edificio para que se de cuenta de la porqueriza en que están convertidas las Juntas de Conciliación, donde la connivencia entre hampones sindicales y funcionarios para la extorsión es credo diario. En las propias narices de la secretaria, la entelequia llamada “Justicia e Igualdad de Trabajadores y Empleados del Estado de México”, del rufián Juan Carlos Consuelo, ha encontrado todas las facilidades para sus actividades extorsivas. A esta empresa, editora de AD, se le ha intentado extorsionar exigiendo cantidades dinero a cambio de no enviar golpeadores a violentar las instalaciones usando como medio de presión demandas laborales canallas y falsas. No cederemos y exigimos al gobierno una investigación imparcial y expedita que conduzca al castigo de esa bandas de crimen organizado.
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La explicación a las tribulaciones políticas del alcalde de Almoloya de Juárez, Luis Maya Doro, no están en su pasado priista, pero sí en el rencor que le tienen algunos de sus ex compañeros de partido, quienes no le perdonan les haya competido y ganado bajo los colores de Morena, pero todavía peor, que derrotara a Édgar Tinoco, hijo del subsecretario de Educación, Rogelio Tinoco, uno de los protegidos del secretario de Desarrollo Social, Erick Sevilla, quien operó para que el joven Édgar fuera el candidato del PRI, a pesar de las objeciones de los Solís, que controlan políticamente la región. Maya Doro, dicen quienes le conocen bien, es un hombre bien intencionado que está mas ocupado en resistir los embates que en gobernar.
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El ex presidente Peña está enclaustrado en Gran Reserva, en Ixtapan de la Sal. No sale prácticamente para nada, y si lo hace va casi de incógnito, evita que la gente le reconozca para no exponerse al escarnio público. Su vida pasa jugando golf y tomando sol. Prisionero en jaula de oro.